«Que el Señor nos unja con el óleo de la fraternidad»
La Catedral de Barcelona se tiñe de blanco para consagrar los Santos Óleos y renovar el compromiso ministerial en la tradicional Misa Crismal
Martes santo es un día especial para todos los presbíteros de la Diócesis. La Catedral de Barcelona se tiñe de blanco para celebrar la tradicional Misa Crismal. El clero de todo el Arzobispado se reúne para renovar las promesas. Además, es tradición la consagración de los Santos Óleos. El de los enfermos, el de los catecúmenos y el santo Crisma, que se utilizarán a lo largo del año.
Fotografía: Agustí Codinach
Mientras los ánforas que contenían los tres óleos reposaban en el corazón de la Catedral, los sacerdotes se preparaban para la procesión de entrada. Un largo séquito de presbíteros dio comienzo a la celebración, a cargo del arzobispo de Barcelona, cardenal Juan José Omella. Al lado, había el arzobispo emérito card. Lluís Martínez Sistach, así como, Mons. Sergi Gordo y Mons. Antoni Vadell.
«Es la misa de la unción»
“Sé que nos toca servir al Señor en un tiempo complejo”. Así empezaba la homilía el cardenal Omella. Un día en el que todos los presbíteros renovaron su “compromiso ministerial” durante la Misa Crismal. “Nosotros hemos sido elegidos para llevar a cabo la bella misión de ser servidores de Dios” aseguraba el arzobispo que reconocía la “fragilidad” de las personas, también de los sacerdotes, mencionando los “pecados y crímenes de abusos a menores” asegurando el mal que habían hecho a la sociedad y a la Iglesia.
El ungüento de la fraternidad
“El amor es el ungüento de la fraternidad y nos hace constructores de fraternidad”. Así, el cardenal pedía la fraternidad entre todos los presentes, tal como lo pide el Plan Pastoral de este año. “Que el Señor nos unja con el óleo de la fraternidad. Seamos hermanos sin dejar ninguna rendija a los rencores. Que nos dé el coraje, la valentía, para transmitir la Buenanueva del Señor a la sociedad, sedienta de esperanza” pedía el Arzobispo de Barcelona.
El óleo de la alegría
“Dios nos unge con el óleo de la alegría” aseguraba el cardenal Omella. “Los óleos a los enfermos, a los catecúmenos y crismal tienen la misión de ungir la fe bautismal de esperanza y caridad”. También invitó a “ungir con el óleo de la alegría y la esperanza”. Finamente, el Arzobispo de Barcelona pidió vivir esta semana como “una semana realmente santa”.
Promesas y bendición de los otros oleos
Tal como se estipula, durante la Misa Crismal, los presbíteros hicieron la renovación de las promesas sacerdotales, respondiendo a coro las preguntas del cardenal: “sí, lo quiero”. Posteriormente, el pueblo fiel rogó por los sacerdotes de la archidiócesis y por el Cardenal, porque sea “fiel al oficio apostólico”.
Los recientemente ordenados diáconos cogieron los tres ánforas de óleos y las trasladaron al altar. Después de la plegaria eucarística, el Cardenal Omella bendijo el óleo de los enfermos.
Después de dar la comunión, el Cardenal Omella bendijo el óleo de los catecúmenos y consagró el Santo Crisma, juntamente, con los concelebrantes, los cuales extendieron su mano derecha.
Boda de oro y plata
El arzobispo de Barcelona regaló un obsequio a los presbíteros que celebran, a lo largo del año, su boda presbiteral de oro y de plata. Una anécdota divertida por parte de todos los presentes en la Catedral, fue cuando el cardenal Omella desempaquetó uno de los obsequios para mostrarlo a todos.
Celebraban los cincuenta años: P. Xavier Alegre Santamaria, SJ; P. Clemente Fernández García, SP ad V; Mons. Jaume González-Agápito Granell; Mn. Joan Miranda Pérez; Mn. Enric Subirà Blasi.
Entre los que hacían 25 años de ordenados destacaban: Mn. David Amado Fernández; P. Antonio Criado Rodríguez, O de M; Mn. Rafael Méndez Hellín; P. Ramon Muray Esteve, SDB; Mn. Miguel Àngel Pérez Sánchez; Mn. Waclaw Zbigniew Szkopiak. Por último, Mn. Francesc Gimeno Piñol quién dedicó unas palabras de agradecimiento de parte de todos los presbíteros galardonados.
Procesión final
Una vez finalizada la celebración, todos los presbíteros salieron en procesión hasta el Claustro de la Catedral. Allí permanecerán los santos óleos, porque los rectores de las parroquias puedan llenar sus crismeras, a lo largo de toda la Semana Santa.