El verano nos acerca a la naturaleza y hace que nos abramos más a la belleza de la creación. Parece que valoremos mejor las exigencias de una ecología auténtica y equilibrada. El contacto con la naturaleza nos hace ser más conscientes de la belleza de nuestro hábitat, que incide ciertamente en nuestra vida y en la vida de las generaciones que vendrán.
Es muy cierto que el nivel de vida de hoy hace que los elementos que constituyen nuestro ambiente natural se resientan mucho más que antes por el uso, y por supuesto por el mal uso, que se hace de ellos. No hay duda de que el deterioro de la naturaleza es también consecuencia del consumismo y del carácter desordenado de nuestro desarrollo y progreso.
El papa Francisco, inspirándose en el «Canto de las criaturas» de san Francisco de Asís, ha publicado recientemente la encíclica Laudato si’, en la que nos propone una ecología integral. San Juan Pablo II también habló en dos encíclicas de la cuestión ecológica y afirmaba que el carácter moral del desarrollo no puede prescindir del respeto por los seres que constituyen la naturaleza visible, que los griegos llamaban “el cosmos». Hay que tomar mayor conciencia de que no se pueden utilizar impunemente las diversas categorías de seres vivos o inanimados según las propias exigencias económicas o como mejor nos plazca. Por el contrario, conviene tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su conexión en un sistema ordenado como es el cosmos.
Este documento pontificio es pastoral, evangelizador y también técnico, porque trata de contenidos del ambiente que son técnicos y eso pide este tratamiento específico. Va dirigido a todos, pero especialmente a los responsables más directos del medio ambiente. El Papa se hace esta pregunta al inicio de la encíclica: «¿Qué tipo de mundo deseamos transmitir a los niños que van creciendo?» Este interrogante está en el corazón de la Laudato si’ y nos lleva a preguntarnos sobre el sentido de la existencia y sobre los valores que están en la base de nuestra vida social. Una buena ecología pide una buena antropología.
El Papa lanza un mensaje esperanzador diciendo que «la humanidad aún tiene capacidad de colaborar para construir nuestra casa común». Y añade: «El ser humano todavía es capaz de intervenir positivamente» porque «no todo está perdido».
Tenemos que agradecer al papa Francisco esta encíclica, leerla y aplicarla en bien de todos. Ante la naturaleza visible del cosmos estamos sometidos a leyes no sólo biológicas, sino también morales, cuya transgresión no queda impune.