Homilía de la Cena del Señor

Homilía del Arzobispo, Juan José Omella, en la celebración de la Cena del Señor, en la Santa Iglesia Catedral de Barcelona, el Jueves Santo, 24 de marzo de 2016

Jesús, el Hijo de Dios, se rebajó hasta tomar nuestra propia carne haciéndose uno de nosotros. Y se rebajó hasta morir por nosotros.

Impresiona ver a Cristo haciendo el trabajo de esclavo. Para quien ama, nada de lo que haga es humillante. Lavando los pies a los apóstoles está enseñándonos a amar, a amar sin medida, con una entrega total hasta la muerte.

San Pedro Claver, apóstol de los esclavos, terminó identificándose con ellos y firmando como esclavo de los esclavos para siempre: «Ethiopum semper servus».

San Camilo de Lelis llevaba tres frasquitos atados a la cintura: uno de agua bendita, otro de vinagre y el tercero de agua cocida para refrescarles la boca; una escudilla de cobre donde pudieran escupir sin incomodidad y un par de cazuelas de estaño para hacer las sopas a los más debilitados. Camilo se presentaba como lo hubiera hecho Cristo en un hospital de entonces.

Y en el Hospital, san Camilo de Lelis hacía «los ritos más variados: cortar el pelo, peinar, cortar las uñas, calentar los pies, secar camisas saturadas de sudor y de otras cosas, aplicar los cauterios, humedecer las sienes, poner vinagre rosado bajo las narices, lavar y secar las manos, dar de comer en la boca».

Y nosotros que participamos de la Cena del Señor, nosotros que participamos en las ceremonias de la Semana Santa, nosotros que nos llamamos cristianos, seguidores de Jesús… ¿qué hacemos y qué podemos hacer por los más pobres y necesitados?

 

El fruto del silencio es la oración. 
El fruto de la oración es la fe. 
El fruto de la fe es el amor. 
El fruto del amor es el servicio. 
El fruto del servicio es la paz. 

 

Oración de Madre Teresa de Calcuta

Y Jesús se hizo pan para nuestro alimento. Instituyó la Eucaristía, presencia real del Señor.

Avivemos nuestra fe en la Presencia del Señor entre nosotros en ese humilde y frágil pan de la Eucaristía. Cuesta creerlo, pero en ello nos va la vida de cristianos:

 

Que bien sé yo la fonte que mana y corre,

aunque es de noche. 

Aquella eterna fonte está escondida,

que bien sé yo do tiene su manida,

aunque es de noche. 

Aquesta eterna fonte está escondida

en este vivo pan por darnos vida,

aunque es de noche. 

Aquí se está llamando a las criaturas,

y de esta agua se hartan, aunque a escuras,

aunque es de noche. 

Aquesta viva fonte, que deseo,

en este pan de vida yo la veo,

aunque es de noche.

 

Cantar del Alma, de San Juan de la Cruz