Card. Omella: «Debéis de mantener despierto el mundo para Dios»

Los jóvenes Pere Alavedra, Iñaki Marro, Alberto Moreno-Palancas y Josep Roca se ordenan como sacerdotes en la Sagrada Familia

Imágenes: Pep Dauder/ R. Ripoll

Jóvenes y con estudios universitarios. Así son los cuatro nuevos sacerdotes de Barcelona: ​​Mn. Pere Alavedra, Mn. Iñaki Marro, Mn. Alberto Moreno-Palancas y Mn. Josep Roca, que se han ordenado este pasado fin de semana en la Sagrada Familia, en un multitudinaria celebración que se desarrolló con la presencia de amigos y familiares. El arzobispo metropolitano de Barcelona, ​​Card. Juan José Omella presidió la ceremonia y la concelebraron los dos obispos auxiliares de la archidiócesis, Mons. Sergi Gordo y Mons. Antoni Vadell, el rector del Seminario Conciliar de Barcelona, ​​Mons. Josep Maria Turull y el rector de la parroquia de Sant Vicenç de Sarrià, Mn. Salvador Bacardit.

Durante la homilía, el arzobispo destacó la grandeza de la vocación sacerdotal aunque en la actualidad su figura no tenga tanta relevancia social. Aunque este ministerio -recordó Omella- no proviene del reconocimiento social sino del don de Dios. «Nosotros, con los ojos de la carne, no vemos nada, pero en el silencio de vuestro corazón se realiza una identificación con Cristo auténtica y real. Exteriormente los sacerdotes seguimos siendo los mismos, limitados, pobres pecadores, pero en realidad somos transubstanciados y configurados con el propio Cristo. ¡Qué misterio tan grande, qué don tan inmenso os hace el Señor y, por lo tanto, se lo hace también a la Iglesia y a la humanidad! Damos gracias por este don que os hace, en cuanto a sus familias y respecto a la Iglesia entera«, dijo el cardenal ante los cuatro jóvenes sacerdotes.

También les recordó que la misión del sacerdote es la de «velar, estar en guardia ante las fuerzas amenazadoras del mal, mantener despierto el mundo para Dios y estar de pie ante las corrientes del tiempo, de la verdad y del compromiso para el bien«.

A continuación, los cuatro hicieron las promesas y los votos ante el cardenal, postrándose en el suelo en señal de humildad y de súplica. Posteriormente, Omella impuso las manos a los ordenados y, seguido, los sacerdotes hicieron lo mismo en señal de invocación del Espíritu Santo. Al terminar, Omella rezó la oración de ordenación consagratoria y se convirtieron en sacerdotes. Una vez revestidos, con la estola y la casulla, se les hizo la unción de las manos, como símbolo de bendición y de destino a un ministerio sagrado.

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