Barcelona tiene seis nuevos sacerdotes

El cardenal Omella preside la ordenación sacerdotal de los seis nuevos presbíteros de la archidiócesis en la Basílica de la Sagrada Familia

Fotografías: Ramon Ripoll

Seis seminaristas del Seminario Conciliar de Barcelona ya son sacerdotes. La basílica de la Sagrada Familia acogió la ordenación sacerdotal de los seis sacerdotes. El templo gaudiniano lleno a rebosar disfrutó de casi tres horas de misa solemne presididas por el arzobispo de Barcelona el cardenal Juan José Omella. Una vez acabada la lectura del Evangelio empezaba el rito de ordenación. Primero se empieza por el rito del llamamiento, seguidamente la petición de ordenación y finalmente está la elección.

Los presbíteros Carlos Bosch, Alberto Para, Pablo Pich-Aguilera, Antoni Vidal, Carlos Pérez i Agustí Vives fueron llamados por su nombre, seguidamente se levantaron ante el arzobispo diciendo “estoy aquí”.  El rector del seminario Mn. Felip-Juli Rodríguez pidió, en nombre la Iglesia de Barcelona, al cardenal Omella que se ordenara a los candidatos. A continuación, el arzobispo preguntó al rector si los futuros presbíteros eran dignos al que este respondió: “hemos consultado en el pueblo cristiano, hemos escuchado a aquellos a quien corresponde y puedo decir que los han encontrado dignos”. Finalmente, el Sr. Cardenal dijo: “Con la ayuda del señor Jesucristo, Dios y salvador nuestro, escogemos a estos hermanos nuestros para la orden del presbiterado”. Así mismo, el arzobispo concluyó el primer rito introductorio de la ordenación escogiendo a los seis candidatos para la Orden de los Presbíteros.

«Trabajemos con generosidad y sin perder la alegría»

“Un cristiano, un presbítero, un diacono, es un pobre que todo lo espera de Dios” empezaba el cardenal Omella en su homilía. “Acabáis de decir «estoy aquí». El Señor os ha dicho «ven y sígueme» y vosotros lo habéis seguido con el corazón alegre y generoso”. Así mismo el cardenal aseguraba que “es precioso sentir la libertad de no estar retenido por nada. Cuando se vive con esta actitud de total disponibilidad se disfruta inmensamente; se reparte bondad y amor allá donde sea, se ve el futuro con gran paz e inmensa alegría; sin miedo, sin amargura y con gran confianza”.

“Hoy el Señor os unge con el óleo de la salvación, unge vuestras manos, una unción que habilita y capacita vuestras manos para que sean las manos de Cristo, consagrando y ofreciendo el sacrificio eucarístico” indicaba Omella que explicaba como el beso de paz es el manifiesto que “sois ungidos para ungir a los otros, para llenaros de la ternura y la bondad de Dios”.

Finalmente el cardenal imploraba que “ojalá sepamos todos nosotros trabajar con generosidad, sin perder la alegría, sin mirar el resultado, siendo fieles a quienes nos han llamado y siendo fieles a la comunidad que hemos sido enviados. Lo importante no son los resultados, sino llegar a ser mensajeros del espíritu: amor, paz, paciencia, bondad y fidelidad”.

Los pasos hacia la ordenación

Una vez acabada la homilía, los diáconos admitidos a la orden de presbíteros manifestaron, en presencia del cardenal Omella, la voluntad de cumplir su ministerio según los deseos de Cristo y de la Iglesia. En concreto, el obispo pregunta a los futuros presbíteros si están dispuestos a ser fieles colaboradores del ministerio episcopal; así mismo les preguntan también sobre si están dispuestos a ejercer el misterio de la Palabra, presidir celebraciones litúrgicas, rezar por el pueblo que le sea encomendado y por eso, unir su vida a Cristo. Los futuros sacerdotes respondieron afirmativamente a todas las peticiones del Sr. Cardenal y así mismo manifestaron obediencia y la voluntad de cumplir su ministerio según los deseos de cristo y de la Iglesia.

Después, los seis diáconos se postraron en el suelo en señal de humildad y de plegaria ante Dios. Seguidamente, con la letanía de los santos todos imploraron la gracia de Dios a favor de los candidatos.

A continuación el cardenal Omella impuso las manos a los futuros presbíteros haciendo la plegaria de ordenación. Junto con el arzobispo, todos los presbíteros presentes al acto también impusieron las manos sobre la cabeza de cada uno de los candidatos para significar su recepción en el presbiterio. Después los nuevos ordenados fueron revestidos con la estola en la forma presbiteral y con la casulla. Una muestra que manifestaba visiblemente el ministerio que desde este momento empezarán a ejercer en las celebraciones litúrgicas.

Manos ungidas

Llegados a este punto, el arzobispo de Barcelona les ungió las manos para manifestar la participación particular de los presbíteros en el sacerdocio de Cristo. También se les otorgó el cáliz y la patena con el pan y el vino, un indicativo del deber de presidir la celebración eucarística y de seguir Cristo crucifica. Finalmente, el cardenal Omella los hizo un beso de paz, sello de la acogida que otorga a sus nuevos colaboradores en el ministerio presbiteral. Así también lo hicieron los presbíteros presentes. “Hoy ha llegado este momento tan esperado y a la vez tan temido” relataba Carlos Pérez, uno de los presbíteros recién ordenados. “Queremos recordar estos pequeños grandes gestos del Señor en nuestra historia, que han hecho posible el día de hoy y todas las gracias que sigan”. Así mismo, Carlos Bosch pidió a los presentes que no dejaran de rezar por ellos porqué: “No hay sacerdote sin pueblo de Dios; vuestra fe en Cristo es alimento en nuestro camino”. Finalmente, los nuevo ordenados ejercieron por primera vez su ministerio en la celebración eucarística concelebrando con el obispo y los otros miembros del presbiterio.

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