La familia, prioridad para la Iglesia

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(Domingo, 28/08/2011)              

Varios indicios muestran que la defensa y el servicio a la familia se convertiran en objetivos prioritarios en el futuro inmediato de la vida de la Iglesia. Uno de estos indicios es lo que dijo el Papa en su reciente viaje a Croacia, los días 4 y 5 del pasado mes de junio. Ya ha empezado también la cuenta atrás para el Encuentro Mundial de las Familias, una iniciativa de Juan Pablo II que se ha celebrado en varias ciudades y que en 2012 tendrá lugar en Milán del 29 de mayo al 3 de junio. Los dos últimos días, Benedicto XVI presidirá los actos culminantes del Encuentro. El lema de esta edición será “La familia, el trabajo y la fiesta”.

Esta prioridad de la familia para la Iglesia no puede sorprender a nadie, ya que la familia, fundamentada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, es una institución muy importante para el bien de las personas. El Concilio Vaticano II afirma que “el bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana va unido estrechamente a la buena situación de la comunidad conyugal y familiar”. Esto significa que la buena salud de las familias es muy necesaria para la realización de las personas de los esposos y en especial de los hijos.

No cabe duda de que actualmente hay muchos factores, en la sociedad en general y en la nuestra en particular, que dificultan la armonía y la estabilidad de las familias.

La familia gozará de buena salud si la sociedad descubre los valores imprescindibles para que el hombre y la mujer, en la unión matrimonial y familiar, realicen plenamente su dignidad como personas. Y el primero de estos valores es el verdadero amor conyugal entendido como una entrega mutua de los esposos, un amor para siempre, repleto de fidelidad y abierto a la vida, a fin de construir una familia como íntima comunidad de vida y de amor.

El amor que la Iglesia tiene a las personas y a la sociedad la empuja a defender con energía la identidad del matrimonio y de la familia. En esta misión han destacado los últimos Papas, sobre todo Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Juan Pablo II, hace treinta años, ya puso la defensa y la promoción de la familia entre las tareas prioritarias de la Iglesia con la publicación de la exhortación apostólica Familiaris consortio.

De Benedicto XVI quisiera recordar que, durante su visita a Barcelona para la dedicación del templo de la Sagrada Familia, defendió la necesidad de ayudar a las familias “con adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización; para que el hombre y la mujer que contraen matrimonio y forman una familia sean de verdad apoyados por el Estado; para que se defienda la vida de los hijos como sagrada e inviolable desde el momento de su concepción; para que la natalidad sea dignificada, valorada y protegida jurídica, social y legislativamente”.

Por todo esto, repito que a nadie puede sorprender que la Iglesia se oponga  a todas las formas de negación de la vida humana y apoye todo aquello que pueda ayudar a la institución familiar.

Como nos dijo también Benedicto XVI en su homilía, “los patrocinadores del templo de la Sagrada Familia querían mostrar al mundo la belleza de la familia. Quería mostrar al mundo el amor, el trabajo y la entrega vividos ante Dios, como los vivieron la Sagrada Familia de Nazaret”. El gran signo de la basílica de la Sagrada Familia en medio de nuestra ciudad de Barcelona ha de ser un signo que nos comprometa a trabajar en favor del bien de nuestras familias.

   Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona

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