En el corazón del tiempo pascual celebramos las fiestas de los patronos de Cataluña: Sant Jordi y la Virgen de Montserrat. Es motivo de alegría para todos los que amamos esta tierra ya la vez es una expresión patente de las raíces cristianas de Cataluña. El nacimiento, la historia y la cultura de Cataluña están íntimamente empapados de cristianismo. Juan Pablo II, en 1988, en su discurso a los peregrinos catalanes en Roma con motivo del milenario del país, utilizando nuestra lengua, decía que «el cristianismo ha sido un elemento muy importante en la conformación de la identidad de Catalunya en estos mil años de su historia «.
Hoy, siguiendo una larga y venerable tradición, nos reunimos en esta entrañable capilla de San Jorge en el corazón de esta sede institucional de Catalunya para celebrar la misa, en conmemoración de nuestro Patrón y bendiciendo después las rosas que, junto con los libros, dan una configuración social y cultural a la fiesta de alguna manera son expresión del alma de nuestro pueblo catalán, el respeto y el amor a las personas que en esta fiesta se manifiesta ofreciendo la rosa a las personas queridas y el interés por la cultura que destruye fronteras y une pueblos y continentes, que se manifiesta en la difusión de las ediciones de libros que se compran y se regalan.
Los cristianos celebramos nuestros santos patronos sintiéndonos muy unidos con todos los hombres y mujeres de nuestro país, porque nos ayuda el testimonio de los primeros cristianos que querían y amaban y eran bien vistos de la gente, tal como hemos escuchado en la primera lectura.La presencia de Jesús resucitado en medio de nosotros, descrita en el evangelio que hemos escuchado, humaniza y diviniza nuestra vida y es una ayuda muy preciado para la convivencia social y para alcanzar el bien común del país.
Las fiestas de nuestros patrones nos hacen tomar mayor conciencia de nuestra identidad con una cultura y una lengua que han configurado nuestro pueblo catalán más que milenario, fundado sobre un fenómeno cultural que puede moldear a los individuos de las razas más diversas.
Hoy, ante los crecientes corrientes globalizadoras, es muy necesario tomar conciencia de la propia identidad. Estamos abocados, cada día más, a la convivencia con personas de otras culturas, etnias y religiones. Hay una acogida de los hermanos que dejando patria, cultura y familia por necesidades materiales vienen a nuestra casa. Sin embargo, la acogida humano y cristiano pide, también, que seamos fieles a nuestra identidad, que arraiga profundamente en el pasado y que es fecunda y capaz de enriquecerse y enriquecer a acogiendo a los forasteros.
Nuestra capacidad de acogida, de amor y de respeto a quienes vienen de fuera ha sido una característica muy peculiar. Cataluña, tierra de marca o de paso, desde el comienzo ha sido crisol capaz de incorporar a su proyecto de pueblo los que vienen del norte y del sur. «Somos frutos de diversas semillas», como afirmaba nuestro historiador. Por ello la inmigración debe ser para nosotros, más que un problema, una nueva oportunidad para enriquecer nuestra identidad irrenunciable y para enriquecer a los demás, encontrando un justo equilibrio y una justa armonía entre los derechos y obligaciones de quienes venden y de los que acogen.
La Iglesia debe ser fiel a la identidad que Jesucristo le ha dado al fundarse la. Sólo así es como puede amar de verdad a los hombres y mujeres de cada lugar y de cada generación y estar muy cerca de ellos, ofreciendo el tesoro que Jesús le ha confiado: la palabra de Dios, los sacramentos de vida nueva y el amor preferencial por los pobres y marginados.Este tesoro espiritual ha modelado los cristianos y cristianas de Cataluña durante siglos y siglos, los que han empleado y emplean hoy su vida para construir y hacer crecer nuestro pueblo en los valores espirituales, culturales, artísticos y sociales.
El próximo domingo, en la Basílica de Santa María del Mar y presididos por el Secretario de Estado de Su Santidad, el Cardenal Tarcisio Bertone, celebraremos la beatificación del P. Josep Tous i Soler, nacido en Igualada y fallecido en Barcelona, capuchino y sacerdote de esta archidiócesis, que fundó en el siglo XIX la Congregación de las Hermanas Capuchinas de la Madre del Divino Pastor, dedicada a la educación de las niñas y jóvenes muy necesario en aquellos años. Cataluña ha dado un buen número de santos y fundadores y fundadoras de familias religiosas que han prestado y prestan un valioso servicio al bien común de nuestra sociedad catalana y que enriquecen muchísimo la convivencia social de nuestros pueblos y ciudades.
La Iglesia en todo el occidente europeo y también en nuestro país tiene un reto prioritario que ha sido la gran invitación de nuestro Concilio Tarraconense de 1995: evangelizar nuestra sociedad.Esto pide un esfuerzo de comunión afectiva y efectiva entre todos. No hay duda de que la comunión eclesial de grupos y tendencias nos hace más aptos para la misión, para el diálogo y para el acercamiento a la realidad social y cultural de nuestro país. Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión es el gran reto que tenemos ante nosotros si queremos ser fieles al designio de Dios y responder a las profundas esperanzas del mundo.
En esta sede institucional es pertinente poner de relieve la grandeza de la actividad política. El Concilio Vaticano II ha afirmado que «la Iglesia considera digna de alabanza y de atención la labor de quienes se consagran al servicio de los hombres para alcanzar el bien común y aceptan las cargas de este servicio». Ya con anterioridad Pío XI, el Papa de la Acción Católica, afirmó que «nada, fuera de la religión, puede ser superior al terreno de lo que es la política, que hace referencia a los intereses de toda la sociedad y que, desde esta perspectiva
es el dominio por excelencia.excelencia de la forma más amplia de la caridad, la caridad política «. El compromiso político vivido con espíritu de servicio ha sido calificado como una «dura escuela de perfección» y como un «exigente ejercicio de virtud».
Benedicto XVI, en su encíclica «Dios es amor», dice que «el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política». La justicia no se conforma sólo en dar a cada uno lo que es suyo, sino que también tiende a crear entre los ciudadanos unas condiciones de igualdad en las oportunidades y, por eso mismo, búsqueda de favorecer a los pobres y marginados.
Este año 2010 es para Barcelona y para Cataluña muy importante ya que el Santo Padre Benedicto XVI, el 7 de noviembre, vendrá a Barcelona para consagrar el magnífico y universal Templo de la Sagrada Familia, auténtico patrimonio de la humanidad y referente en nuestra ciudad condal. Los dos eventos se unen y tendrán una solemnidad y universalidad bien patentes.Nos tenemos que preparar espiritualmente para acoger al Santo Padre, agradeciéndole su generosidad y benevolencia en aceptar la invitación que le hice. En esta capilla de Sant Jordi en el Palau de la Generalitat de Catalunya me complace decir que nos sentimos muy satisfechos por poder recibir al Papa y para que presida la consagración de nuestro querido Templo de la Sagrada Familia. Para la tradición cristiana de Cataluña ha tenido una especial significación la incorporación en el credo catalán del término «romana» para calificar la Iglesia. Conscientes de la rica comunión con el sucesor de Pedro, los obispos de Cataluña decíamos que «queremos reafirmar esta conciencia de catolicidad y, por tanto, de comunión de nuestras Iglesias diocesanas con el que« preside la Iglesia en la caridad »: el obispo de Roma, sucesor de Pedro «. Esta visita del Santo Padre contribuirá muy positivamente y así podremos también enriquecer nuestra más que milenaria identidad, muy necesaria hoy.
Que san Jorge tan presente en nuestra casa ya tantos países del mundo nos proteja y bendiga a todos. Amen.