El invierno demográfico de Europa

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(Domingo, 27/02/2011)

La Iglesia católica ha manifestado su preocupación por el bajón de la natalidad en nuestro continente. Es lo que ya se llama el invierno demográfico de Europa. La preocupación por este fenómeno es muy general, hasta el punto de que el Parlamento europeo, como respuesta a este fenómeno, ha estudiado un proyecto de ley destinado a ampliar las vacaciones por maternidad.

El Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas (CCEE), en su reunión del pasado otoño celebrada en Zagreb (Croacia), también manifestó su inquietud ante este hecho. El cardenal Péter Erdö, arzobispo de Esztergom-Budapest y presidente de este Consejo, al acabar la reunión dijo: “Hace ya tiempo que la Iglesia católica pone en guardia sobre el hecho de que en Occidente una catástrofe social y cultural se esconde tras el bajón de la natalidad”.

Los hechos principales que llevan a esta grave advertencia son: el índice actual de natalidad (de 1’5 hijo por cada mujer) no garantiza la renovación generacional; el descenso numérico de la población y su progresivo envejecimiento; el futuro problemático de las pensiones, tema de debate público entre nosotros.

El cardenal Jean-Pierre Ricard, arzobispo de Burdeos y vicepresidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa, en un comunicado publicado a su retorno de la reunión de Zagreb, ha dicho que la actual crisis demográfica pone ante nuestros ojos tres problemas principales.

El primero es el problema social masivo del aborto que el arzobispo francés cuantifica así: tres millones de abortos cada año, sobre ocho millones de nacimientos en toda Europa. Es bien conocida la postura de la Iglesia sobre este punto y Benedicto XVI insiste una y otra vez sobre el respeto a la vida humana. En las palabras que pronunció en la Sagrada Familia, el pasado 7 de noviembre, antes de la oración del Angelus, el Papa reafirmó “la dignidad y el valor primordial del matrimonio y la familia, esperanza de la humanidad, en la que la vida humana encuentra acogida, desde su concepción a su declive natural”. Y en la homilía de la misa de dedicación de la basílica, el Santo Padre –con una expresión muy equilibrada y que me parece no fue muy bien entendida- pidió unas “adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización”.

El segundo problema, en palabras del arzobispo de Burdeos, es “la insuficiencia del apoyo social, financiero y educativo aportado a las familias, a las mujeres que trabajan y quisieran tener un hijo”. Ante la insuficiencia de estas medidas, la Iglesia pide ayudas concretas y eficaces. En sus palabras en la Sagrada Familia, Benedicto XVI utilizó unos términos muy precisos al pedir que “la natalidad sea dignificada, valorada y apoyada jurídica, social y legislativamente”. Ésta es, también en nuestro país, una grave asignatura pendiente.

El tercer problema es el de la mentalidad social. El comunicado del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa dice que una de las causas de la crisis demográfica es también “el clima cultural dominante en nuestras sociedades: una cultura egoísta y relativista, orientada únicamente hacia el bienestar material momentáneo”. Se ha dicho que Europa tiene una natalidad tan baja porque vive una crisis de esperanza. Han de ser sobre todo las minorías creativas, y en este caso las familias cristianas generosas, las que nos ayuden a salir de esta crisis de esperanza.

  Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona

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