Carta dominical | Tú eres Pedro

En los relatos evangélicos de la vocación o llamada de los apóstoles nos impresionan muchas cosas. Nos impresiona, por ejemplo, ver cómo la iniciativa es del Señor; cómo no es llamado el mejor, el más preparado, el más inteligente, sino que el Señor llama al que quiere; y cómo este es agregado al grupo llamado colegio apostólico.
Así aconteció con Pedro, el pescador de Galilea. El Señor fijó su mirada en él y le dijo: “Ven y sígueme”. Él dejó la barca y todas sus pertenencias, se marchó con Jesús, se unió al resto de los apóstoles y pasó de pescador de peces a pescador de hombres. A él, al viejo pescador de Cafarnaún, el Señor le confió el timón de una barca nueva: la Iglesia naciente: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia…” (Mt 16,18). Pedro no era, ciertamente, el mejor ni el más preparado, pero el Señor le confió el ministerio de la primacía, que consiste fundamentalmente en un servicio total al Pueblo de Dios, para que todos sus miembros vivan en comunión con Dios y en comunión entre ellos.
El sucesor de Pedro, el que lleva el anillo del Pescador, es el Sumo Pontífice, el Obispo de Roma. El es, en palabras del Concilio Vaticano II, “el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de fieles. El tiene en la Iglesia, en virtud de su función de vicario de Cristo y pastor de toda la Iglesia, la potestad suprema, plena, inmediata y universal para cuidar de las almas” (Decreto sobre el deber pastoral de los obispos, Ch.D., nº 2). El papa Francisco ha sido, como Pedro y los demás apóstoles, llamado, elegido, puesto por el Señor en medio de la Iglesia, para ejercer el ministerio de santificar, enseñar y gobernar. Qué bien se expresa ese ministerio cuando se le dice al obispo en la celebración de su ordenación: “Proclama la Palabra de Dios a tiempo y a destiempo; exhorta con toda paciencia y deseo de instruir. En la oración y en el sacrificio eucarístico pide abundancia y diversidad de gracias, para que el pueblo a ti encomendado participe de la plenitud de Cristo. Cuida y dirige la Iglesia que se te confía, y sé fiel dispensador de los misterios de Cristo. Elegido por el Padre para el cuidado de su familia, ten siempre ante tus ojos al buen Pastor, que conoce a sus ovejas y es conocido por ellas, y no dudó en dar su vida por el rebaño.” (Cfr. Ritual de Ordenación de Obispos) ¿No es eso lo que vive y transmite el Papa en su actividad pastoral?
El día 29 de junio hemos celebrado la fiesta de San Pedro y San Pablo: demos gracias por el don y ministerio del Sumo Pontífice. Detrás de su vida y su persona, detrás de su trabajo y de sus escritos, descubrimos un apóstol seducido por el Absoluto y apasionado defensor de la dignidad de todo ser humano. Era consciente, el día de su elección, que caía sobre sus hombros una gran responsabilidad, pero no se echó atrás. En él descubrimos la confianza de Pedro, y de toda la Iglesia, que dice: “Fiado en tu palabra, echaré las redes”. (Lc 5,5)
Ante su ejemplo de entrega a Dios y a todas las iglesias, pidamos al Señor que nos conceda a todos, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, la confianza y la valentía necesarias para seguir anunciando, como él lo hace, “las maravillas del Señor” (1Cr 16,9) en toda circunstancia, en medio de las diversas situaciones que nos tocan vivir en nuestro mundo. Con nuestra confianza puesta en el Señor, no podemos acobardarnos ante las dificultades ni cansarnos de ser apóstoles humildes y valientes en medio de nuestro mundo.
¡Que Dios os bendiga a todos!
+ Juan José Omella Omella
Arzobispo de Barcelona
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