Carta dominical | «Toda la Creación en el corazón de María»

En medio del verano, el 15 de agosto, hay la fiesta de la Asunción de María, una fiesta profundamente enraizada en la tradición popular, en la que muchas poblaciones de Cataluña celebran su fiesta mayor o al menos la fiesta mayor del verano.
Del gran teólogo que es Benedicto XVI, el Papa emérito, recuerdo unas reflexiones sobre esta fiesta mariana. En las breves palabras a la hora del ángelus del 15 de agosto de 2005, dijo: «En esta solemnidad de la Asunción de la Virgen, contemplamos el misterio del tránsito de María de este mundo al Paraíso; podríamos decir que celebramos su “pascua”. Como Cristo fue resucitado de entre los muertos con su cuerpo glorioso y subió al cielo, así también la Virgen Santísima, a él plenamente asociada, fue elevada a la gloria celestial con toda su persona. También en esto la Virgen sigue más de cerca a su Hijo y nos precedió a todos nosotros. Junto con Jesús, nuevo Adán, que es la primicia de los resucitados (cf. 1 Co 15,20.23), la Virgen, nueva Eva, aparece como «figura y primicia de la Iglesia y señal de esperanza cierta” para todos los cristianos en su peregrinación terrena (cf. Lumen gentium, 68)». A partir de sus palabras podríamos resumir el contenido de esta solemnidad con una fórmula tan breve como profunda: la Asunción es la Pascua de María.
Ante esta afirmación, podemos dar un paso más y preguntarnos: ¿qué aporta a nuestro camino, a nuestra vida, la Asunción de María? El papa Benedicto XVI responde a esta pregunta en la homilía que pronunció en la misa que celebró en la parroquia de San Tomás de Villanueva, de Castelgandolfo, el 15 de agosto de 2012: «en la Asunción vemos que en Dios hay espacio para el hombre; Dios mismo es la casa con muchas moradas de la que habla Jesús (cf. Jn 14, 2); Dios es la casa del hombre […] Y María, uniéndose a Dios, unida a él, no se aleja de nosotros, no va a una galaxia desconocida. […] i María, unida a Dios, participa de la presencia de Dios, está muy cerca de nosotros, de cada uno de nosotros».
María, a pesar de su Asunción, no deja de ser nuestra madre. En los tiempos del Concilio Vaticano II, el papa Pablo VI dijo: «la Iglesia tiene necesidad de una Madre», y así justificó el título mariano promulgado por él: «María, Madre de la Iglesia». Hoy podemos decir con fuerza que el mundo tiene necesidad de una Madre. Rogamos al Señor que haga de María la madre de todos los pueblos, la madre de todos los creyentes, la madre de todo el mundo y de toda la creación.
En este sentido, Benedicto XVI, en su homilía del 15 de agosto de 2012, dijo unas palabras que apuntan al título de santa María como madre de todo el mundo: «María, totalmente unida a Dios, tiene un corazón tan grande que toda la creación puede entrar en él […] María está cerca, puede escuchar, puede ayudar, está cerca de todos nosotros».
No andamos en el vacío, sino que somos esperados. Dios nos espera y encontraremos, yendo al otro mundo, la bondad de la Madre, encontraremos a los nuestros, encontraremos el amor eterno. Dios nos espera: esta es nuestra alegría y la gran esperanza que nace justamente de esta fiesta. María, ya asunta en el cielo, se ha adelantado a todos nosotros, pero no nos deja huérfanos, sino que vela por todos y cada uno de nosotros.
Cardenal Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona
Escucha la carta dominical en la voz del arzobispo metropolitano de Barcelona.