Venezuela, en estado de emergencia

El obispo venezolano Mons. Juan Carlos Bravo explica la situación de su diócesis después del lanzamiento de la campaña de Ayuda a la Iglesia Necesitada para socorrer al país

Mons. Juan Carlos Bravo, obispo de la diócesis de Acarigua-Araure, Venezuela. A sus 54 años es uno de los prelados más jóvenes del país, así como uno de los más queridos. Un obispo comprometido con su pueblo que pasó 15 años en las periferias. Estaba tan anclado a su pueblo que se negó varias veces a ser obispo hasta que aceptó “por obediencia” tal como él mismo comenta. Mons. Bravo es un ejemplo de Iglesia en salida y es que el mismo día de su nombramiento como obispo lo dejó todo para ayudar a los más necesitados.

Campaña: Contigo Venezuela

  El obispo de la segunda diócesis más importante de Venezuela vino a Barcelona para hablar de la campaña de emergencia que ha lanzado Ayuda a la Iglesia Necesitada. Una campaña dirigida a recaudar fondos para las parroquias venezolanas. Muchísimas iglesias se han convertido en centros de salud, comedores y hasta farmacias que ayudan a las personas más pobres. Unas iniciativas que convierten los templos, no solo en lugares espirituales si no también en lugares protegidos donde los pobres pueden descansar, comer y reponer fuerzas.

Asimismo, Ayuda a la Iglesia Necesitada quiere dar subsistencia “a más de 1.285 sacerdotes de prácticamente todas las diócesis de Venezuela a través de los donativos por estipendios de misas. Así como a las religiosas de las numerosas congregaciones que han decidido quedarse en el país para ayudar en todo lo posible” aseguran desde la organización. «Las parroquias se han transformado en un nuevo belén que alimenta, no solo de comida, de medicina, de dignidad; sino que también fortalece el espíritu de cada persona que entra» ha asegurado el obispo venezolano.

El 15% de la población ha huido del país, el 30% de los niños sufre desnutrición y casi medio millón de enfermos crónicos no tienen acceso a medicamentos. Además el 50% de la población no recibe agua en sus hogares con regularidad. Con estos datos tan desoladores, Mons. Bravo, ha comentado como la Iglesia está por y para el pueblo venezolano. “La Navidad en Venezuela es comprender que Dios se ha hecho pan, porque es el pan vivo bajado del cielo que ha venido para darnos vida en abundancia” aseguraba el obispo venezolano.

Una vida ligada a la gente

Mons. Bravo estuvo quince años en un pequeño pueblo de las periferias donde no había desde hacía décadas ningún sacerdote asignado. Un pueblo con delincuencia y alcoholismo pero donde el, ahora obispo, fue acogido y admirado. Tanto es así que cuando le quisieron nombrar obispo su pueblo le pidió que no se fuera y Bravo se negó más de una vez a aceptar la proposición del Papa. Aunque para él fuera una gran renuncia, “finalmente acepté por obediencia” relata. Con el obispo de Acarigua-Araure el papa Francisco dio otro paso más allá en su propuesta frente a la necesidad de que los obispos sean hombres de pastoral, hombres de fe que estuvieran en las periferias.

Un nombramiento accidentado

El 24 de octubre de 2015, el pueblo de Acarigua se preparaba para una gran fiesta, el nombramiento de su nuevo obispo. Días antes de su toma de posesión hubo una enorme crecida del río que se tornó en una gran desgracia para la zona. “Había más de ochenta familias damnificadas” explica Mons. Bravo. Por eso, en la misa de su nombramiento Mons. Juan Carlos Bravo pidió a todos los presentes, no solo al pueblo, también a los obispos y curas que se hiciera una gran recolecta para los damnificados. Justo después ser recogió la sotana y fue personalmente a llevar el dinero recaudado. “Lo que más me agradó no fue el dinero, sino que la comida que hicieron para los invitados fue la que comieron todos los damnificados ese día. Así es la Eucaristía, todos vamos a la misma mesa”.

Además, de camino hacia el Río Acarigua, el coche se estropeó así que aún con la sotana puesta, el ya obispo salió del vehículo y ayudó a empujar para que volviera a arrancar.  Una anécdota que demuestra que el obispo venezolano es una persona cercana y de pastoral que cree en la Iglesia de la gente.

Dada la situación económica de Venezuela, mucha gente va a los basureros a recoger latas y restos de comida para sus familias, así como objetos metálicos para venderlos y conseguir algo de dinero para sobrevivir. Mons. Bravo acude todas las semanas a este basurero y hasta en su entorno se han creado comunidades de personas a las que atiende, escucha, acompaña, apoya a las familias.

La historia detrás de las pertenencias de obispo de Mons. Bravo

La humildad y cercanía de Mons. Bravo son claros ejemplos de sencillez para la Iglesia actual. Algo que se refleja en sus pertenencias de obispo, ninguna nueva y todas con una gran historia detrás. Su anillo de obispo lo hizo fundiendo los anillos matrimoniales de sus padres. “Estuvieron sesenta años casados. Para mí es un ejemplo de fidelidad, y como el obispo se casa con su diócesis, creo que no pude encontrar mejor símbolo de aquellos que durante su vida fueron fieles en su amor”. La cruz – de madera- también tiene una gran historia. “La hizo un señor de Acarigua y tiene tres signos: El pesebre –misterio de Dios encarnado- la cruz –misterio de Dios crucificado- y el sagrario –misterio de Dios resucitado- y así quiero vivir mi ministerio” finaliza Mons. Bravo.

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