«La belleza de la música despierta en la persona algo que te acerca directamente al Señor»
Entrevista a Aida Espelt veterana como maestro en los Encuentros de Animadores de Canto para la Liturgia de Montserrat

La música es “vital” en la vida de Aida Espelt. De hecho, considera que la belleza, “no sólo de la música, sino del arte, de la naturaleza, de todas las cosas, esa belleza que te impacta, que te llega al corazón, despiertan en la persona algo que te acerca directamente al Señor”. Madre de familia numerosa -6 hijos-, maestra y directora de coros, Aida lleva 30 años participando en los Encuentros de Animadores de Canto para la Liturgia de Montserrat, ahora como directora de algunos de los Encuentros de cada verano.
¿Qué te aporta la música, y en concreto el canto coral litúrgico?
Para alguien para quien la música es vital, como es mi caso, ésta se convierte en un canal privilegiado. La Iglesia es sabia y la liturgia está muy bien pensada. Si realmente estamos atentos y llegamos a entender la grandeza de cada momento, y la música es bonita y bien hecha, se hace del todo real aquella frase de San Agustín de “quien canta ruega dos veces”. La música puede llegar a ser una provocación en el corazón. Eso sí, depende de la libertad de cada uno profundizar en ese deseo y en esta provocación y ver quién le ha puesto en el corazón o quedarse en el plano meramente estético. En una celebración litúrgica esto se hace evidente.
Entrar en contacto con Montserrat te supuso un proceso de conversión. ¿Cómo lo viviste?
Yo era muy jovencita cuando fui por primera vez: tenía justo 15 años. Me impactó enormemente, sobre todo, la vida monástica; y me interpeló y hacerme preguntar las razones que llevaban a personas a una radicalidad de vida tan grande. Esto, junto con la belleza de la oración litúrgica, hicieron que me enamorara de la fe cristiana y se encendiera en mí el deseo de una vida verdadera y entregada.
¿Qué tenía P. Gregori Estrada, que te llegó al corazón?
El P. Gregori es seguramente una de las personas que he admirado nunca. Lo conocí ya mayor, pero lo recuerdo como un Maestro: paciente, pero firme; sabio, pero capaz de ir a encontrar a cada alumno al punto donde estaba. Lo recuerdo como monje, por cómo vivía y entendía la obediencia; por su recorrido como músico, por todo lo que sabía y por todo lo que seguía estudiando, porque decía que nunca sabía suficiente; pero, sobre todo, por su fe.
Entrevista realizada por Òscar Bardají y Martín por la Hoja Dominical del 4 de octubre.