Homilía del Cardenal Omella en la misa funeral de Mons. Antoni Vadell Ferrer
Consulta la homilía predicada por el arzobispo de Barcelona, Card. Juan José Omella, en la misa funeral del Obispo Toni

Es siempre doloroso enterrar a una persona querida. Hoy se nos rompe el corazón ante la muerte de nuestro querido Obispo Auxiliar de Barcelona, Mons. Toni Vadell Ferrer. Y la pregunta que muchos de nosotros nos hacemos ante la muerte de nuestro pastor, hermano y amigo es: «¿Por qué tan pronto? ¿Por qué el Señor no ha escuchado nuestras peticiones?».
Y no tenemos respuesta. Sin embargo, en el silencio de la oración, en la paz del diálogo amoroso con el Señor, hay una luz que puede iluminar nuestras dudas y nuestros dolores. En la Biblia, encontramos esa luz en la respuesta que da Job a quienes le torturan con ese tipo de preguntas. Job, ante la dura situación de haberlo perdido todo (bienes, hijos, casa, salud) con inmensa fe y confianza dice: «El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; bendito sea el nombre del Señor» (Job 1,21). ¿No es esa también la luz que nos alumbra en estos momentos? Sí, hermanos, el Señor nos regaló la presencia de nuestro querido Toni Vadell y ahora se lo lleva con Él. Podemos decir en verdad que todo viene de Dios y todo vuelve a Él. Cuesta, a veces, entenderlo, pero el Señor sabe darnos siempre lo que más nos conviene.
Nuestro hermano Toni se ha ido al encuentro del Padre, de la mano de Jesucristo, principio y fin de la historia, en el amor sin medida del Espíritu Santo. El misterio de Dios fue el fundamento y la roca sobre la cual se ha edificado sólidamente la vida del bisbe Toni, y sobre la que se apoya también la vida de toda la Iglesia, la de todos los fieles e incluso la de aquellos que niegan a Dios o no le conocen.
Tanto el obispo Toni, como todos los sacerdotes que he conocido en nuestra Diócesis afectados por la enfermedad, la han sabido llevar con gran dignidad humana y creyente, dándonos un ejemplo admirable de cómo debemos ponernos en las manos de Dios aceptando siempre su voluntad. Especialmente en este tiempo de pandemia cuando el contacto personal ha quedado tan restringido y los momentos de soledad son muy frecuentes.
En el obispo Toni, he podido descubrir una profunda espiritualidad, fundamentada en el misterio pascual, en la Cruz de Cristo Resucitado, signo de renuncia y de amor; y también una profunda espiritualidad apostólica, al estilo de San Juan de Ávila, patrón de los sacerdotes españoles, a quien trató siempre de imitar en el seguimiento a Cristo.
De san Juan de Ávila se dice que antes de morir «invocó a la Virgen con el Recordare, Virgo Mater… Y una de sus últimas palabras, mirando el crucifijo, fue “ya no tengo pena de este negocio”. Era el 10 de mayo de 1569. Santa Teresa de Jesús, al enterarse de la muerte de Juan de Ávila, se puso a llorar y, preguntándole la causa, dijo: “Lloro porque pierde la Iglesia de Dios una gran columna”».
El obispo Toni decía que, cuando le comunicaron que tenía un tumor en el páncreas, puso su vida totalmente en las manos del Señor y que, aunque le dolía pensar que ese tumor pudiese llevarle a la muerte, en la oración sentía como nunca la cercanía de Dios, el consuelo del Señor.
El bisbe Toni, hombre de fe recia, también ha mirado al crucificado a lo largo de su enfermedad y, especialmente, en estos últimos tiempos. Unió su dolor al de Cristo, poniendo en sus manos su vida y todo su ser. Y me atrevo a decir, en palabras de santa Teresa, que también el Arzobispo, los Obispos Auxiliares y toda la Archidiócesis llora, porque perdemos una «gran columna», y yo, personalmente, pierdo no solo una gran ayuda en mi ministerio pastoral, sino sobre todo un hermano pequeño al que quiero de corazón.
Y me pregunto: ¿qué nos diría Toni en un momento como éste? ¿cuál sería su enseñanza catequética? Él tenía muchos recursos para mostrar el mensaje de Jesús. Era un muy buen comunicador. Seguro que, como él solía hacer muchas veces, nos sugeriría una imagen o una metáfora a través de la cual iría mostrándonos cómo ser mejores laicos, consagrados, diáconos, presbíteros y obispos. No sé qué imagen o metáfora pondría ante nuestros ojos porque siempre nos sorprendía en sus catequesis y predicaciones. Sin embargo, me atrevo a decir que elegiría dos iconos: Cristo en el lagar y la Virgen de Lluc.
Cristo en el lagar: esto es, en el recipiente donde se pisa o prensa la uva para obtener el mosto. En ese cuadro podemos contemplar el amor que Dios Padre tiene por nosotros, que no se conforma con enviar a su Hijo sino que, como describe la pintura, lo «tritura», haciéndolo vino para que, permaneciendo con nosotros, podamos decir: «Él se entrega por mí y yo me entrego por Él».
Sí, nuestro obispo Toni ha querido vivir su sacerdocio haciéndose pan, alimento, para los demás. Se ha dejado triturar y ha querido hacer suyas esas hermosas palabras: si Cristo se entrega por mí, yo me entrego por Él y por la Iglesia que peregrina en Barcelona. Me decía un día en el hospital: «Estoy muy flojo, no tengo fuerzas, el mal va avanzando. Crece el tumor. Solo queda como remedio el milagro, si es la voluntad de Dios. Me abandono en sus manos. Mi oración es la ofrenda de mi vida al Señor por la Iglesia, por la Diócesis».
Escuchándole, recordé las palabras de San Pablo que proclamábamos el día de la fiesta de san Fructuoso, Obispo y mártir. Decía así: «Pues yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He combatido en el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día.» (2Tim 4, 6-8a)
Virgen de Lluc: le gustaba mucho contemplar a la Virgen de Lluc, patrona de Mallorca. Sabía ponerse en sus manos como un niño se pone en el regazo de su madre. Y le rezaba:
Mare de Déu, que en la imatge de Lluc,
fóreu coronada com a Reina i Mare de Mallorca,
seguiu demanant l’Esperit per a la nostra Església
i mostrant el vostre Fill amb l’Evangeli obert.
Ensenyau-nos a estojar-lo com Vós dins el cor
per obeir sempre tot allò que Ell digui, i,
talment com Vós, solament serem esclaus del Senyor.
Mare de Déu de Lluc,
que regnau dins el cor de la muntanya
on sentiu de prop els batecs dels vostres fills,
obteniu-nos el gran do de la unitat per damunt de les diferències
i així el món creurà en el Déu que és Amor.
Model dels creients i profetessa d’un poble nou,
«conservau-nos fe i llenguatge»,
eixamplau espais de llibertat i solidaritat, de justícia i de pau.
on els humils seran exalçats i plens de béns els pobres.
I si el dolor ens travessa l’ànima,
manteniu-nos drets vora la creu de Jesús,
compartint el vostre coratge de redempció,
escampant esperança als qui sofreixen
i servint fins a donar la vida pels amics.
Mare de Jesús i de l’Església,
vetllau nit i dia per Mallorca i les Illes germanes.
Encara més, obriu-nos cap a horitzons més amples
per tal d’anunciar la Bona Nova arreu del món.
Mentre seguirem les vostres petjades,
es farà la voluntat del Pare,
com l’acomplí el vostre Fill Jesucrist,
moguts per l’amor de l’Esperit. Amén.
¡Cuántas veces rezó a la Virgen de Lluc nuestro querido Toni! Hoy ante nuestra Madre, la Virgen María, rezamos y le pedimos que vuelva sus ojos misericordiosos hacia Toni, su madre, su hermano, su sobrina y toda su familia y que les muestre el fruto bendito de su vientre, Jesús nuestro Salvador. Y que, por los méritos de la Pasión y Resurrección de Jesucristo, sea purificado de todos sus pecados y resucite a la vida sin fin.
Como pueblo de Dios que peregrina en Barcelona, proclamamos con fe que Cristo ha vencido a la muerte, que el Resucitado vive y está en medio de nosotros, que en Él viven también, misteriosamente, pero realmente, nuestros difuntos, y que en Él viviremos para siempre. Decimos con fe viva: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús (de la Plegaria Eucarística)».
Le pedimos, también, que os conceda la paz, la esperanza y el consuelo a vosotros: Antonia, su madre, a su hermano Joan, a su sobrina, a todos los familiares y amigos. Que el Señor os recompense por todo el cariño con el que habéis tratado a Toni durante su enfermedad. Gracias a todos los que habéis estado cerca de él, le habéis acompañado físicamente y con vuestras oraciones. Gracias por vuestro testimonio y vuestra generosa entrega.
Estoy seguro que podemos aplicar a nuestro querido Toni las palabras que dijo San Juan de Ávila al final de su vida:
«Tú, Señor, lo sabes. No me turbaron las palabras de los que de mí murmuraban, de los que mal sentían y decían de mí y de los que me contradecían, porque yo te seguía a Ti, Pastor bueno, Pastor amoroso. Después que te seguí no deseé cosas de este mundo; no busqué favores de hombres ni riquezas que los hombres suelen desear, ni otra cosa que, según hombre pudiera procurarme y desear. Tú, Señor, lo sabes que digo verdad, cuán de buena gana dejé todo lo que tenía y todo lo que pudiera tener por seguirte a ti, Señor mío, Pastor mío, Bien mío».
Toni, hermano, que Dios te bendiga y te guarde. Descansa en paz y sigue trabajando desde el cielo mientras nosotros avanzamos por este valle de lágrimas.
† Card. Juan José Omella Omella
Arzobispo de Barcelona