«Fratelli tutti», la encíclica social del papa Francisco
La tercera carta Encíclica del Pontífice pretende promover una aspiración mundial a la fraternidad y la amistad social

Se ha publicado la tercera carta Encíclica del papa Francisco “Fratelli tutti”. El Santo Padre la define como la «Encíclica social» porque toma su título de san Francisco de Asís que así las escribía «para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio». Esta nueva Encíclica pretende responder a la cuestión sobre los grandes ideales así como los caminos a recorrer para aquellos que quieren construir «un mundo más justo y fraterno en sus relaciones cotidianas, en la vida social, en la política y en las instituciones».
Conseguir la fraternidad
La Encíclica pretende «promover una aspiración mundial a la fraternidad y la amistad social». Su premisa corresponde a la pertenencia común a la familia, el hecho de reconocernos como hermanos denota que somos hijos del mismo Dios. Por tanto, el papa Francisco pide tomar consciencia de que en un mundo como el actual que está globalizado e interconectado solo podemos encontrar el camino unidos. «Este santo del amor fraterno, de la sencillez y de la alegría, que me inspiró a escribir la encíclica Laudato si’, vuelve a motivarme para dedicar esta nueva encíclica a la fraternidad y a la amistad social».
Para el Papa esta fraternidad debe promoverse con hechos y para hacerlo necesita de una mejor política que sepa encontrar soluciones a todo aquello que atente contra los derechos humanos y esté dirigida a «eliminar definitivamente el hambre y la trata». Por tanto, el Santo Padre asegura que un mundo más justo se consigue promoviendo la paz.
Referencia a la pandemia
Asimismo la Encíclica también hace referencia a la pandemia de la Covid-19. El Papa escribe que estaba «redactando esta carta, irrumpió de manera inesperada la pandemia. Más allá de las diversas respuestas que dieron los distintos países, se evidenció la incapacidad de actuar conjuntamente –asegura el Santo Padre- A pesar de estar hiperconectados, existía una fragmentación que volvía más difícil resolver los problemas que nos afectan a todos» Por tanto, el papa Francisco ha pedido que «reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad». También ha demandado que «soñemos como una única humanidad».
Las sombras de un mundo cerrado
La Encíclica dividida en ocho capítulos recoge muchas de las reflexiones sobre la fraternidad y la amistad social pero «colocadas en un contexto más amplio y complementadas por numerosos documentos y cartas enviados a Francisco por tantas personas y grupos de todo el mundo».
En el primer capítulo, el documento se centra en las numerosas distorsiones de la época contemporánea: la manipulación y la deformación de conceptos como democracia, libertad o justicia; la pérdida del sentido de lo social y de la historia; el egoísmo y la falta de interés por el bien común; la prevalencia de una lógica de mercado basada en el lucro y la cultura del descarte; el desempleo, el racismo, la pobreza; la desigualdad de derechos y sus aberraciones, como la esclavitud, la trata, las mujeres sometidas y luego obligadas a abortar, y el tráfico de órganos.
Luchar para derrocar la cultura de los muros
Se trata de «problemas globales que requieren acciones globales», afirma el Papa, pidiendo luchar en contra de una «cultura de los muros que provoca la soledad, los miedos y la inseguridad de tantas personas que se sienten abandonadas por el sistema, hacen que se vaya creando un terreno fértil para las mafias». Asimismo habla del «deterioro de la ética que condiciona la acción internacional, y un debilitamiento de los valores espirituales y del sentido de responsabilidad». Un deterioro al que contribuyen los medios de comunicación que hacen pedazos el respeto por el otro y, de esa manera, «al mismo tiempo que lo desplazo, lo ignoro y lo mantengo lejos, sin pudor alguno puedo invadir su vida hasta el extremo» asegura el Papa.
Un extraño en el camino
El segundo capítulo, está dedicado a la figura del Buen Samaritano. El Papa destaca que vivimos «en una sociedad enferma que da la espalda al dolor y es analfabeta en el cuidado de los débiles y frágiles». Por tanto, «la propuesta es la de hacerse presentes ante el que necesita ayuda, sin importar si es parte del propio círculo de pertenencia. En este caso, el samaritano fue quien se hizo prójimo del judío herido. Para volverse cercano y presente, atravesó todas las barreras culturales e históricas».
Pensar y gestar un mundo abierto
El principio de la capacidad de amar según «una dimensión universal», coge relieve en el tercer capítulo en él, Francisco exhorta a «salir de sí mismo para hallar en otro un crecimiento de su ser». Por tanto el Santo Padre asegura que «el amor nos pone finalmente en tensión hacia la comunión universal. Nadie madura ni alcanza su plenitud aislándose. Por su propia dinámica, el amor reclama una creciente apertura, mayor capacidad de acoger a otros, en una aventura nunca acabada que integra todas las periferias hacia un pleno sentido de pertenencia mutua».
Promover la educación
Una sociedad fraternal será aquella que promueva la educación y el diálogo pero hay un problema, «el individualismo radical es el virus más difícil de vencer». Asimismo asegura que «todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por ningún país». Para vencer a este individualismo el papa Francisco exige «el compromiso de todos aquellos que tienen responsabilidades educativas y formativas» y pide respeto hacia una «misión educativa primaria e imprescindible» que transmiten «los valores del amor y de la fraternidad, de la convivencia y del compartir, de la atención y del cuidado del otro». Además hace falta una solidaridad que se ocupe de la fragilidad de las personas.
El derecho a vivir con dignidad no puede ser negado a nadie. El Papa asegura que «nadie puede quedar excluido, no importa dónde haya nacido». El Pontífice recuerda que hay que pensar en «una nueva red en las relaciones internacionales, porque no hay modo de resolver los graves problemas del mundo pensando sólo en formas de ayuda mutua entre individuos o pequeños grupos». Por lo tanto, el derecho natural a la propiedad privada será secundario respecto al principio del destino universal de los bienes creados. La Encíclica también subraya de manera específica la cuestión de la deuda externa que debe ser pagada.
Un corazón abierto al mundo entero
El cuarto capítulo, así como parte del segundo, habla sobre un tema de lo más trascendental en nuestro mundo, las migraciones. «Huyendo de guerras, persecuciones, desastres naturales, traficantes sin escrúpulos, desarraigados de sus comunidades de origen, los migrantes deben ser acogidos, protegidos, promovidos e integrados» asegura el Papa que propone evitar migraciones innecesarias, pero para hacerlo se deben crear en los países de origen «la posibilidad efectiva de vivir y de crecer con dignidad, de manera que se puedan encontrar allí mismo las condiciones para el propio desarrollo integral».
Respuestas a los que escapan de las crisis humanitarias
Por eso, el papa quiere dar respuestas indispensables, sobre todo a los que escapan de las crisis humanitarias: «incrementar y simplificar la concesión de visados, adoptar programas de patrocinio privado y comunitario; abrir corredores humanitarios para los refugiados más vulnerables; ofrecer un alojamiento adecuado y decoroso, garantizar la seguridad personal y el acceso a los servicios básicos; asegurar una adecuada asistencia consular; el derecho a tener siempre consigo los documentos personales de identidad, un acceso equitativo a la justicia; la posibilidad de abrir cuentas bancarias y la garantía de lo básico para la subsistencia vital; darles libertad de movimiento y la posibilidad de trabajar; proteger a los menores de edad y asegurarles el acceso regular a la educación; prever programas de custodia temporal o de acogida, garantizar la libertad religiosa; promover su inserción social, favorecer la reagrupación familiar y preparar a las comunidades locales para los procesos integrativos».
El Papa también invita a «establecer el concepto de “ciudadanía plena” y renunciar al uso discriminatorio de la palabra minorías, que trae consigo las semillas de sentirse aislado e inferior». En definitiva «las respuestas sólo vendrán como fruto de un trabajo común», gestando una legislación (governance) global para las migraciones».
Según el Pontífice, «hay una falsa apertura a lo universal» pero asegura que «no es posible ser sanamente local sin una sincera y amable apertura a lo universal, sin dejarse interpelar por lo que sucede en otras partes, sin dejarse enriquecer por otras culturas o sin solidarizarse con los dramas de los demás pueblos». Porque «toda cultura sana es abierta y acogedora por naturaleza, de tal modo que una cultura sin valores universales no es una verdadera cultura»
La mejor política
El tema del quinto capítulo el de conseguir la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común. Define la palabra «pueblo» comúnmente desfigurada por el populismo que lo instrumentaliza para su propio servicio. Asimismo asegura que esta categoría es abierta: «Un pueblo vivo, dinámico y con futuro es el que está abierto permanentemente a nuevas síntesis incorporando al diferente».
La mejor política es también implica el tema del trabajo. «Lo verdaderamente popular es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo»
También es tarea de la política encontrar una solución a todo lo que atente contra los derechos humanos fundamentales, como la exclusión social; el tráfico de órganos, tejidos, armas y drogas; la explotación sexual; el trabajo esclavo; el terrorismo y el crimen organizado. El Papa asegura que «hay que hacer lo que sea para salvaguardar la condición y dignidad de la persona humana»
El papa Francisco afirma que «la política no debe someterse a la economía y esta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia». Otro auspicio presente en la Encíclica se refiere a la reforma de las Naciones Unidas: frente al predominio de la dimensión económica que anula el poder del Estado individual, de hecho, la tarea de las Naciones Unidas será la de dar sustancia al concepto de «familia de las naciones» trabajando por el bien común, la erradicación de la pobreza y la protección de los derechos humanos.
Diálogo y amistad social
«Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo dialogar». El capítulo sexto pone el diálogo y la amistad social como referencia. Por tanto, el Papa promueve «una cultura del encuentro».El verdadero diálogo, en efecto, es el que permite respetar el punto de vista del otro, sus intereses legítimos y, sobre todo, la verdad de la dignidad humana. «El relativismo no es una solución. Cuando es la cultura la que se corrompe y ya no se reconoce alguna verdad objetiva o unos principios universalmente válidos, las leyes sólo se entenderán como imposiciones arbitrarias y como obstáculos a evitar».
El papel de los medios
En esta óptica, desempeñan un papel particular los medios de comunicación, que «pueden ayudar a que nos sintamos más cercanos los unos de los otros, a que percibamos un renovado sentido de unidad de la familia humana que nos impulse a la solidaridad y al compromiso serio por una vida más digna para todos».
El Papa hace un llamamiento al milagro de una persona amable. «Todavía es posible optar por el cultivo de la amabilidad. Hay personas que lo hacen y se convierten en estrellas en medio de la oscuridad» asegura. «La persona que tiene esta cualidad ayuda a los demás a que su existencia sea más soportable, sobre todo cuando cargan con el peso de sus problemas, urgencias y angustias. Es una manera de tratar a otros que se manifiesta de diversas formas: como amabilidad en el trato, como un cuidado para no herir con las palabras o gestos, como un intento de aliviar el peso de los demás».
Caminos de reencuentro
En el séptimo capítulo el Papa subraya que la paz está ligada a la verdad, la justicia y la misericordia. «La verdad no debe, de hecho, conducir a la venganza, sino más bien a la reconciliación y al perdón».
El Pontífice asegura que la paz es un “oficio” que involucra y concierne a todos y en el que cada uno debe desempeñar su papel. «Los procesos efectivos de una paz duradera son ante todo transformaciones artesanales obradas por los pueblos, donde cada ser humano puede ser un fermento eficaz con su estilo de vida cotidiana».
El perdón
Ligado a la paz está el perdón: «Estamos llamados a amar a todos, sin excepción, pero amar a un opresor no es consentir que siga siendo así; tampoco es hacerle pensar que lo que él hace es aceptable» asegura el Papa. El perdón no significa impunidad, sino justicia y memoria, porque perdonar no significa olvidar, sino renunciar a la fuerza destructiva del mal y al deseo de venganza. «A quien sufrió mucho de manera injusta y cruel, no se le debe exigir una especie de “perdón social”». El papa Francisco pone como ejemplo los horrores de los los bombardeos atómicos en Hiroshima y Nagasaki, las persecuciones y las masacres étnicas. «La Shoah no debe ser olvidada. Es el símbolo de hasta dónde puede llegar la maldad del hombre cuando, alimentada por falsas ideologías, se olvida de la dignidad fundamental de la persona, que merece respeto absoluto independientemente del pueblo al que pertenezca o la religión que profese»
La guerra
Una parte del séptimo capítulo se detiene en la guerra: «No es un fantasma del pasado, sino que se ha convertido en una amenaza constante. El mundo está encontrando cada vez más dificultad en el lento camino de la paz que había emprendido y que comenzaba a dar algunos frutos». Asimismo asegura que «la guerra es la negación de todos los derechos y una dramática agresión al ambiente», «un fracaso de la política y de la humanidad», « una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal». Además asegura que «hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”». Por tanto, exclama con firmeza: «¡Nunca más la guerra!». El Santo Padre también ha considerado el hecho que estamos viviendo «una tercera guerra mundial en etapas».
La pena de muerte
Francisco expresa una posición igualmente clara sobre la pena de muerte: «la pena de muerte es inadmisible y la Iglesia se compromete con determinación para proponer que sea abolida en todo el mundo» asegura.
Las Religiones al servicio de la fraternidad en el mundo
En el octavo y último capítulo, el Pontífice habla de las distintas religiones que asegura «ofrecen un aporte valioso para la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justicia en la sociedad. El diálogo entre personas de distintas religiones no se hace meramente por diplomacia, amabilidad o tolerancia». Además reitera que violencia no encuentra fundamento en las convicciones religiosas, sino en sus deformaciones. También ha hablado de los actos terroristas: «el terrorismo execrable que amenaza la seguridad de las personas, tanto en Oriente como en Occidente, tanto en el Norte como en el Sur, propagando el pánico, el terror y el pesimismo no es a causa de la religión sino de las interpretaciones equivocadas de los textos religiosos, políticas de hambre, pobreza, injusticia, opresión, arrogancia. Tal terrorismo debe ser condenado en todas sus formas y manifestaciones» Por eso, el papa Francisco asegura que «el culto a Dios sincero y humilde no lleva a la discriminación, al odio y la violencia, sino al respeto de la sacralidad de la vida, al respeto de la dignidad y la libertad de los demás, y al compromiso amoroso por todos»
En particular, la Encíclica hace una reflexión sobre el papel de la Iglesia. «La Iglesia respeta la autonomía de la política, no relega su propia misión al ámbito de lo privado. Al contrario, no puede ni debe quedarse al margen en la construcción de un mundo mejor ni dejar de despertar las fuerzas espirituales que fecunden toda la vida en sociedad»Por último, recordando a los líderes religiosos su papel de «auténticos mediadores» que se dedican a construir la paz, Francisco cita el “Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común”, firmado por él mismo el 4 de febrero de 2019 en Abu Dabi, junto con el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb. El Pontífice recoge el llamamiento para «retomar aquí el llamamiento de paz, justicia y fraternidad que hicimos juntos».
La Encíclica concluye con la memoria de Martin Luther King, Desmond Tutu o Mahatma Gandhi. Pero sobretodo reivindicó la figura del Beato Carlos de Foucald, quien «desde su intensa experiencia de Dios, hizo un camino de transformación hasta sentirse hermano de todos. Quería ser, en definitiva, el hermano universal».
Consulte aquí la Encíclica del papa Francisco «Fratelli Tutti»