Cine Espiritual: La pobreza de los sin hogar a través de las películas
Un viaje por el cine que recoge la problemática de la pobreza extrema de las personas sin hogar a través de la historia

Esta semana desde la sección de Cine Espiritual, el crítico de cine, Peio Sánchez, inicia una nueva serie en torno a la profundización de grandes cuestiones a través de las películas. En este primer bloque haremos un viaje por el cine que recoge la problemática de la pobreza extrema en las personas sin hogar.
Orígenes
Chaplin fue sin duda el vagabundo del primer cine mudo. Su personaje cómico-trágico de Charlot nos dejó películas entrañables como The Kid (1921) o Tiempos modernos (1936). A la sombra del neorrealismo italiano Luis Buñuel nos mostró en “Los olvidados” (1950) una visión mucho más dura de la pobreza en los niños de la calle.
Actualidad
El cine más actual de la mano de Normadland (2020) con sus tres Óscar a la mejor película, dirección (Chloé Zhao) y actriz (inolvidable Frances McDormand), ha puesto el foco nuevamente en las personas sin techo. En este caso, de los obreros trashumantes que viven en furgonetas recorriendo el oeste americano y además de la mano del protagonismo de Fern, una mujer viuda que pasea su pena y su esperanza por los desiertos y que encuentra compañeros que son “burros de carga” que levantan botes salvavidas. Un aspecto que también podemos ver en Las invisibles (2018) de la mano de Louis-Julien Petit, que cuenta la historia de lucha, humor y supervivencia de un grupo de mujeres sin hogar acompañadas por unas trabajadoras sociales que apuestan por salir adelante, cueste lo que cueste.
Jóvenes en la calle
En otra dirección la sombría Cafarnaúm (2018) de la libanesa Nadine Labaki, que fue premio del jurado en el Festival de Cannes, nos acerca con dolor a los niños sin hogar en la denuncia de un niño de 12 años, lúcido y abandonado, que denuncia a sus propios padres por haberle traído al mundo sin ninguna responsabilidad y futuro. Algo que con humor tan ácido como luminoso, también presenta Aki Kaurismäki en Le Havre (2011) una película de perdedores con alma donde un limpiabotas-escritor con su mujer enferma de cáncer acoge a un niño migrante negro huido de un contenedor de muertos vivientes de la trata de seres humanos.
Y ahí también el cine ha mostrado el poder de la fe que se abre a la hospitalidad; como en adaptación de los “Los miserables” (1998) de Bille August donde un sin techo se hace criatura nueva. O en The Visitor (2007) donde un viejo profesor acoge a un migrante músico que toca el yembé en un encuentro que cambia la vida de ambos.
Por último, resaltar la vida del “clochard” que recibe un pequeño regalo en “La leyenda del santo bebedor” (1988) – obra maestra de Ermanno Olmi- y que termina muriendo como un santo con el epitafio: «Conceda Dios a todos nosotros, bebedores, una muerte tan fácil y bella» (Joseph Roth). El personaje real de un músico callejero sin hogar en “El solista” (2009) que va rezando el padrenuestro a la vez que compartiendo el sonido de su violonchelo. O la magnífica escena de Lazzaro feliz (2018) donde la bella música de un órgano abandona una iglesia cerrada para acompañar el camino de un grupo de descartados sin techo ni destino.