Vivir la fe en las grandes ciudades

(Domingo, 09/11/2014)

Este mes de noviembre tendrá lugar en Barcelona la segunda fase del Congreso Internacional sobre la Pastoral de las Grandes Ciudades. Será del 24 al 26, y se clausurará en Roma el día 27, con una audiencia privada del papa Francisco.

En este escrito quisiera aportar unas reflexiones muy presentes en la primera fase, sobre todo en el aspecto de cómo vivir la fe cristiana en las ciudades de hoy, cada vez más marcadas por el pluralismo cultural y religioso y por la presencia de muchos pobres. También he tratado esta cuestión en la carta pastoral Una Iglesia samaritana en medio de las grandes ciudades, en la que ofrezco unas propuestas de acción comparando el documento del papa Francisco La alegría del Evangelio con nuestro Plan pastoral para los años 2011-2015, titulado Haced lo que Jesús os diga.

No se puede olvidar que la ciudad es un «ámbito multicultural», dice el papa Francisco en su documento programático mencionado anteriormente –la exhortación La alegría del Evangelio. «En las grandes urbes puede observarse -añade- un entramado en el que grupos de personas comparten las mismas formas de soñar la vida e imaginarios similares y se constituyen en nuevos sectores humanos, en territorios culturales, en ciudades invisibles. Variadas formas culturales conviven de hecho, pero muchas veces ejercen prácticas de segregación y de violencia. La Iglesia está llamada a ser servidora de un diálogo difícil.»

El actual mundo globalizado se hace presente de una manera especialmente visible en las grandes ciudades, aunque también fuera de ellas. Por eso, no es exagerado afirmar que la respuesta al pluralismo cultural y religioso constituye uno de los retos fundamentales para todas las religiones, también para el cristianismo. Hoy hay que abrirse al conocimiento y al diálogo con todas las culturas y religiones. No se trata de relativizar la propia religión ni de caer en el sincretismo o en el indiferentismo religioso. Para poder dialogar, hay que ser consciente de la propia identidad y estar arraigado; de otro modo, podríamos decir que el mismo diálogo se hace inútil o imposible.

Juan Pablo II, con la iniciativa del año 1986, cuando se reunió en la ciudad de Asís con representantes de las grandes religiones del mundo, y el actual papa Francisco, que ha promovido después de su viaje a Tierra Santa un encuentro para orar en el Vaticano con presencia de judíos, musulmanes y cristianos, nos indican un camino. Un camino que debe tener continuidad y no quedarse en unos hechos simbólicos e interesantes pero aislados y sin consecuencias más allá del evento mismo.

La inserción de la Iglesia en las culturas urbanas -como se dijo en la primera fase del Congreso- le pide escuchar mucho y hacerlo con mucha humildad. Por eso, la Iglesia se propone anunciar la Persona de Jesús con coraje y con confianza, y mejorar cada vez más su testimonio por los caminos del diálogo, la formación cristiana, la acogida y la solidaridad sobre todo con los pobres como expresión de la fe cristiana. Es decir, construir día tras día una Iglesia del servicio, a la que, con una famosa parábola de Jesús, llamamos una Iglesia samaritana

  Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona