(Domingo, 24/04/2011)
La resurrección de Jesús es el acontecimiento central de la historia de la salvación. La cruz y la muerte de Jesucristo le llevaron a su resurrección. Por ello, la Pascua es la primera y principal de todas las fiestas cristianas del año.
La Cuaresma entera es un camino hacia la Pascua, de la que Benedicto XVI dice que es “la fiesta más gozosa y solemne de todo el año litúrgico”. El Catecismo de la Iglesia Católicaabunda en esta valoración cuando dice que la Pascua no es simplemente una fiesta entre otras: es la “fiesta de las fiestas”, “la solemnidad de las solemnidades”, así como la Eucaristía es el sacramento de los sacramentos. San Atanasio la llama “el Gran Domingo”, como la Semana Santa es llamada en Oriente la “Gran Semana”.
A partir del Triduo Pascual, como de su fuente de luz, el tiempo nuevo de la Resurrección llena todo el año litúrgico con su claridad. El misterio de la Resurrección, en el que Cristo ha vencido a la muerte, penetra nuestro tiempo viejo con su energía poderosa hasta que todo le quede sometido.
Que Cristo ha resucitado significa que existe la fuerza que puede crear justicia y que de hecho crea justicia. Éste es el sentido de la expresión “éste es el día en que actuó el Señor”. Es decir, como afirma Benedicto XVI, “Dios Padre ha hecho justicia al amor inmolado de su Hijo hasta la Cruz. Por eso, el mensaje de la Resurrección no es tan sólo un himno a Dios, sino también un himno al poder de su amor, y por ello un himno al hombre, a la tierra y a la materia. Todo está salvado. Dios no permite que parte alguna de su creación caiga silenciosamente en el pretérito”. Por eso, la resurrección de los muertos forma parte del contenido de la fe cristiana. La Pascua nos dice que el proyecto de Dios para una nueva humanidad ya está iniciado y está en gestación, y que se cumplirá. Hemos sido salvados: in spe salvi,“en esperanza hemos sido salvados”, que es el título de la segunda encíclica de Benedicto XVI.
Si ésta es la centralidad de la fiesta de Pascua en toda la espiritualidad cristiana y en el año litúrgico, sería muy deseable que todos los cristianos celebráramos esta fiesta el mismo día.
En el Concilio de Nicea (del año 325) todas las Iglesias se pusieron de acuerdo para que la Pascua cristiana fuera celebrada el domingo siguiente a la luna llena (14 del mes de Nissan) después del equinoccio de primavera. La reforma del calendario en Occidente –el calendario llamado gregoriano debido al nombre del Papa Gregorio XIII- introdujo un desfase de unos cuantos días con el calendario oriental. Y ésta es la razón de la diferencia en la fecha de la celebración. No obstante, las Iglesias occidentales y orientales buscan actualmente un acuerdo a fin de celebrar de nuevo el mismo día la Resurrección del Señor.
Ante la Pascua de este año de gracia de 2011, a pesar de los muchos sufrimientos que hallamos en nuestra sociedad, sobre todo a causa de la grave y persistente crisis económica y de las amenazas a la paz entre los pueblos, los cristianos, con humildad pero también con plena confianza en Dios, somos invitados a dar razón de nuestra esperanza, que no es otra que el mensaje de la Resurrección de Cristo. Nuestros hermanos, los cristianos de Oriente, el día de Pascua se saludan con estas palabras: “¡Cristo ha resucitado! ¡En verdad ha resucitado!”.
¡A todos os deseo una santa y gozosa Pascua de Resurrección!
† Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona