Palabras del Sr. Cardenal Arzobispo de Barcelona, Dr. Lluís Martínez Sistach, en el acto de conmemoración del 70 aniversario de la muerte del Cardenal Vidal y Barraquer. Facultad de Teología de Cataluña, 25 de septiembre de 2014
Me complace mucho remarcar el sentido de esta sesión académica que la Facultad de Teología de Cataluña dedica hoy al Cardenal Francisco de Asís Vidal y Barraquer, en el setenta aniversario de su muerte acaecida el 13 de septiembre de 1943. Celebramos el 70 aniversario de su muerte con una actitud de agradecimiento.
Nuestra Archidiócesis de Barcelona está relacionada con él, porque estudió la carrera de derecho en la Universidad de Barcelona, ejerció de abogado en nuestra ciudad e ingresó en el Seminario de Barcelona. Si bien ejerció el ministerio sacerdotal en Tarragona, nuestra archidiócesis le debe mucho porque en el año 1919 fue nombrado Arzobispo de Tarragona y, por tanto, metropolitano de nuestra diócesis de Barcelona, ya que hasta el año 1964 fue sufragánea de Tarragona.
Apenas llegado a la sede metropolitana y primada, impulsó la preparación de un concilio provincial, siguiendo nuestra tradición conciliar y sinodal. Fue creado cardenal en 1921 y fue un defensor de la libertad de la Iglesia y de la lengua catalana en momentos no fáciles de la dictadura de Primo de Rivera.
Vidal y Barraquer ha sido un buen pastor, solícito de su rebaño, lúcido en sus decisiones libre para seguir su conciencia y entregado al servicio de la Iglesia no sólo del ámbito territorial de Cataluña, sino también de toda España en la conferencia de los metropolitanos. Su vida y su trabajo son un buen referente para el ejercicio del ministerio sacerdotal y episcopal.
Me ha gustado escuchar que el cardenal Vidal y Barraquer hace ochenta años había pensado y deseado la creación de una Facultad de Historia de la Iglesia. Este año, 2014, he pedido a la Congregación de la Educación Católica la creación de esta Facultad.
Mi amado predecesor en la sede tarraconense, vivió y fue pastor diocesano y metropolitano en momentos muy difíciles para la Iglesia y para Cataluña. Él tuvo que dejar provisionalmente su Iglesia para salvar su vida en los inicios de la guerra de 1936 y posteriormente ya no pudo volver en vida. El motivo fue su decisión episcopal, en conciencia y por amor a la Iglesia, de no firmar la carta colectiva del episcopado español promovida por el Cardenal Gomá, en 1937. No tuvo el permiso de la autoridad del gobierno español para poder retornar a Tarragona finalizada dicha guerra entre hermanos, en 1939, pero fue siempre Arzobispo de la sede primada y metropolitana hasta su muerte, el 13 de septiembre de 1943, exiliado en Suiza, en la cartuja de Valsainte.
En Italia y en Suiza, siempre trabajó por la concordia y la paz y rigió su sede tarraconense por medio de sus vicarios generales Salvador Rial y Francisco Vives.
Fue un obispo, un cardenal coherente con su conciencia de pastor de la Iglesia y buscar el bien de la Iglesia y de Cataluña antes que su propio bien. El Cardenal Vidal y Barraquer fue un buen pastor que vivió los últimos años de su vida lejos geográficamente de su rebaño, pero siempre muy presente espiritualmente y pastoralmente y sólo pudo volver muchos años después de su muerte. Dando cumplimiento al deseo expresado en su testamento, sus restos pudieron volver a Tarragona en 1978 y recibieron sepultura cerca del sepulcro de su obispo auxiliar Beato Manuel Borrás, en la catedral primada y metropolitana de Tarragona, la Iglesia local que fue su esposa y a la que se entregó siempre.
Recuerdo muy bien aquella reunión de Obispos de Cataluña, de mayo de 1976, que como secretario de la Conferencia Episcopal Tarraconense, redacté el acto que decía: «Los obispos de Cataluña han decidido tomar la iniciativa de llevar a cabo el traslado de los restos del Cardenal Vidal y Barraquer, que desde su muerte reposan en Suiza». Y los Obispos lo hicieron público en un comunicado firmado por todos ellos (Josep Pont, Narcís Jubany, Ramon Masnou, Ramón Mazo, Josep Mª Guix, Josep Capmany, Ramon Daumal, Miquel Moncadas, Ricard Mª Carles, Joan Martí y Jaume Camprodon), de 26 de abril de 1978 – aniversario de la consagración episcopal del Cardenal Vidal y Barraquer- en el que anunciaron con júbilo este acontecimiento que fue el regreso del arzobispo a su archidiócesis.
Como sucesor suyo en la sede tarraconense y como Cardenal Arzobispo de Barcelona, me complace reiterarle mi y nuestro agradecimiento por su pontificado y por su testimonio. Que desde el cielo nos ayude.