Nuestros santuarios marianos

(Domingo, 07/09/2014)

Algunas de las vivencias cristianas que más me impresionaron durante la reciente celebración en Barcelona de la primera fase del Congreso Internacional sobre la Pastoral de las Grandes Ciudades fueron las voces provenientes de los países de América Latina. Esta zona de la Iglesia es ahora objeto de una atención particular, sobre todo desde la elección como Papa del cardenal Jorge Mario Bergoglio, que fue arzobispo de Buenos Aires.

La función de la Virgen y de sus santuarios en la geografía cristiana de América Latina es un punto que merece mucha consideración. Es un hecho de sociología religiosa que la fe de aquellas comunidades se expresa sobre todo en los santuarios marianos y más concretamente en aquellos que identifican también al país, como la Virgen de Guadalupe en México, la de Luján en Argentina, la de Aparecida en Brasil o la de la Caridad del Cobre en Cuba, por mencionar sólo algunos ejemplos.

Nuestra tierra tiene también una gran riqueza de santuarios marianos, muchos de los cuales celebran su fiesta patronal el 8 de septiembre, día en que celebramos la Natividad de la Virgen. En los santuarios marianos, la Virgen María está atenta a las peticiones de los peregrinos, las acoge e intercede eficazmente. Normalmente encontramos exvotos que manifiestan claramente esta actitud de santa María hacia todos sus hijos.

Como hizo en las bodas de Caná, ella dice a los peregrinos y visitantes: «Haced lo que Jesús os diga». María nos trae a Jesús y nos lleva hacia él. La Madre de Cristo -por decirlo así- se presenta ante los hombres como portavoz de la voluntad del Hijo -ella que la cumplió con tanta fidelidad- y como indicadora de aquellas exigencias que deben cumplirse para que el poder salvífico del Mesías pueda manifestarse.

Nos conviene mucho redescubrir el sentido humano y cristiano de los santuarios marianos de nuestro país, que son también lugares privilegiados de evangelización; es decir, unos lugares que nos hablan a todos de nuestra responsabilidad como cristianos aquí, en medio de esta sociedad nuestra.

En una de las reuniones que teníamos durante el congreso cada tarde sobre la vivencia de la fe en las grandes ciudades, se habló de la presencia de la Madre de Jesús en las bodas de Caná como un modelo de la presencia de la Iglesia en el mundo, tanto en las zonas rurales como en las grandes concentraciones urbanas. La presencia de María ante una necesidad de aquellos nuevos esposos fue una presencia con cuatro cualidades: una presencia amorosa, atenta, solidaria y de fe. ¿No son acaso estas las cualidades de la presencia de la Iglesia en medio de la sociedad de todos los tiempos?

  Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona