De vez en cuando hay que hablar de la financiación de la Iglesia. Nos guste o no, la Iglesia necesita medios económicos para realizar su misión, porque vivimos en medio de una sociedad organizada económicamente. Hoy todo proyecto pastoral viene acompañado, necesariamente, de un presupuesto económico. Cualquier realización pastoral incluye unos gastos.
La Iglesia no ha de ser rica ni lo es. Sin embargo, debe atender muchas necesidades pastorales y sociales, sobre todo en las actuales circunstancias de crisis económica, en las que también hay que ayudar a tantas personas inmigradas. Para cumplir su misión, debe poder disponer de los medios materiales necesarios. Esto pide ir avanzando para conseguir los recursos suficientes para poder hacer lo que hay que hacer en bien de las necesidades pastorales y caritativas.
Sentirnos todos los cristianos responsables de las necesidades materiales de la Iglesia es una consecuencia de nuestra conciencia de que somos miembros de ésta. Por el bautismo entramos a formar parte del pueblo de Dios, que se visibiliza de manera concreta en cada una de las Iglesias diocesanas. La contribución económica para afrontar las necesidades materiales de la Iglesia es el resultado de unas reflexiones desde la fe que nos hacen ver la coherencia de ayudar y colaborar en la actividad pastoral y también en la economía de la Iglesia.
Si se entiende de este modo, hacerse solidario de los gastos de la Iglesia no es una obligación que se impone desde fuera, como una exigencia que no tiene nada que ver con la fe cristiana que se profesa. Es ciertamente una convicción que nace y arraiga en el corazón del creyente que tiene conciencia de formar parte de la comunidad cristiana. El compromiso económico del cristiano es una consecuencia del bautismo, una manifestación del amor a la Iglesia y una expresión de la caridad cristiana.
El Concilio Provincial Tarraconense de 1995 pidió que «las diócesis de Cataluña avancen decididamente en el proceso, ya iniciado hace tiempo, para conseguir un nivel de autofinanciación suficiente para sostener las actividades pastorales necesarias en nuestro tiempo».
La Jornada de «Germanor» (Día de la Iglesia Diocesana), que se celebra cada año un domingo del mes de noviembre, es una ocasión para que la Iglesia informe a los fieles de cada diócesis de cómo se han administrado los recursos económicos de que dispone. Pedir la colaboración económica conlleva un compromiso de transparencia y de claridad. Y también de rigor en la administración, a fin de que los bienes materiales de la Iglesia sean siempre para la pastoral y para los pobres.
†Lluís Martínez Sistach
Cardenal y Administrador Apostólico del Arzobispado de Barcelona