Joaquim Ruyra, escritor franciscano

(Domingo, 24/08/2014)

El pasado 15 de mayo se cumplieron 75 años de la muerte en Barcelona, en 1939, de Joaquim Ruyra i Oms, el escritor de Blanes autor de Les coses benignes, escritor de una fe cristiana muy sólida y de un talante y un realismo franciscanos, que sintonizan profundamente con una de las dimensiones de la cultura catalana. La obra de Antoni Gaudí se puede considerar una prueba de esta afirmación. Tanto Gaudí como Ruyra son dos grandes artistas que vivieron una profunda conversión religiosa y una sensibilidad franciscana ante la naturaleza.

«Ruyra durará siempre», escribió un Josep Pla joven en su Quadern gris, impresionado por el afán de recoger el habla del pueblo y por el realismo y la perfección de las descripciones de Marines y boscatges, de Pinya de rosa y, aún más, del libro El rem de trenta-quatre. Añade Pla: «La objetividad de Ruyra es un fenómeno tan considerable que a veces parece un Tolstoi en pequeño. Siempre que en mi espíritu salta el nombre de Ruyra -es curioso- pienso en Tolstoi indefectiblemente».

Recurriendo a una imagen marinera, Josep Pla ve al escritor ruso como el gran barco de la objetividad descriptiva y el autor de una prosa decisiva. Pero este gran barco lleva un remolque. «Este remolque se llama Joaquim Ruyra. Yo veo a Ruyra en la misma línea, en la estela de Tolstoi. La misma objetividad, la misma contención, idéntico dominio, idéntica necesidad de mantener una lucidez media permanente. Ni depresión ni delirio. El sustantivo, el verbo, el adjetivo precisos».  

Ruyra fue un escritor de una profunda confesionalidad religiosa y católica. Cuando años después Josep Pla dedica uno de sus Homenots al gran prosista de Blanes, le reprocha esta dimensión confesional, el hecho de ser un «hombre de un catolicismo granítico». Y el gran periodista no se equivocaba. Un ejemplo claro de esta dimensión de Ruyra lo vemos en cómo sobrellevó su vida familiar y su matrimonio. Pla dice de éste «que fue un inmenso desastre, una auténtica tragedia que el escritor soportó con una paciencia infinita, exactamente como lo que fue siempre: un santo»

Me admira profundamente esta confesión de Pla. Añadiría que Ruyra fue un santo franciscano. Y en este sentido -aunque su confesionalidad cristiana puede disuadir a lectores-, también pienso que esto mismo puede hacer que se convierta en realidad la afirmación de Pla: «Ruyra durará siempre». Así como Gaudí expresó su espíritu franciscano en piedra, Ruyra lo hizo en la expresión literaria haciéndose notario del habla de los leñadores y pescadores y de las tradiciones religiosas del pueblo catalán.

Ambos fueron, pues, grandes representantes de este espíritu en Cataluña. A Ruyra, se le puede aplicar lo que dice Pla en el retrato que le dedicó: como escritor «fue un cándido, porque se necesita una gran candidez para apasionarse por las cosas de los demás sin ningún provecho real y asegurado. Pero lo cierto es que la naturaleza produce esta clase de inocentes». 

  Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona