Homilía de Mons. Juan José Omella en la Vigilia Pascual, en la Santa Iglesia Catedral de Barcelona, el Sábado Santo por la noche, 26 de marzo de 2016
1. “¿Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado? No está aquí. HA RESUCITADO” (Mc 16,6)
María la Magdalena, María la de Santiago y Salomé. Tres mujeres. Habían vivido los acontecimientos trágicos que culminaron con la crucifixión de Cristo en el Calvario; habían experimentado la tristeza y el extravío. Sin embargo, no habían abandonado, en la hora de la prueba, a su Señor.
Van a escondidas al lugar donde Jesús había sido enterrado para volverlo a ver todavía y abrazarlo por última vez. Las empuja el amor; aquel mismo amor que las llevó a seguirlo por las calles de Galilea y Judea hasta al Calvario.
¡Mujeres dichosas! No sabían todavía que aquella era el alba del día más importante de la historia. No podían saber que ellas, justo ellas, habían sido los primeros testigos de la resurrección de Jesús.
2. “Vieron que la piedra del sepulcro estaba corrida, y eso que era muy grande” (Mc 16,4)
Así lo narra el evangelista Marcos, y añade: “No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado? No está aquí. HA RESUCITADO.” En un instante todo cambia. Jesús «no está aquí, ha resucitado«. Este anuncio que cambió la tristeza de estas piadosas mujeres en alegría, resuena con inalterada elocuencia en la Iglesia, en el curso de esta Vigilia pascual.
Extraordinaria Vigilia de una noche extraordinaria. Vigilia, madre de todas las Vigilias, durante la que la Iglesia entera permanece en espera junto a la tumba del Mesías, sacrificado en la Cruz. La Iglesia espera y reza, escuchando las Escrituras que recorren de nuevo toda la historia de la salvación.
Pero en esta noche no son las tinieblas las que dominan, sino el fulgor de una luz repentina que irrumpe con el anuncio sobrecogedor de la resurrección del Señor. La espera y la oración se convierten entonces en un canto de alegría: «¡Exulte el coro de los Ángeles!»
Cambia totalmente la perspectiva de la historia: la muerte da paso a la vida. Vida que no muere más. Enseguida cantaremos en el Prefacio que Cristo «muriendo destruyó la muerte y resucitando restauró la vida». He aquí la verdad que nosotros proclamamos con palabras, pero sobre todo con nuestra existencia. Aquel que las mujeres creían muerto está vivo. Su experiencia se convierte en la nuestra.
3. ¡Oh Vigilia penetrada de esperanza, que expresas en plenitud el sentido del misterio! ¡Oh Vigilia rica en símbolos, que manifiestas el corazón mismo de nuestra existencia cristiana! Esta noche todo se resume prodigiosamente en un nombre, el nombre de Cristo resucitado.
Oh Cristo, ¿cómo no darte las gracias por el don inefable que nos regalas esta noche? El misterio de tu muerte y tu resurrección se infunde en el agua bautismal que acoge al hombre antiguo y carnal y lo hace puro con la misma juventud divina.
En tu misterio de muerte y resurrección nos sumergiremos enseguida, renovando las promesas bautismales; en él se sumergirá especialmente el niño que esta noche, aquí en la concatedral, recibirá el Bautismo.
4. Queridos Hermanos, por el bautismo el pecado es borrado y se inicia una existencia totalmente nueva. Perseveremos, con la ayuda del Señor, en la fidelidad y en el amor hasta el final de nuestra vida. Y no temáis ante las pruebas, porque «Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene poder sobre él» (Rm 6,9).
5. Sí, queridos Hermanos, Jesús está vivo y nosotros vivimos en Él. Para siempre. He aquí el regalo de esta noche, que ha revelado definitivamente al mundo el poder de Cristo, Hijo de la Virgen María, que nos fue dada como Madre a los pies de la Cruz.
Esta Vigilia nos introduce en un día que no conoce el ocaso. Día de la Pascua de Cristo, que inaugura para la humanidad una renovada primavera de esperanza.
“Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo”. ¡Aleluya!