Homilía en la fiesta de Santa María de la Esperanza, patrona de Logroño

Parroquia de Santiago el Real, 18 de diciembre de 2017

No entiende, pero se fía en el Señor: esto es la esperanza. María vive con esta esperanza el anuncio de la venida del Hijo de Dios.
La Virgen de los mandarinos, los granujas del sur de Italia le tienen mucha devoción.
Dios me ama. Dios ama todo lo que ha creado. También ama a los granujas. No le gustan muchas cosas de las que hacemos, pero a pesar de ello nos ama.
No tengáis miedo en descansar vuestro corazón en su corazón de madre.
La Virgen quiere que seamos constructores de paz. La oración de San Francisco: haz de mí, Señor, un instrumento de tu paz.
Ser instrumento de tu paz y no de la mía.
La posverdad es la mentira.
La paz es obra nuestra y un regalo de Dios.
La paz es amor, misericordia, perdón, justicia, verdad…

Queridos hermanos obispos: Don Carlos y Don Abilio
Hermanos sacerdotes,
Excmo. Sr. Presidente del Gobierno Autónomo de La Rioja,
Sres. Miembros del Gobierno,
Excma. Sra. Alcaldesa y miembros de la Corporación Municipal,
Hermanos de la Cofradía de la Esperanza,
Hermanos todos en el Señor,

I

Gozo del rencuentro

De todos es conocida la famosa frase que pronunció Fray Luis de León cuando regresó a su cátedra en la Universidad de Salamanca después de estar cinco años en la cárcel. La frase es: “como decíamos ayer”.

Creo que yo podría comenzar mis palabras diciendo lo mismo porque viéndoos a todos vosotros aquí, en este templo de Santiago el Real, junto a la Virgen de la Esperanza, patrona de Logroño, me da la sensación de que no ha pasado el tiempo y que sigo entre vosotros, como vuestro obispo y como un vecino más de Logroño, como un riojano más. Pero, sé que han pasado ya dos años desde que me despedí de todos vosotros para ir a ejercer el ministerio episcopal en Barcelona.

Y me preguntáis ¿cómo le va en Barcelona? ¿Cómo le han acogido los catalanes? Mirad, si contento estaba con vosotros, también estoy contento en Cataluña. Me siento bien acogido, son muy buena gente y hay grupos de cristianos muy comprometidos en vivir la vida de fe y en atender a los pobres y necesitados. Ahora bien, hay que saber que la diócesis es enorme y que, por lo tanto, los problemas y complicaciones también son muchas. Pero las dificultades no deben ser motivos de desánimo y desesperación, sino ocasiones para encontrar nuevos caminos de trabajo, de lucha, de ilusión por un futuro mejor en el que debemos comprometernos todos.

II

Testigos de Esperanza

Y ahí es donde podemos enlazar con la fiesta que celebramos hoy. En el Evangelio de san Lucas que acaba de ser proclamado se nos presenta a la Virgen en su casa de Nazaret escuchando las palabras del Ángel Gabriel que le anunciaba que va a ser madre de Dios. Ella no entiende cómo podrá ser eso, no se imagina que Dios pueda nacer de una criatura y menos de ella, le da miedo y escalofríos, pero se fía… confía en el Señor. Eso es la esperanza.

Podemos imaginar a la Virgen María llevando en su seno, durante nueve meses, al Hijo de Dios. Ella no entiende cómo sucede eso. No se imagina qué rostro tendrá el Hijo de Dios; no puede imaginarse qué cuerpo tendrá el fruto de sus entrañas; incluso se puede preguntar si Dios tendrá un cuerpo. No entiende, pero se fía del Señor… confía en el Señor. Eso es la esperanza.

Y contemplamos a María con el Niño recién nacido, allí en la cueva de Belén. Es un Niño pequeño, como los demás; necesitado del cuidado total de sus padres. No entiende que ese Niño pueda ser el mismo Dios. Pero se fía… confía en el Señor. Eso es la esperanza.

A la Virgen le tocó vivir situaciones complicadas, inexplicables, incluso situaciones duras como la condena y muerte en cruz de su hijo Jesús, pero Ella no perdió la confianza en el Señor, se abandonó en sus manos y supo esperar con serenidad un mañana mejor que se hizo realidad con la Resurrección de Cristo, con su triunfo sobre el pecado y sobre la muerte.

Por eso os puedo decir que no tengamos miedo ante las dificultades y problemas que se nos presenten en la vida. Lo pasamos mal mientras estamos en el torbellino de la dificultad, pero Dios nos espera siempre al final del túnel para abrazarnos y darnos la vida, la felicidad, la libertad y la paz.

El día en que hubo la manifestación en Barcelona contra los atentados de las Ramblas y de Cambrils, me encontré con la Alcaldesa de Logroño, Dª Cuca Gamarra, eran momentos duros y difíciles. Todos rechazábamos entonces y rechazamos ahora y en todo momento la violencia y el terrorismo. Y por eso nos comprometemos todos a trabajar por la paz porque creemos en el ser humano, porque creemos que es posible vivir en paz y en libertad, pero hay que persistir en ese empeño. Y para ello no hay que olvidar que Dios nos ama a todos y a cada uno.

Cuando falta esa conciencia de ser amado y de que vale la pena regalar amor, aunque no haya respuesta, crece entonces el resentimiento, la violencia, el desprecio, el sufrimiento.

La Virgen de la Esperanza está aquí en su casa dispuesta a acoger a todos, a escuchar a todos, a repartir amor a todos. No excluye a nadie. Vosotros, logroñeses y riojanos, venís muchas veces a estar con Ella, a visitarla, a contarle cómo os van las cosas materiales y espirituales, y siempre encontráis consuelo y paz. Le consagráis vuestros hijos y nietos, venís a ofrecérselos en una sencilla ceremonia que se repite mensualmente el 18 de cada mes. ¡Qué bonito gesto! La Virgen os acoge y os protege.

No tengamos pudor en contarle a la Virgen todo lo que llevamos en el corazón, no tengas miedo en descansar tu corazón en su corazón de madre. Eso aliviará tus penas y tus miedos.

Pero debemos dar un paso más. La Virgen quiere que nosotros seamos constructores de esperanza en medio de nuestro mundo: en casa, en el trabajo, en la calle, allí donde estemos. ¿Cómo hacerlo?

San Francisco de Asís nos lo enseña cuando nos ofrece esa preciosa oración que deberíamos rezar a menudo, pero, sobre todo, cada día antes de empezar nuestra jornada de trabajo: “Hazme instrumento de paz”.

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.
Allí donde haya odio, que yo ponga amor;
allí donde haya ofensa, que yo ponga perdón:
allí donde haya discordia, que yo ponga unión;
allí donde haya error, que yo ponga fe;
allí donde haya desesperación, que yo ponga esperanza;
allí donde haya tinieblas, que yo ponga luz;
allí donde haya tristeza, que yo ponga alegría.

Oh, Maestro, que yo no busque tanto
ser consolado, como consolar,
ser comprendido, como comprender,
ser amado, como amar.

Porque
es olvidándose como uno se encuentra,
es perdonando como uno es perdonado,
es dando como uno recibe,
es muriendo como uno resucita a la vida.

Pero no olvidemos que la paz no es solo obra nuestra y que la paz la llevamos nosotros dentro del corazón como en un manantial. La paz es un regalo de Dios porque Él es el Dios de la Paz. En la medida en que estamos unidos a Él podremos ser instrumentos de paz ya que la paz es más que ausencia de guerra o de conflictos, la paz es amor, misericordia, perdón, es justicia y entrega solidaria.

Que Santa María de la Esperanza sea nuestro consuelo y nos ayude a ser portadores de paz allí donde estemos.

Y no olvidéis de rezar alguna vez por el arzobispo de Barcelona pues necesita mucha ayuda para desempeñar bien su ministerio pastoral. Y sabed que yo rezo por vosotros ya que os sigo llevando en mi corazón. Amén.

+ Card. Juan José Omella Omella
Arzobispo de Barcelona

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