El servicio de los religiosos y religiosas a la sociedad

(Domingo, 26/04/2015)

Dentro de este tiempo gozoso de Pascua, este cuarto domingo celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Se refiere a las vocaciones sacerdotales y religiosas, que son siempre un don de Dios a su Iglesia.

Las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida religiosa tienen una especial importancia en la Iglesia. Con motivo del Año de la Vida Consagrada que estamos celebrando en toda la Iglesia por indicación del papa Francisco, quisiera recoger en este comentario algunas de las ideas que expuse en una reunión extraordinaria que celebramos los superiores religiosos y los obispos catalanes el pasado 28 de enero en el Seminario Diocesano de Barcelona.

El papa Francisco, en su documento programático La alegría del Evangelio, llama a todos los religiosos y las religiosas a «recuperar la frescura original del Evangelio» para hacer brotar «nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual”.

El Papa nos llama a todos los servidores de la Iglesia a una pastoral en clave de misión con audacia y creatividad, y pide expresamente hacer la propuesta evangelizadora desde el corazón del Evangelio, cuyo núcleo es la misericordia. Este núcleo es la fuente de la que brota la alegría que debe acompañar siempre al evangelizador y la evangelizadora y, por ello, la Iglesia debe ser y debe aparecer como portadora de esta experiencia de misericordia.

Son muy bellas las palabras que dice el papa Francisco con motivo del año que estamos celebrando: «Quería deciros una palabra, y la palabra es la alegría. Siempre, donde están los consagrados y las consagradas a Dios hay alegría.» Es la alegría, la alegría de la vocación recibida y del amor del Señor, que se expresa en la vida de seguimiento de Jesucristo obediente, casto y pobre.

Durante este año que la Iglesia dedica a la vida religiosa, todos los miembros del pueblo de Dios debemos agradecer el servicio que estas personas hacen a toda la sociedad, sobre todo a los más pobres. Nuestras iglesias diocesanas, con todos sus miembros, debemos reconocer este servicio generoso. ¿Qué sería de nuestra sociedad, nuestras ciudades y pueblos sin la presencia y el servicio de los religiosos y las religiosas en los campos de la espiritualidad, de la vejez, de la cultura, de la enseñanza, de los pobres, de los enfermos, etc.? Sería una sociedad muy vacía.

Encomendamos a la Virgen de Montserrat, patrona de las diócesis catalanas, cuya fiesta celebramos mañana, el futuro de las vocaciones sacerdotales y religiosas en nuestra tierra.

  Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona