(Domingo, 11/09/2011)
Este domingo coincide con la “Diada Nacional de Catalunya”. En tal jornada, creo oportuno recordar algunas reflexiones que hice a los políticos cristianos de nuestro país durante una misa celebrada en la basílica de la Virgen de la Merced, con motivo de la fiesta de Santo Tomás Moro, patrono de los políticos.
De la vida y del martirio de Santo Tomás Moro nace un mensaje que a través de los siglos habla a las personas de todos los tiempos de la inalienable dignidad de la conciencia, la cual, tal como recuerda el Concilio Vaticano II, “es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el cual tan sólo está Dios, y su voz resuena en lo más íntimo de la conciencia” (GS, 16). Precisamente porque la fidelidad a su conciencia condujo a Moro al martirio, éste santo es venerado como ejemplo perenne de coherencia moral.
Que la Iglesia haya otorgado a los políticos como patrón a esta gran figura de humanista y político que llegó a ser el canciller del Reino de Inglaterra, indica la gran consideración que hemos de tener hacia el trabajo de los políticos y hacia su servicio al bien común. A pesar de las críticas que reciben, que nunca debemos generalizar, se ha de insistir en la importancia del servicio que prestan cuando imitan aquellas actitudes y virtudes de santo Tomás Moro.
En esta fiesta nacional de Cataluña, me parece que hemos de ser conscientes de que la política es necesaria para conseguir el bien común de la sociedad. No podemos prescindir de los políticos. Por ello hay que poner de relieve la dignidad de la política y de los que la ejercen. Ya Pío XI, el Papa de la Acción Católica y de la importancia de la misión de los laicos cristianos en la Iglesia y en la sociedad, habló de la caridad política, la cual no se limita a suplir las deficiencias de la justicia o a denunciar las injusticias, sino que hace más que eso. El mismo Concilio Vaticano II afirmó que “la Iglesia considera digna de alabanza y de atención la tarea de los que se consagran al servicio de los hombres para el bien común y aceptan las cargas de este servicio”.
El servicio político en una sociedad democrática comporta escuchar constantemente aquello que necesita y exige el pueblo para poder ejercer sus derechos y sus deberes. Hoy, como consecuencia de la gran crisis económica mundial, el número de parados ha alcanzado ya entre nosotros los cinco millones de personas, con un 40% de desocupación entre los jóvenes. El clamor para obtener un trabajo es unánime, como observamos en las manifestaciones de todas partes, y es una constante de los que, cada vez en mayor numero, se ven obligados a recurrir a Cáritas para poder subsistir. Las personas no nos piden ayudas; sobre todo nos piden trabajo. Así nos lo dicen los que acuden a Cáritas.
Estoy seguro de que este clamor tan legítimo también nuestros políticos lo llevan en la mente y en el corazón. En la medida de lo posible, convendría que se dieran signos que explicitaran esta preocupación de los políticos de nuestro país, de toda Europa y del mundo entero para encontrar soluciones a esta cuestión que es nacional, de Estado, y no es sólo de un partido, de un sindicato o de la patronal, sino que exige actuaciones unitarias de todos.
Otro servicio de los políticos, especialmente importante en estos momentos de globalización y de creciente pluralismo de nuestra sociedad, es el servicio a nuestra identidad colectiva. Nuestra historia milenaria de país de marca nos ha abierto a las etnias y culturas que han llegado hasta nosotros, integrando a nuestra identidad todo aquello que la enriquece y ofreciendo todo lo bueno que tenemos a los que vienen de fuera.
† Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona