El recuerdo del Vaticano II y el camino de la Iglesia

(Domingo, 29/11/2015)

Dos acontecimientos marcan el tiempo de Adviento que hoy inicia la Iglesia: el recuerdo del Concilio Ecuménico Vaticano II y el Año Santo especial de la Misericordia, promulgado por el papa Francisco. Son dos acontecimientos espirituales -uno del pasado y uno del presente- que nos invitan a vivirlos con esperanza, que es la actitud espiritual propia de este tiempo de preparación a la Navidad.

Ambos eventos tienen una fuerte relación interna. Lo expresa claramente el Papa en el documento de convocatoria del Año Santo, en el que dice que ha escogido como fecha para iniciar el Jubileo extraordinario el 8 de diciembre, precisamente por su significado en la historia reciente de la Iglesia. En efecto, el Papa abrirá la Puerta Santa -que se abrirá también en las catedrales de todo el mundo- en el cincuenta aniversario de la conclusión del Concilio Ecuménico Vaticano II.

«La Iglesia -dice el Papa- siente la necesidad de mantener vivo este evento», y da la razón: para la Iglesia, aquel 8 de diciembre de 1965, cuando terminaban las sesiones del Concilio, se iniciaba un nuevo período de su historia. Por eso se dice, con razón, que el Vaticano II fue el hecho eclesial más importante de todo el siglo XX.

Los obispos reunidos en el Concilio convocado por Juan XXIII percibieron intensamente, como un verdadero impulso del Espíritu Santo, la exigencia de hablar de Dios a los hombres de nuestro tiempo de una manera más comprensible. ¿No es éste precisamente el objetivo fundamental del Jubileo que comenzará próximamente?

El magisterio del papa Francisco tiene unas raíces que se alimentan del espíritu y de las disposiciones del Vaticano II. Por eso mismo, el Papa actual nos recuerda en muchos aspectos la figura del inolvidable Papa Juan, que tuvo la inspiración de convocar un concilio para abrir la Iglesia al impulso del Espíritu Santo y a las necesidades de los nuevos tiempos. Escribe Francisco: «Derrumbadas las murallas que por mucho tiempo habían recluido la Iglesia en una ciudadela privilegiada, había llegado el tiempo de anunciar el Evangelio de una manera nueva. Una nueva etapa en la evangelización de siempre. La Iglesia sentía la responsabilidad de ser en el mundo un signo vivo del amor del Padre”.

¿Cuál era el nuevo camino a seguir? Francisco recuerda estas palabras de san Juan XXIII en la apertura del Concilio: «En nuestros tiempos, la Iglesia prefiere usar el remedio de la misericordia, y no empuñar las armas de la severidad». En este mismo camino -recuerda Francisco- se situaba el beato Pablo VI en la clausura de los trabajos del Concilio diciendo que «la religión de nuestro Concilio ha sido principalmente la caridad. La antigua historia del buen samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio”.

Francisco nos invita a atravesar la Puerta Santa del Jubileo reafirmando el espíritu y las disposiciones del Concilio Vaticano II. Este es sin duda el camino de la Iglesia de Cristo en nuestros tiempos.

  Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona