El cumpleaños del Santo Padre

(Domingo, 13/12/2015)

El próximo 17 de diciembre el Papa cumple 79 años. Jorge Mario Bergoglio nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936. Por lo tanto, entra en el octogésimo año de su vida. Con este motivo, creo oportuno destacar uno de los rasgos más característicos de su personalidad: su condición de jesuita.

Dicen los estudiosos de su vida y de su pensamiento que uno de los libros que más ha leído -quizás sería más adecuado decir que más ha meditado- a lo largo de su vida de jesuita es el Memorial, de Pedro Fabro, el saboyano que fue compañero de san Ignacio desde los tiempos en que estudiaban en La Sorbona. En la entrevista que concedió a la revista La Civiltà Cattolica, dice el Papa que Fabro es el jesuita que más le ha impresionado aparte de san Ignacio, el fundador. Para él, la vida de Fabro es un ejemplo de «diálogo con todos, incluso con los más alejados y con los adversarios; un hombre de piedad sencilla, de disponibilidad inmediata, de un atento discernimiento interior; un hombre de grandes y fuertes decisiones, que hacía compatible con el hecho de ser muy dulce”.

Pedro Fabro es santo desde el 17 de diciembre de 2013, día del cumpleaños de Bergoglio, el primero que pasaba en Roma como Papa. La fórmula adoptada para su canonización fue la llamada equipolente, empleada con figuras de una particular relevancia eclesial, con culto litúrgico de tiempo atrás y de una fama de santidad ininterrumpida. En el caso de Pedro Fabro desde 1872, año en que fue beatificado, e incluso desde antes.

No se puede entender a Jorge Mario Bergoglio si se olvida al jesuita y no se conoce la espiritualidad ignaciana. En ésta se pueden distinguir -dicen los estudiosos- dos corrientes: la ascética y la mística. La primera se basa en la meditación y el ejercicio de las virtudes e insiste en el esfuerzo para combatir los defectos y desarrollar las virtudes. La segunda parte de una rigurosa ascesis, exige el discernimiento y crece en la docilidad ante la acción del Espíritu Santo. La lucha contra los vicios y la práctica de las virtudes pasan a ocupar un segundo plano, aunque quedan asumidas de forma permanente.

Al citar a Pedro Fabro, en la entrevista que he mencionado, como uno de los jesuitas de quien se siente más cercano, el jesuita Bergoglio opta por la corriente mística. Para él, como para san Ignacio, el discernimiento no es una técnica, sino un instrumento para conocer mejor al Señor y para seguirlo. Como Fabro, Bergoglio une la experiencia interior, la expresión dogmática y la reforma estructural, que van inseparablemente unidas.

Fabro, el primer compañero de san Ignacio, vivió en un tiempo en que la unidad de la Iglesia sufrió grandes retos. Él orientó su apostolado hacia la reforma de la Iglesia, convirtiéndose en un defensor del diálogo y en un precursor del ecumenismo. Fue un contemplativo en la acción, un hombre profundamente atraído por Cristo, comprensivo, apasionado por la causa de los hermanos separados, que vivió con paciencia y mansedumbre. Durante los años en los que fue provincial de los jesuitas en Argentina, Bergoglio encargó la edición del Memorial a dos especialistas jesuitas, los padres Miguel A. Fiorito y Jaime H. Amadeo. Leyendo la vida de Fabro podemos encontrar el modelo en el que ahora se inspira Bergoglio, llamado a la más alta responsabilidad al servicio de la Iglesia de Cristo.

  Lluís Martínez Sistach

Cardenal administrador apostólico del Arzobispado de Barcelona