(Domingo, 16/01/2011)
El portavoz de Benedicto XVI, el padre Federico Lombardi, acertó de pleno al decir ante los periodistas, el pasado 7 de noviembre, que el tema central de las palabras del Santo Padre en Santiago y en Barcelona ha sido el tema de Dios. Es bien conocido que la primera prioridad del Papa en su pontificado es abrir a los hombres de hoy el acceso a Dios. Misión nada fácil en estas sociedades europeas nuestras tan secularizadas.
Benedicto XVI nos ha dicho que “es una tragedia que en Europa, sobre todo en el siglo XIX, se afirmase y divulgase la convicción de que Dios es el antagonista del hombre y el enemigo de su libertad. Con esto se quería ensombrecer la verdadera fe bíblica en Dios”. Dios en realidad es el amigo de los hombres y el amigo de la vida y nos invita a ser sus amigos.
El Papa nos ha dicho en este viaje que “Dios es el origen de nuestro ser y fundamento y cumbre de nuestra libertad, no su oponente”. Y por ello no dudó en pedir, desde Santiago de Compostela, lugar tan significativo para el continente europeo, que “Europa ha de abrirse a Dios, salir a su encuentro sin miedo, trabajar con su gracia por aquella dignidad del hombre que habían descubierto las mejores tradiciones”.
También ha pedido que “es necesario que Dios vuelva a resonar gozosamente sobre los cielos de Europa; que su palabra santa no se pronuncie jamás en vano; que no se pervierta haciéndola servir para fines que le son impropios. Es necesario que se profiera santamente”. Estas palabras me parece que tienen una clara intención de responder a los que puedan pensar –o quizás incluso temer- que esta invocación del nombre de Dios pueda esconder propósitos menos nobles de un retorno a formas de neoconfesionalismo estatal. En otras ocasiones, ante representantes de los Estados o de la política, Benedicto XVI ha hablado claramente de una sana laicidad estatal, y por ello es muy significativa su invitación a invocar el nombre de Dios santamente y a que este nombre nunca se tome en vano, como ya exige el Decálogo del Sinaí. Y se tomaría en vano si se utilizase “para fines que le son impropios”. Es muy importante esta clarificación ante los hombres y las mujeres de hoy y ante nuestra misma sociedad actual.
Si el tema de Dios estaba en el centro de los mensajes de esta visita apostólica de Benedicto XVI, es muy lógico que quedara maravillado por la basílica de la Sagrada Familia. Lo expresó con unas palabras que nos recordaban al Papa que ha dedicado tantos años a la enseñanza universitaria de la teología: “En un humilde y gozoso acto de fe, levantemos una inmensa mole de materia, fruto de la naturaleza y de un inconmensurable esfuerzo de la inteligencia humana, constructora de esta obra de arte. Ella es un signo visible del Dios invisible”.
En diferentes escritos, ya antes de alcanzar el pontificado, el Papa ha expresado que la experiencia de la belleza es un camino hacia el misterio y, en último término, hacia Dios. Por eso la Sagrada Familia era el lugar apropiado para el magisterio de Benedicto XVI sobre esta cuestión tan fundamental. Esto explica su fascinación por la obra de Gaudí hasta el punto de poner el Nacimiento de la basílica en su felicitación de esta Navidad. “Gaudí, abriendo su espíritu a Dios, ha sido capaz de crear en esta ciudad de Barcelona un espacio de belleza, de fe y de esperanza que conduce al hombre al encuentro con quien es la Verdad y la Belleza misma”.
† Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona