Carta dominical | El cardenal Bergoglio y san Cayetano

El papa Francisco siempre ha sido un claro defensor de la religiosidad popular, es decir, de la fe sencilla del pueblo de Dios. Desde sus años de provincial y de profesor en las facultades de la Compañía de Jesús en Argentina, ha sido un defensor de lo que él llama la teología del pueblo.
Esto se manifiesta especialmente en su relación, en Buenos Aires, con las manifestaciones de la religiosidad popular. Una de estas es la devoción a san Cayetano, cuya fiesta se celebra el 7 de agosto.
Es sorprendente que un santo italiano, Gaetano de Thiene, nacido en Venecia, sacerdote fundador de la Orden de los Clérigos Regulares -también llamados teatinos, que tienen una iglesia en Barcelona- haya suscitado tanta devoción en Buenos Aires hasta el punto de ser considerado un santo porteño. Su culto se inició en el barrio de Liniers en el siglo XIX, pero comenzó a hacerse popular en la ciudad en 1929, cuando, con motivo de la crisis económica mundial de ese año, la situación social se hizo crítica. La imagen de San Cayetano con el Niño Jesús en brazos atrajo cada vez a más fieles que pedían al Santito «pan y trabajo», como piden muchos fieles catalanes a san Pancracio «salud y trabajo». La parroquia respondió a esta urgencia humana, y cada día cientos de personas eran atendidas con un conjunto de servicios: bolsa de trabajo, atención a las madres solteras y a familias que necesitaban alimentos, clases de alfabetización, farmacia… La fama de san Cayetano se extendió por toda la capital y por las localidades del cinturón obrero.
Desde el año 1997, el arzobispo Bergoglio iba todos los años a celebrar una misa en San Cayetano, coincidiendo con su fiesta. Desde que asumió las funciones de obispo auxiliar, en 1992, se interesaba por este templo en el que se daban unas crecientes manifestaciones de religiosidad popular. Quizás porque consideraba que la religiosidad popular había sido uno de los signos que habían marcado su vida, Bergoglio ha sintonizado siempre con las manifestaciones de la piedad del pueblo. Cuando dejó de ser provincial y fue desterrado a la ciudad argentina de Córdoba sin ninguna misión especial, sólo para celebrar misa y oír confesiones, declaró que para él dedicar largas horas a confesar era un consuelo, porque en el confesionario «se puede ver la santidad del pueblo de Dios”.
El 7 de agosto de 2013, el cardenal Bergoglio no pudo ir a la parroquia de San Cayetano, porque en marzo de ese año había sido elegido obispo de Roma. Pero quiso enviar un mensaje especial a los más de cien mil fieles que pasaron -desde la madrugada hasta la medianoche- ante la imagen del Santito. «Este año -les decía- no podré estar físicamente recorriendo las hileras de personas que esperan entrar en el templo, no podré hablar con vosotros y recibir los mensajes -«los papelitos»- con vuestras intenciones, pero os invito a ir, con Jesús y con san Cayetano, al encuentro de los más necesitados, de los que están pasando por malos momentos, peores que los que pasáis vosotros; ayudadles sin preguntarles cuál es su religión”.
Chesterton, uno de los autores preferidos por Bergoglio, escribió que «es una locura intentar poner el cielo en la cabeza, cuando es más sensato poner la cabeza en el cielo».
¡Que Dios os bendiga a todos!
+ Juan José Omella Omella
Arzobispo de Barcelona
Descárgate esta carta dominical en formato audio *.mp3