Carta dominical | «Con una sonrisa»

A lo largo de este curso, en nuestra archidiócesis, hemos trabajado uno de los ejes del Plan Pastoral Diocesano que iniciamos hace ya más de un año: la fraternidad. En estos últimos doce meses hemos ido tomando conciencia de ella y nos hemos invitado a revisar esta actitud fundamental para una vida más humana.
El documento diocesano nos anima a recuperar esta actitud. Cuando redescubrimos el valor de la fraternidad, recuperamos la mirada amable hacia los demás. Jesús nos mostró el camino con sus acciones. Basta que le imitemos, que nos reflejemos en Él y que nos convirtamos en constructores de paz.
La fraternidad es uno de los mayores regalos que podemos ofrecer a la sociedad. Siempre hemos oído hablar del gran poder de la palabra, de un gesto amable, de una mirada llena de amor o de un abrazo cálido en el momento en que más lo necesitamos. La fraternidad es amor incondicional. Amor a cambio de nada.
¡Destilemos la esencia de la fraternidad en una pequeña sonrisa! Es un gesto espontáneo y natural que expresamos desde que nacemos. Es un lenguaje universal que todos entendemos. Cuando nos hacemos mayores parece que desaprendamos a sonreír. La dureza de la vida, la dureza de las experiencias que vivimos, nos afligen y nos llenan de dolor, un dolor que nos endurece el corazón. Podemos, sin embargo, volver a sonreír si dejamos que Jesús nos acompañe. Él siempre está a preparado para regalarnos su alegría y enternecer nuestro corazón.
Dios es fraternidad, es relación, es comunión de amor. Nosotros hemos sido creados a su imagen y semejanza y, por ello, es necesario que acojamos este amor para poder vivir intensamente la fraternidad. Si observamos lo que pasa en nuestro entorno, nos damos cuenta de que vivimos un tiempo de cierta desorientación. Muchas personas se sienten perdidas y sin rumbo en una sociedad donde el individualismo es cada vez más relevante: la primera persona, «el yo» lo ocupa todo.
Los vínculos que nos unen con las demás personas se debilitan. Parece que no esté de moda estrechar los lazos fraternales entre nosotros. Nos cuesta tender la mano a un desconocido. Deberíamos ser capaces de descubrir a Jesús en el rostro del otro. Jesús nos recuerda nuestra condición de hermanos. Esta es la clave: ver en el otro a nuestro hermano, abrirle el corazón sabiendo que el amor siempre tiene la última palabra.
Sonreír es un gesto que expresa una actitud fraternal. ¿Habéis pensado qué pasaría si sonriéramos más a las personas que nos rodean? ¿Os habéis preguntado qué sucedería si saludáramos con un simple «buenos días», al vecino que nos encontramos en el ascensor? O ¿qué pasaría si llamáramos a un ser querido que vive momentos de soledad? Debemos cultivar el amor mutuo, aquel amor fraternal que nutre y enriquece nuestro ser.
Queridos hermanos, este verano no os vayáis de vacaciones sin una maleta cargada de sonrisas.
Card. Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona
Escucha la carta dominical en la voz del cardenal arzobispo de Barcelona.