Sergi Gordo y Antoni Vadell ya son obispos auxiliares de Barcelona

El cardenal Omella preside la celebración litúrgica y pide a los nuevos obispos que se dejen conducir siempre por el Señor

La archidiócesis de Barcelona ya cuenta con dos obispos más: Mons. Sergi Gordo y Mons. Antoni Vadell. La basílica de la Sagrada Familia ha acogido este fin de semana la ordenación de los nuevos auxiliares de la ciudad, dos meses y medio después de que el papa Francisco anunciara públicamente los nuevos nombramientos para la Iglesia de Barcelona, ​​con los que se eleva a tres el número de obispos auxiliares en la archidiócesis catalana.

La celebración litúrgica fue presidida por el cardenal arzobispo de Barcelona, ​​Juan José Omella, y ha contado con la presencia de un total de 21 obispos y 320 sacerdotes y diáconos, entre ellos, el nuncio del Papa en España y Andorra, Renzo Fratini, el cardenal arzobispo emérito de Barcelona, ​​Lluís Martínez Sistach, y el cardenal y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez.

La ordenación comenzó con el rito preparatorio, invocando al Espíritu Santo con el himno Veni Creator Spiritus, donde todo el mundo se pone de pie, y leyendo el documento por el que el papa Francisco los nombra obispos.

Durante la homilía, el cardenal Omella recordó a los nuevos obispos y a todos los feligreses que asistieron al acto «algo fundamental para los cristianos: todo es gracia» y que nadie debe «vanagloriarse de nada, ni envidiar, porque Dios distribuye gratuitamente sus dones entre los hombres en bien de todo el pueblo«. El arzobispo metropolitano de Barcelona también relacionó los dos nombramientos con lo que dice el Evangelio: «el Señor envió a los apóstoles de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos» (Cf. MC 6,7), añadiendo con palabras suyas que, en esta parte del Evangelio, vemos que «Dios reúne sus apóstoles en grupo, en comunidad y los invita a trabajar de esta manera en comunión«.

Finalmente, destacó la importancia de servir y amar con alegría a la comunidad y aconsejó a los nuevos obispos elegidos por el Santo Padre a proclamar la Palabra de manera sencilla: «que las homilías sean efectivamente transmisión de la gracia de Dios: sencillas, que todos las comprendan y los ayuden a ser mejores».

Al terminar la homilía, los nuevos obispos se quedaron de pie ante el cardenal para llevar a cabo las promesas.

A continuación, llegó el gran momento de la ordenación con la imposición de las manos por parte de los obispos, que simboliza la colegialidad episcopal y, a continuación, la oración de ordenación; momento en que se pone el libro de los Evangelios sobre la cabeza de los escogidos.

Finalmente, continuó el rito con la unción de la cabeza con el santo crisma, signo de la peculiar participación del obispo en el sacerdocio de Cristo, y la entrega del libro de los Evangelios, juntamente con el anillo, la mitra y el báculo.

Al finalizar la celebración litúrgica ambos obispos agradecieron todas las muestras de afecto recibidas y manifestaron que la alegría del Evangelio, que se plasma en sus dos lemas episcopales, sea el motor que guíe la Iglesia de Barcelona.

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