Sant Esteve, ¿un hecho diferencial?

Una tradición catalana que se mantiene desde el Imperio Carolingio

El día siguiente del día de Navidad, el catalanes celebramos la festividad de Sant Esteve. La celebración lo articulamos generalmente alrededor de una comida familiar, con un menú que no deja de ser abundante y exquisito a pesar de que es “de aprovechamiento”. El plato estrella son los canelones, rellenados precisamente con las sobras del asado de la comida de Navidad. Es bastante común esta comida no se alargue tanto como la comida de Navidad, cosa que permite redondear la celebración de la fiesta con la asistencia a alguna representación de pastorcillos o pesebre viviente.

La colocación de este santo, y no otro, en esta día del calendario no es casual, como tampoco lo es, según hemos visto, la fecha de celebración de la Navidad. De hecho, en el calendario no hay nunca nada casual o azaroso. El caso es que Sant Esteve protomártir (primer mártir) es considerado el primer santo de la cristiandad. Por este motivo se celebra el 26 de diciembre, justo el día después del nacimiento de Jesucristo. Su iconografía lo hace fácil de reconocer: un barón con la palma del martirio y cargando unas rocas, elementos que nos recuerdan que murió dilapidado.

Una tradición catalana

La celebración de San Esteve es un hecho singular del calendario catalán, puesto que esta fiesta no se celebra en el resto del Estado español. Lo mismo pasa con el lunes de Pascua Florida y el lunes de Pascua Granada, que son festivos solo en Cataluña, una diferencia que patentiza la peculiaridad de nuestras raíces culturales.

Pero explicamos el origen de esta fiesta que, por el contrario, sí que se celebra en otros lugares de Europa que, como Cataluña, estuvieron bajo la influencia del Imperio Carolingio a partir del siglo IX. Aquella era una sociedad donde la familia se estructuraba alrededor de la idea de clan. Así, las grandes celebraciones, como la Navidad o la Pascua, tenían lugar en la casa pairal hacia donde las familias se tenían que desplazar desde los hogares respectivos. Una vez finalizada la fiesta, era necesario un cierto tiempo para hacer el camino de vuelta, que normalmente se realizaba a pie o encima de un burro, durante buena parte de una jornada que quedaba impracticable para trabajar. Fue por esta necesidad, derivada de la organización familiar y de la manera de concebir la fiesta, que durante el Imperio Carolingio se decretó que el día después de Navidad y también el día siguiente de las pascuas fueran festivos.

Y esto, que a priori nos puede parecer ya muy alejado en el tiempo, también explica como, todavía ahora, establecemos nuestras relaciones socio-familiares en las celebraciones. Tanto es así, que justifica las tan tradicionales dichos “per Nadal, cada ovella al seu corral” y “per Sant Esteve, cadascú a casa seva”.

Es curioso observar como la festividad de Sant Esteve nos traslada a un momento de la historia de Cataluña en que los territorios y condados catalanes se encontraban dentro de la Marca Hispánica, administrada por los carolingios alrededor de los Pirineos. Los obispados catalanes estaban sometidos a la influencia eclesiástica del obispado de Narbona y desatados de la primacía de la Diócesis de Toledo. Lo que son las cosas, verdad?

Del libro de la Colección el Ermitaño: Celebramos la Navidad de Amadeu Carbó.

Para saber más podéis consultar Ediciones Morera

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