Partir, repartir y compartir
Artículo de opinión del obispo Sebastià Taltavull del domingo 11 de junio publicado en Catalunya Cristiana

Celebrar la Eucaristía nos muestra el amor con el que Dios Padre mira al mundo. Un Padre que, gracias a Jesús que nos lo ha hecho conocer, quiere que todos sus hijos e hijas se sienten en la misma mesa. ¿Cómo se ha hecho perceptible? Jesús nos lo transmite haciéndose hombre como nosotros por el misterio de su Encarnación, sin embargo, quiere perpetuarlo quedándose sacramentalmente presente en la Eucaristía mediante las especies del pan y del vino. Es el signo visible que nos abre los ojos de la fe y nos mueve a anunciarlo, haciendo que las condiciones inhumanas de vida y las desigualdades cambien a partir de la fracción del pan.
En un mundo que «acapara» y que se obsesiona «acaparando», ¿no es significativo y enormemente subversivo que los cristianos reunidos hagamos el gesto de partir el pan eucarístico para repartirlo? ¿Qué cambia en la comunidad que celebra la Eucaristía? ¿Qué cambio provoca en nuestras relaciones sociales y en el corazón de cada uno? ¿Qué hacemos para que la obsesión por «acaparar» dé paso a la obsesión por «compartir»?
Me decía un agnóstico después de la misa a la que había asistido con unos amigos por primera vez: «Me ha sorprendido el gesto que he visto que hacías: has partido el pan y has dicho que lo hacías como hizo Jesús en la última cena: para repartirlo y compartirlo. Lo he entendido, pero, ¿sois conscientes de lo que hacéis cuando partís el pan y de lo que significa?» Por eso, me pregunto muchas veces, ¿qué debe cambiar en cada uno, en la Iglesia, en la socieda, con la cantidad de eucaristías que celebramos y hacemos el gesto de Jesús? ¿A qué nos compromete?
Este gesto de amor que es la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección del Señor, no es un gesto aislado ni queda recluido en el templo o en la organización cerrada de un grupo, sino que trasciende la vida para transformarla desde sus raíces y proyectarla hacia Dios. Por otra parte, lo sabemos bien, exige un profundo cambio en el conjunto de nuestras relaciones humanas, promovido por el ejercicio de la caridad como signo identitario de quien sigue a Jesús, que nos quiere a todos sentados en la mesa.
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona y
Administrador Apostólico de Mallorca
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