P. Phillipe: «La paternidad de Dios es un camino de pobreza, a través de las bienaventuranzas»

Los sacerdotes jóvenes de la diócesis se reúnen con el cardenal Omella para escuchar la conferencia sobre la paternidad espiritual del presbítero

Fotografías: Ramon Ripoll

Los sacerdotes jóvenes de la archidiócesis de Barcelona se han reunido con el Cardenal Omella manteniendo la dinámica de encuentros pastorales que se hacen a lo largo del año. Esta vez, la jornada se concentró con la intervención del invitado especial, el P. Jacques Phillipe, el cual habló sobre la paternidad espiritual del presbítero diocesano.

La sesión tuvo lugar en el aula Magna del Seminario Conciliar de Barcelona donde, junto con los presbíteros de la archidiócesis, asistieron también algunos de Vic, Tortosa, Tarragona y Terrassa. Todos ellos pudieron reflexionar a través de la exposición del P. Jacques Phillipe que teniendo en cuenta el contexto actual.

El cardenal Juan José Omella, agradeció al Seminario la acogida e introdujo al conferenciante, sacerdote de la Comunidad de las Bienaventuranzas. Jacques Phillipe es considerado uno de los referentes en la espiritualidad católica, con una extensa obra literaria traducida en 18 idiomas. Tal como expuso Omella, un referente para iluminar sobre las pautas del presbítero diocesano, que puede ayudar a entender como crecer en el acompañamiento y engendrar una comunidad.

Un ministerio de gracia y responsabilidad

En la primera parte de su intervención, el P. Jacques Phillipe expuso los aspectos más importantes sobre la paternidad hoy. Un tema «delicado en el contexto actual a causa de las situaciones de abuso y también en plena discusión social». Destacó como el sentido de paternidad en el servicio sacerdotal conlleva una gran responsabilidad, pero a la vez es una «fuente de gracia y da profundidad al ministerio». «Esta paternidad es una joya profunda, puesto que vemos que, todo y los límites humanos, podemos llevar la ternura y el amor de Dios a los fieles. Esto nos da profundidad en nuestro sacerdocio».

«La gracia del padre es ayudar al hijo a entrar en su propia identidad. A tener coraje de ser él mismo y responder a su vocación, para acontecer aquello que tiene que ser». Así exponía Phillipe a todos los jóvenes sacerdotes la misión y la gracia que tiene un padre con su hijo. Un padre que comunica al hijo que es amado de manera incondicional. Phillipe insistió como un padre tiene que estimar, haciendo que el hijo tenga la certeza de ser querido, la de ser un regalo para los otros, para crear así un «núcleo de seguridad interior para sus adentros sabiendo que es amado». «De este amor incondicional – continuaba- él se siente gritado para hacer el bien. Porque él nos ayuda a crecer con la certeza de ser queridos y, así, invita querer».

En esta línea, sintetizando las claves en la paternidad de Dios, el P. Jacques  concluyó que en la paternidad de Dios hay dos cosas que van de la mano: amar incondicionalmente con paciencia y sin perder de esperanza.

Actuar como el Buen Pastor

Philippe recalcó tres aspectos previos a tener en cuenta. Por un lado, destacó que como Padre solo hay uno, tal como se llama al Evangelio de Mateo, que no es otro que el del cielo. «Toda paternidad humana es ejercicio de paternidad de Dios. No se trata de hacer de las personas nuestros hijos, sino hijos de Dios».

En segundo lugar, destacó que la función principal antes de que la función paterna es la de acontecer Buen Pastor. «Se trata de acontecer buenos pastores para recoger gracia de paternidad que se nos dio (…) Lo heredamos a través de la pureza, el amor, la generosidad y la verdad. Así, acontecemos poco a poco padres».

Como tercer aspecto a tener en cuenta, mencionó que el sacerdote se tiene que identificar con Jesús, el Hijo, y no con el Padre. «Tal como dice Jesús – exponía Phillipe – «aquel que me ve en mí ve al Padre». A través de nuestras actitudes, nos tenemos que dejar configurar por Jesús y vivir una transformación interior. Solo así podremos representar el Padre», dijo.

El Padre Phillipe se refirió en repetidas ocasiones en San Juan Pablo II como un ejemplo a seguir para todo sacerdote. «Una bonita imagen de paternidad, quien con la sus palabras alentó y llenó de  ternura las personas que acogió». «Dios nos da una ternura profunda y nos llena de Piedad. El Espíritu Santo nos da una amor que nos supera y, a pesar de defectos humanos, somos capaces de amae con el mismo amor de Dios».

Carencia de Paternidad

Phillipe se refirió a la crisis de la paternidad en la cultura actual. Según expuso, se debida en gran parte a causa de «la mentira que pone a Dios como enemigo de la libertad humana». Una visión ejercida por el sacerdote que en parte ha quedado apartada y que, tal como aseguraba, ha comportado consecuencias negativas en la vida actual y que hay que preservar. Así aseguró que si no hay Dios, no hay paternidad, y sin este, no hay ni perdón ni misericordia posible. «Hace falta una palabra de autoridad como la del Padre, más grande que nosotros para tener certeza del perdón que necesitamos». Recordó que es una gracia que se ha dado a los presbíteros, a persar de sus fragilidades.

En segundo lugar, expuso como hoy en día «hay menos obligaciones sociales y morales y más posibilidades técnicas y la posibilidad de hacer todo aquello que queremos hacer». Esto acontece en el momento en que se rechaza a Dios y, así, el sentido de paternidad. «El hombre se queda sol con su libertad e infinitas decisiones, sin nadie que lo ayude a discernir». En este punto, subrayó la importancia de la paternidad que «ayudar al hijo a ejercer la libertad de manera justa». «El Padre no está para suprimir libertad humana sino para orientarla y ayudar a hacer aquello que es bueno», dijo.

En tercer lugar, como consecuencia también de la ausencia de paternidad, se debilita la idea que todos somos hermanos. «Cuando tenemos un padre común es más fácil reconocer el otro como hermano.

Las flaquezas en la paternidad

Como consejos, para ejercer bien este ministerio el P. Jacques advirtió sobre varias flaquezas que a menudo se ven en la paternidad. Entre estas destacó la ausencia, recalcando la necesidad de «transmitir el sentimiento que no hay nada más importante que aquella persona». Evitar ser un padre insatisfecho y severo, es decir, en vez de desmotivar, alentar. No caer al ser «amigo» , puesto que no cuentan con esta presencia que ayuda a crecer.

Advirtió estar siempre en el servicio de los otros, en vez de mirar los propios méritos y, finalmente, no querer ejercer poder sobre los otros. Insistió especialmente en este último punto, remarcando que a menudo este tipo de actitudes pueden llevar actitudes de abuso de poder.  La paternidad es ponerse al servicio de los otros. «No se trata de poseer, sino de desprenderse y hacerse pequeño porque el otro crezca. Supone una renuncia a un mismo y renunciar a todo poder ejerciendo una autoridad verdadera», añadió.

Claves para el itinerario espiritual

Por la tarde, en la segunda parte de su intervención se centró en el camino espiritual para ejercer esta paternidad, el itinerario y los medios concretos. Es decir, las actitudes y las maneras de vivir que permiten que vivamos en esta gracia de Dios.  «No hay una receta mágica, es un trabajo interior de cada uno por medio del Espíritu Santo que hay que desear y pedir», advirtió.

En este camino hay varios aspectos esenciales a tener en cuenta. En primer lugar, «que la plegaria sea nuestra vida y nuestra vida, alabanza y adoración a Dios». Dios nos reviste con la paternidad desde la plegaria desde donde encontramos su luz, y esto es el coro de la vida sacerdotal este contacto con Dios en la plegaria.  En segundo lugar, «ser hijo de la Iglesia».  Expuso como la Iglesia, se levanta con la Gracia del Espíritu Santo, que nos invita a no perder el amor y la confianza. «Tenemos que reconocer aquello que hemos recibido de ella: el sacerdocio y la paternidad lo recibimos de la Iglesia».

Phillipe insistió que la paternidad de Dios es un camino de pobreza. Un camino trazado a través de las bienaventuranzas en el cual uno se hace transparente porque el hijo pueda brillar.  En este sentido, subrayó que «la paternidad evangélica verdadera igual que en la paternidad divina nos pide ser pobres de coro». «Tenemos que morir nosotros mismos, nuestras ideas, dejando que Dios actúe. La paternidad supone proximidad y ternura, pero, también distancia para respetar el otro».

Fe en Dios

En último lugar, señaló la confianza en Dios, como indispensable para ser sacerdotes y padres. «La calidad más importante del sacerdocio fe en Dios. Confianza en la gracia que está por encima mío», va dir. Insistiendo en este punto instó a «no dudar ni de Él ni de su misericordia, ni de su fidelidad. A pesar de que no vemos ninguna solución, nosotros tenemos que creer y esperar contra toda esperanza – insistía-. Tenemos derecho a todas las fragilidades, pero no tenemos derecho en vacilar en nuestra fe. Seamos hombres y mujeres de fe y veremos que hace milagros», añadió.

¿Te ha interesado este contenido? Suscríbete a nuestro boletín electrónico. Cada semana, la actualidad de la Iglesia diocesana en tu correo.

Te interesará ...