Mons Abadías: «Altar, Palabra y Caridad, es la misión y el regalo del Señor con el diaconado»

El obispo David Abadías preside la ordenación diaconal de Andreu Salinas en la Catedral de Barcelona

Fotografías: Cataluña Cristiana (A. Codinach)

«Hoy escribimos una nueva página en la historia de nuestra archidiócesis, que ojalá muchos más sigan». Así lo expresó el obispo auxiliar de Barcelona, Mons. David Abadías al finalizar la celebración de ordenación del nuevo diácono Andreu Salinas. En la fiesta del Nacimiento de San Juan Bautista, la Catedral de Barcelona acogió la celebración diaconal, presidida por el obispo auxiliar, y que reunió a curas y diáconos, y entre los asistentes, familiares y amigos del candidato al diaconado.

Durante la homilía Mons. David Abadias, que por primera vez presidía una ordenación diaconal, se dirigió a Andreu Salines invitándole a reflexionar en todo el recorrido vivido. «Una historia que ha contado con la riqueza y conocimiento de vivir y experimentar expresiones, vivencias y lenguajes que todos han ayudado hoy para responder a esta llamada del Señor».

«Altar, Palabra y Caridad»

En este nuevo ministerio como diácono, el obispo le recordó que «Estás llamado a que este regalo pueda ser vivido y celebrado en el corazón de aquellos que a través de ti se acercarán en estos misterios». En este sentido, mencionó tres aspectos claves a tener en cuenta: «Altar, Palabra y Caridad». «Esa es la misión y el regalo que te da el Señor con el diaconado y un día con el Sacerdocio».

En primer lugar, expuso cómo «el altar está allí donde el diaconado toma forma». Refiriéndose a él como «servidor del altar», le encomendó a «cuidar y amar lo que nos acerca al Señor y nos alegra en el corazón. Desde la sobriedad, la ignorancia y la alegría de los hijos de Dios».

En segundo lugar, la palabra, la «segunda gran misión que pide proclamar la palabra y ayudar a que los demás la vivan también y la quieran», dijo. «Ser la voz que proclama a Cristo, con el corazón y humildad».

Como tercer aspecto, Mons. Abadías subrayó la actitud de pobreza para acercarnos a Dios, puesto que «en los más pequeños es donde encontramos el rostro de Dios».

Ordenación diaconal, revestimiento e inicio

En el rito de la ordenación diaconal, tuvo lugar el esperado momento, con la oración de ordenación por parte del obispo Abadías con la imposición de manos en la cabeza de los candidatos para ordenarles diáconos. Después, una vez revestido con la estola y la dalmática, el obispo le entregó el libro de los ministerios como signo del oficio diaconal, para proclamar el Evangelio en las celebraciones litúrgicas y lo abrazó para sellar la aceptación del nuevo diácono, como colaborador suyo.

Una vez hecha la liturgia de la Eucaristía y el rito de la comunión, se dio paso al rito conclusivo. Por último, el ya Mn. Andreu Salinas, recién ordenado recibió el calor de los presentes en la Catedral que le felicitaron por este nuevo escalón camino hacia el sacerdocio.

Respeto y alegría

Una vez ordenado, Andreu Salinas explica cómo todo el respeto y vértigo que sentía antes de la ordenación, se transformó en “una gran alegría, gratitud y emotividad cuando en la procesión de entrada de la misa vi congregado a todo el “ pueblo de Dios” en torno al altar para hacer presente a Dios en medio de aquella solemne celebración eucarística de ordenación». «Dios iluminó en ese momento todas las oscuridades o miedos, se autocomunicó a lo largo de toda la celebración haciéndome entender que Él me acoge en su Iglesia como diácono, como yo le acogí más profundamente en el mi corazón el día de mi conversión», añade.

Por otro lado, a parte de la satisfacción de recibir la ordenación por el obispo Abadías, que se estrenaba ordenando a un ministro diácono, subraya la ilusión de la asistencia de tantas caras conocidas. «De la gran masa de asistentes que asistieron, me han confirmado que a través de esa celebración y de los cantos que la adornaban, Dios les tocó el corazón. Esto me permite construir un paralelismo con el momento de mi conversión a mis 11 años en esa misma Catedral; cuando Dios por medio de la belleza de la liturgia y del canto litúrgico tan sublime que custodia de modo especial a la Iglesia católica, me llamó a formar parte de su pueblo».

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