Las personas migrantes y refugiadas son los colectivos más afectados por el coronavirus

La pobreza y el hambre son el caldo de cultivo de los conflictos que generan regímenes totalitarios que llevan a millones de personas a huir de sus hogares, motivo por el cual Manos Unidas destina 82 proyectos para mejorar la vida de 600.000 personas desplazadas

Los conflictos, la persecución por diferentes motivos, la falta de libertad, el hambre y la pobreza, entre otros factores, fueron los motivos por los que, en el año 2019, según Naciones Unidas, en el mundo hubiera ya cerca de 80 millones de personas desplazadas de sus lugares de residencia. De ellas, casi 30 millones son personas refugiadas. «Por nuestro trabajo de lucha contra el hambre y la pobreza de más de sesenta años, en Manos Unidas conocemos y entendemos los motivos por los que estas personas huyen, con las manos vacías, dejando todo atrás», asegura África Marcitllach, coordinadora de proyectos de Manos Unidas en Oriente Medio; una de las zonas del mundo en las que, a día de hoy, el flujo migratorio es más elevado. «Levantarse cada día sin saber si tus hijos van a poder comer o, simplemente, levantarse sin saber si ese va a ser el último día que lo hagas, es motivo más que suficiente para plantearse el abandonar todo para salvar la vida», explica Marcitllach.

Una de las finalidades de los proyectos de desarrollo que lleva a cabo Manos Unidas es proporcionar a estas personas en sus países de origen las herramientas con las que poder hacer frente a su día a día y evitar, así, que se vean obligadas a abandonar sus comunidades, renunciando a sus raíces, a sus familias o a su idioma porque, según Marcitllach «la pobreza y el hambre son el caldo de cultivo en el que proliferan los conflictos y en el que se alimentan los regímenes dictatoriales y totalitarios que los llevan a huir».

Torturas en el desierto 

Este es el caso de muchos de los migrantes procedentes del Este de África, fundamentalmente de Eritrea, Somalia y Sudan del Sur y que recalan en Tel Aviv, en Israel, tras atravesar el desierto del Sinaí donde son víctimas de las mafias beduinas de traficantes de personas. «Lo que viven estos seres humanos en el desierto es inenarrable. Nunca nadie, si no es por desesperación, se aventuraría a algo semejante», asegura Marcitllach.

En septiembre de 2010 comenzaron a conocerse las atrocidades cometidas al Sinaí por las mafias beduinas. La hermana Aziza, una religiosa eritrea que trabaja a la organización israelí Médicos por los Derechos Humanos, documentó e hizo públicas las denuncias que escuchaba cada día. Fue un ejemplo que permitió que muchas personas explicaran sus historias al departamento médico. Gracias a estas historias Manos Unidas empezó a acompañar, hace años, a estas personas a través de Médicos por los Derechos Humanos y apoyando a los proyectos de la Asociación KUCHINATE, que trabaja con mujeres eritreas solicitantes de asilo.

Asociación KUCHINATE

Estas mujeres que buscan asilo, no han superado los traumas psicológicos y de salud física derivados de la terrible experiencia en el desierto: torturas, violaciones, palizas o embarazos. Una vez que llegaron a Israel, fueron detenidas en la frontera en instalaciones superpobladas. Cuando llegan a Tel Aviv se encuentran, como solicitantes de asilo, sin acceso a los servicios básicos como atención médica, vivienda, educación, formación profesional o el empleo.

«Muchas de estas mujeres se encuentran, después de una experiencia traumática, solas en un país que las rechaza. Tienen que hacerse cargo de sus vidas y de las de sus hijos y luchar, una vez más por su supervivencia», explica África Marcitllach. De allí surgió  Kuchinate, que en tigriña, su idioma natal, significa, crochet. El programa se dedica a ofrecer ayuda psicológica y económica respetando sus tradiciones y cultura propias. Las mujeres se reúnen para hacer crochet, relacionarse, y recibir ayuda psicológica. Marcitllach asegura que «el trabajo manual repetitivo y creativo es tremendamente terapéutico y eso se refleja positivamente en la evolución de las mujeres».

Refugiados y coronavirus 

Las personas migrantes, desplazadas y refugiadas pertenecen a los colectivos de población más afectados por las consecuencias derivadas de la crisis del coronavirus. «En Oriente Medio, normalmente son personas que viven en campos de refugiados en unas condiciones infrahumanas», explica Marcitllach. Desde el principio de la pandemia, Manos Unidas ha trabajado intensamente para dar respuesta a las solicitudes de ayuda de emergencia provenientes de los lugares donde tiene proyectos con personas refugiadas o desplazadas. También desde Kuchinate han pedido ayuda para que las 200 mujeres a las que ayudan puedan comer a pesar de que sus puntos de venta permanezcan cerrados.

En los años 2017-2019, Manos Unidas aprobó 82 proyectos destinados a mejorar las condiciones de vida de casi 600.000 personas desplazadas y refugiadas en África, Asia y América, por un importe superior a los 5,3 millones de euros. En lo que va de 2020, Manos Unidas ha aprobado 12 proyectos para personas refugiadas y desplazadas, por un importe de 535.843 euros, de los cuales 6 se han puesto en marcha como consecuencia de la pandemia de coronavirus.

Naciones Unidas estima que, en 2019, de los casi 80 millones de personas desplazadas que había en el mundo, casi 30 millones eran personas refugiadas y 4,2 millones eran solicitantes de asilo.

Manos Unidas
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