De Lampedusa a Marsella, una larga «peregrinación»

Desde su elección en 2013, el papa Francisco ha ido tomando conciencia, a lo largo de sus viatjes, de la importancia del Mediterráneo, microcosmos de retos y las fracturas del mundo

Imagen: Grupo de migrantes en Lampedusa, provincia de Agrigento, Sicilia (Italia). Shutterstock

Aquell dia, 14 de setembre, es va instal·lar un televisor a la tauleta de la sala d’estar de la Casa de Santa Marta. En aquest petit edifici on viu i treballa, dins del Vaticà, el papa Francesc va convidar Matteo Garrone. El director va venir a ensenyar-li la seva pel·lícula Jo, capità, amb la qual havia guanyat el Lleó de Plata al Festival de Cinema de Venècia uns dies abans.

Entre els que l’acompanyaven hi havia Mamadou Kouassi, el jove ivorià el testimoni del qual va inspirar directament la història d’aquests migrants que viatgen, a risc de la seva vida, per mig continent africà per intentar arribar a Europa, travessant la Mediterrània amb barcasses improvisades. La trobada, organitzada pel pare Antonio Spadaro, director de la revista jesuïta La Civiltà Cattolica, és típica dels afavorits per Francesc quan s’interessa per un tema: els testimonis directes, més que els experts o els prelats.

Segurament Francesc tindrà al cap aquesta pel·lícula i la perillosa odissea que explica quan trepitgi Marsella el divendres 22 de setembre, concloent una trobada de bisbes i joves d’arreu de la regió, des d’Espanya fins al Líban. La ciutat focea és per a ell l’etapa final d’un “pelegrinatge” a les ribes del Mare nostrum, com l’anomenaven els romans, el qual va començar l’any 2013, a l’inici del seu pontificat.

Aquests viatges van ajudar a fer que el Papa llatí s’apassionés i es preocupés cada cop més per aquesta regió. I a plasmar la seva visió de la Mediterrània en forma de programa per a l’Església, ja que als seus ulls aquesta regió resumeix totes les fractures i reptes del món.

Ese día, 14 de septiembre, se instaló un televisor en la mesita de la sala de estar de la Casa de Santa Marta. En este pequeño edificio en el que vive y trabaja, dentro del Vaticano, el papa Francisco invitó a Matteo Garrone. El director vino a enseñarle su película Jo, capitán, con la que había ganado el León de Plata en el Festival de Cine de Venecia unos días antes.

Entre los que le acompañaban estaba Mamadou Kouassi, el joven marfileño cuyo testimonio inspiró directamente la historia de estos migrantes que viajan, a riesgo de su vida, por medio continente africano para intentar llegar a Europa, atravesando el Mediterráneo con barcazas improvisadas. El encuentro, organizado por el padre Antonio Spadaro, director de la revista jesuita La Civiltà Cattolica, es típico de los favorecidos por Francisco cuando se interesa por un tema: los testigos directos, más que los expertos o los prelados.

Seguramente Francisco tendrá en mente esta película y la peligrosa odisea que explica cuando pise Marsella el viernes 22 de septiembre, concluyendo un encuentro de obispos y jóvenes de toda la región, desde España hasta Líbano. La ciudad focea es para él la etapa final de una “peregrinación” a las orillas del Mare nostrum, como le llamaban los romanos, que empezó en 2013, al inicio de su pontificado.

Estos viajes ayudaron a que el Papa latino se apasionara y se preocupara cada vez más por esta región. Y a plasmar su visión del Mediterráneo en forma de programa para la Iglesia, ya que en sus ojos esta región resume todas las fracturas y retos del mundo.

Lampedusa, 8 de julio de 2013

La toma de conciencia

Al Santo Padre se le heló la sangre. Jorge Mario Bergoglio, que había sido elegido Papa menos de tres meses antes, se enteró, consternado, de la tragedia permanente que se desarrolla en el sur de Italia. En una pequeña isla siciliana llamada Lampedusa, a 138 km de la costa de Túnez, desembarcan embarcaciones con migrantes que esperan encontrar un mundo mejor en Europa. Durante veinte años, 20.000 personas han perdido la vida intentando la travesía, y Francisco decidió, el 8 de julio, improvisar un viaje sin ministros ni cardenales, con un séquito reducido al mínimo: cinco personas.

Este primer viaje se hizo por capricho, pero se convirtió en el acto fundacional del pontificado. Y es el nacimiento de un interés por el Mediterráneo que sólo se fortalecerá con el tiempo. Hijo de emigrantes italianos, Francisco denuncia por primera vez la globalización de la indiferencia hacia los migrantes. «La experiencia de la desolación y la muerte en Lampedusa fue uno de los hechos que le llevó a interesarse por el Mediterráneo«, analiza Mons. Jean-Paul Vesco, arzobispo de Argel.

Para el Papa, el Mediterráneo es el mar del «mestizaje» que él mismo experimentó en Argentina. “El Mediterráneo y Latinoamérica son muy diferentes, pero comparten esta dinámica común de encuentro de culturas, insiste el padre Antonio Spadaro. Jorge Mario Bergoglio redescubre las lógicas que conocía en su casa”.

Israel, Palestina y Jordania, del 24 al 26 de mayo de 2014

El mundo en guerra

La etapa de Lampedusa respondió a un impulso. La de Israel y Palestina parece más bien un obligado pasaje. Segundo viaje fuera de las fronteras de Italia, el viaje a “Tierra Santa” es un paso esencial en cualquier pontificado, desde el histórico viaje de Pablo VI a estas tierras bíblicas, en enero de 1964.

Para Francisco, es el de la toma de conciencia de las tensiones y la guerra que sacuden la cuenca mediterránea. «Hubo algunos gestos muy poderosos de Francisco, que se detuvo a orar cerca del muro de separación entre Israel y Cisjordania, como hizo al día siguiente cerca del Muro de las Lamentaciones«, recuerda el padre Rifat Bader, director del Centro Católico de Estudios y Medios de Comunicación de Jordania. Ve la voluntad del Papa de “reafirmar que debemos dejar de ejercer la violencia en nombre de Dios”.

También es allí donde el Papa refuerza su vínculo con el padre Pierbattista Pizzaballa, entonces Custodio de Tierra Santa, que ya se había reunido con él en Buenos Aires. Nombrado Patriarca Latino de Jerusalén en 2020, este italiano, que lleva treinta años viviendo en la región y que habla perfectamente el hebreo, también será nombrado cardenal el 30 de septiembre. Aquí, al igual que en sus otros viajes al Mediterráneo, el Papa pudo tejer una red para alimentar su reflexión y sus posiciones.

En ese momento, Francisco no vino con un plan de paz, pero se reunió con líderes políticos israelíes y palestinos. Y invitó al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, y al presidente israelí, Shimon Peres, a ir al Vaticano a orar por la paz. Ambos estarán en Roma el 8 de junio de 2014, día de Pentecostés. “Fue durante este viaje cuando vimos emerger las directrices importantes del pontificado de Francisco”, analiza Mons. Rafic Nahra, obispo auxiliar del Patriarcado de Jerusalén, mencionando diversos temas: diálogo interreligioso, migrantes, paz y acceso al agua.

Egipto, 28 y 29 de abril de 2017

El Sant Padre y el Gran Imán

«¿Alguna vez un Papa ha hecho esto para los musulmanes?» La pregunta viene de quienes, en Roma, se comunican regularmente con Francisco. En este sentido, si hay un paso que ha surgido como una de las claves de la “peregrinación mediterránea” del Papa, es su viaje a Egipto. Desde su viaje a Tierra Santa, había continuado, con paciencia, su recorrido por la cuenca del Mediterráneo: Albania en septiembre de 2014, Turquía dos meses después, Bosnia y Herzegovina en junio, y después Grecia en 2016, de donde volverá a traer a 12 refugiados sirios.

Pero esta primavera de 2017, el Papa eligió a Egipto. Prioridad: firmar, con el Gran Imam de Azhar, Ahmed Al Tayeb, una declaración histórica sobre la fraternidad. Nunca un Papa y una figura importante del islam suní no habían rubricado un texto común de este modo. Este acto nace directamente de su reunión. Es característico del “método Francisco”, que prefiere los encuentros personales a los grandes debates teológicos.

Aquí, de nuevo, prefiere confiar en estas reuniones hombre a hombre que en los servicios de la Curia, que rara vez son convocados para organizar el evento. El Papa y el Gran Imam se han visto casi diez veces. “No hay ningún deseo, incluso en sus relaciones con el Gran Imam de Al-Azhar, de construir un diálogo teológico como tal, explica el islamólogo Adrien Candiard, que estuvo presente en El Cairo durante la visita del Santo Padre. Francisco favorece la conexión personal, y ese sentimiento de fraternidad y de necesidad de mejorar la vida”.

Bari, 23 de febrero de 2020

La esperanza de un espacio político

Ya hace siete años que Francisco subió al trono de Pedro, y su tropismo mediterráneo parece amplificarse aún más, como han demostrado sobradamente los viajes a Portugal, en mayo del 2017, y en Marruecos, en marzo del 2019. Pero esta vez es en Bari donde habla, cerrando una iniciativa completamente nueva del episcopado italiano.

Están presentes unos sesenta obispos de la región, desde España hasta los Balcanes, procedentes de 20 países. Entonces obispo auxiliar de Marsella, el que todavía no es cardenal Jean-Marc Aveline ya está ahí, sin saber que él mismo recibirá al Papa en su ciudad, tres años más tarde, para una reunión del mismo estilo. “Cuando le invitamos, el Papa hizo saber muy rápidamente que iría”, recuerda Mons. Paul Desfarges, arzobispo emérito de Argel. Tras el choque de la crisis migratoria y de la necesidad del diálogo interreligioso, el encuentro de Bari es una oportunidad para él, cree Mons. Desfarges, para expresar su inclinación e interés hacia el Mare nostrum.

Ante los obispos, el Papa expone por primera vez su visión del Mediterráneo, “cruce de intereses y hechos significativos desde el punto de vista social, político, religioso y económico” y “área estratégica cuyo balance refleja sus efectos en otras partes del mundo”. «La reunión de Bari, unida a la de Florencia en el 2022 ya la de Marsella este año, están pensadas para animar a la sociedad civil y política a asumir el problema«, detalla el arzobispo de Barcelona, ​​el cardenal Juan José Omella, que ha seguido el proceso desde sus inicios.

Chipre y Grecia, del 2 al 6 de diciembre de 2021

El regreso a Lesbos, o la observación de la impotencia

Hubo una sensación de impotencia ese día en Lesbos. Precedido de su séquito, el Papa entra en el “Centro de registro e identificación” local. En estos lugares rodeados de alambre de púas, donde se organizan en barrios tiendas y módulos prefabricados y donde se agrupan a los solicitantes de asilo por nacionalidades, el campo tiene el efecto de prisión al aire libre. En los días previos, las autoridades griegas hicieron todo lo posible para restringir al máximo la suite papal y limitar la presencia de la prensa. Pero Francisco rechazó rotundamente estas condiciones, y el Vaticano logró hacer venir a toda la delegación papal, ya los 70 periodistas que le acompañaban en ese momento. Ese día, las lamentaciones de Francisco, que ya se dejaron sentir en este campo en 2016, sonaron como una aceptación de fracaso. El propio Papa parece rezar en la indiferencia contra la que lucha desde hace diez años. Él pide a Dios que «nos despierte del olvido«, que «nos saque del individualismo que excluye«. El Mare nostrum se ha convertido en “Mare mortuum”, exclama. Este mensaje enviado tanto en las horas buenas como en las malas, Francisco lo acepta, descifra el cardenal Omella. “Le está diciendo en Europa: vivís en una sociedad del bienestar. Hay que pensar en los pobres. Mirad Mongolia, Ucrania, Marruecos, África. Esto le afecta. El Papa nos insta a reflexionar sobre ello”.

Marsella, del 22 al 23 de septiembre de 2023

La última etapa

El cardenal Roger Etchegaray, arzobispo de Marsella entre 1970 y 1985, decía: “Aquí damos la vuelta al mundo en ochenta horas”. Es este personaje multicultural, en el cruce de una zona del globo representativa de todos los retos del mundo actual, el que empujó al Papa a ir a concluir allí los Encuentros Mediterráneos el 23 de septiembre.

«Marsella es la capital del Mediterráneo«, dice uno de los que se comunican habitualmente con el Papa. «Esta es la oportunidad que le permitirá continuar su peregrinación iniciada en Lampedusa hace diez años«, insiste el actual arzobispo, Jean-Marc Aveline, quien añade: «Probablemente nos dará una hoja de ruta«. Un plan de futuro que será la culminación de una concienciación que empezó en Lampedusa hace diez años.

*Reproducimos el artículo publicado en la revista La Croix, el 22 de septiembre de 2023.

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