De la decepción al entusiasmo
Cuando el Señor se pone a caminar junto a dos discípulos que van hacia Emaús, les ofrece la posibilidad de recapacitar y descubrir quién es él y qué ha sucedido

Las actuales circunstancias reclaman para muchos bautizados la necesidad de iniciarse nuevamente en la fe cristiana. En este tiempo pascual y ante la verdad del encuentro con Cristo vivo y presente en los caminos de la vida, podemos planteárnoslo seriamente. Caminos de ida y vuelta, de frustraciones y euforias, de desengaños y adhesiones incondicionales. Caminos, también, de ignorancia, indiferencia y desesperanza. Así lo viven y manifiestan, como también muchos hoy, quienes habían puesto su confianza en Jesús: «Nosotros esperábamos que él fuera el libertador de Israel…» Esta y otras frases similares denotan una especie de reacción que invade las conversaciones y pone al descubierto la decepción hacia Jesús o sus seguidores.
A todo esto debemos añadir el fenómeno de los que se apartan, de aquellos y aquellas que, por las circunstancias que sean, dejan de creer o desconectan del Evangelio. Sin embargo, es el Evangelio el que nos hace ver que el Resucitado está dispuesto a acompañar a este hombre y esta mujer que regresan y que han perdido el rumbo de su vida. ¿Quién debe dejarse acompañar? ¿Quién, en nombre de Cristo y de la Iglesia, quiere acompañar y ayudar a otros a iniciar de nuevo el trayecto de retorno y ayudar a volver a empezar? ¿No es este el camino que debemos hacer junto a los jóvenes, cuando tantos buscan y esperan silenciosamente que alguien los acoja y les dirija la palabra?
Cuando el Señor se pone a caminar junto a dos discípulos que van hacia Emaús, les ofrece la posibilidad de recapacitar y descubrir quién es él y qué ha sucedido. Es la razón por la que momentos después reconocerán el cambio de que el Señor Resucitado ha operado en sus corazones: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». Vuelve la confianza y renace el entusiasmo. Su fuerza de atracción y nuestra respuesta de fe facilitarán que el ardor de nuestro corazón nos convierta en testimonios vivos de su persona.