Coronavirus: una sola humanidad, una vulnerabilidad compartida
Cristianismo y Justicia reflexiona sobre las afectaciones sociales, políticas, económicas y espirituales de la pandemia

El centro de estudios Cristianismo y Justicia presenta una reflexión sobre todo lo que ha significado la crisis vivida estos meses, así como los retos y los riesgos, planteados en un documento que firma Jaume Flaquer, responsable teológico del centro, y que se ha publicado en la colección Papers. Esta experiencia ha vuelto a situar la muerte, ajena a la cotidianidad del primer mundo, como un acontecimiento muy presente y, de repente, el virus ha desplazado a la humanidad «frente al interior y frente a lo esencial» aseguran en el escrito.
Con todo, el documento de Cristianismo y Justicia relativiza las expectativas de cambio de las que tanto se habla: «no es para nada seguro que la humanidad saque todas las conclusiones que tendría que sacar de esta pandemia», puesto que «los propósitos difíciles que se toman durante las crisis a menudo se dejan de lado cuando vuelven los buenos tiempos».
Desigualdades, riesgos para la democracia, la privacidad y los derechos civiles
Ante la crisis económica a consecuencia de la pandemia, Cristianismo y Justicia recuerda que «no nos afectará a todos del mismo modo», y «tendríamos que encontrar maneras para que la solidaridad que manifestamos ante este problema compartido no se desvanezca los meses que vendrán».
Del mismo modo, la pandemia «puede provocar un desplazamiento del eje del mundo hacia Oriente y nos sitúa también frente a un importante riesgo de menor protección de la privacidad y de los derechos civiles» asegura el documento. Al mismo tiempo, «Occidente no tendría que olvidar su compromiso de justicia con los países del sur global, puesto que podemos prever emergencias humanitarias de un alcance incalculable».
Una vulnerabilidad compartida
Finalmente el texto urge a elaborar una narrativa global sobre lo que ha pasado, poniendo de manifiesto las causas ecológicas, el modelo de globalización y de consumo, la necesidad de potenciar una sanidad pública de calidad y la investigación, así como evaluar nuestro sistema de atención a las personas mayores. En definitiva, «reconocernos vulnerables y que esta vulnerabilidad compartida nos haga sentir una sola humanidad». A pesar de que el ámbito de afectación es muy diferente, es el primer mal que se vive de manera universal y que ha obligado a movilizarse con urgencia ante un problema que afecta a todos los estados, razas y religiones.