Ambrosio (339-397), siendo todavía catecúmeno, fue aclamado obispo (7 diciembre 374), cuando iba a poner paz en la iglesia de Milán conmovida por los disturbios de la elección. Su caridad con los pobres y su firmeza en la defensa de la fe (contra los arrianos) con escritos y sermones, le distinguieron en todo momento: «La Iglesia posee oro, no por conservarlo sino por hacerlo servir.

No dirá el Señor: ¿por qué tantos desgraciados han muerto de hambre cuando tú tenías oro? ¡Valía mucho más conservar estos vasos vivientes que los vasos de metal!» (De officiis II). Es uno de los cuatro grandes Doctores de la Iglesia, proclamado en 1298. Tiene una estatua en la girola de la sede barcelonesa.

En diciembre, el pastor y el labriego descuidan las ovejas y atizan el fuego.