16 DE AGOSTO
San Esteban de Hungría, rey

Vaico (~975-1038) cambia el nombre en el bautismo y es coronado rey de Hungría en el año 1000. Funda monasterios y obispados y fomenta la vida de la Iglesia. Fue guerrero, juez, administrador y legislador, pero también un místico: «Sé modesto y no castigues ni condenes a nadie más de lo que merezca. Sé manso y nunca rechaces la justicia. Sé honesto y no difames a nadie irreflexivamente». Buenos consejos a su hijo de un rey que también parece ser justo, pacífico, piadoso y que buscaba el bien de los súbditos.
También celebramos la fiesta de San Roque.
Uno de los santos más populares, especialmente como protector contra las pestes y enfermedades contagiosas. Nació en Montpellier en 1295. Al morir sus padres, joven todavía, vendió sus posesiones y tomó el hábito franciscano. Fue a Italia para visitar los santuarios de la cristiandad: en Roma, cura enfermos de peste. Cuando se contagió, se retiró a un lugar desértico. Pero Dios no le abandonó: la tradición nos habla de que era alimentado por un perro que cada día le traía un pan. Murió en Montpellier en 1379.
En 1629, Roma ya lo canonizaba, pero los vecinos de la Plaza Nueva de Barcelona (al lado de la catedral) ya lo celebraban en 1521. Y todavía hacen fiesta grande. Se le representa vestido de peregrino, con la pierna llagada (que enseña) y un perro a su lado. Nosotros, fácilmente escondemos nuestras heridas (defectos, manías, miserias…). Esto no nos prueba, nos debilita, hace que la gente hable mal. ¿Y si tienes el valor, como San Roque, de “mostrar tus heridas”? Con discreción. Humildemente. Humanamente. Y, juntos, se curan mejor, ¡las heridas!
Quien en agosto ara, despensa prepara.