16 DE ABRIL

San Benito José Labre

De santos hay en todos los estamentos sociales. Fijémonos, si no, en este Benito nacido en 1748 en Amette (norte de Francia). Bien educado en la fe cristiana, de adolescente, sin miedo al contagio, se dedicó a socorrer a los afectados por una epidemia. Como su salud no le permitía ser religioso, a los 21 años decidió consagrarse a Dios a su manera: vestido con túnica y con un cordón como de franciscano visitó los grandes santuarios, llevando una vida de oración y penitencia: Loreto , Asís, Bari, Einsiedeln, Compostela.

Vivía de las limosnas que le daban. En 1774 se establece en Roma y continúa visitando iglesias, durmiendo en los portales o en el Coliseo, hasta que el 16 de abril de 1783 sufrió un desmayo y se durmió santamente. Fue canonizado el 8 de diciembre de 1881.

Reflexión del Sábado Santo, segundo día del Triduo Pascual
«El Sábado Santo es el día del silencio de Dios. Tiene que ser un día de silencio. Jesús colocado en el sepulcro comparte con toda la humanidad el drama de la muerte. Es un silencio que habla y expresa el amor como solidaridad con los abandonados de siempre, que el Hijo de Dios viene a llenar el vacío que sólo la misericordia infinita de Dios Padre puede llenar. Dios calla, pero por amor. En ese día, el amor -aquel amor silencioso- se convierte en espera de la vida en la resurrección. Y el Sábado Santo, nos hará bien pensar en el silencio de la Madre, «la Creyente», que en silencio estaba esperando la Resurrección» (Papa Francisco, Homilía, 23.03.16).