- Queridos hermanos obispos,
- Querido Sr. Nuncio en España de S.S. el papa Francisco,
- Queridos postuladores y miembros de la Associació d’Amics de Joan Roig Diggle,
- Queridos familiares del nuevo beato Joan Roig,
- Queridos hermanos sacerdotes y diáconos,
- Queridas autoridades civiles y políticas aquí presentes,
- Saludo afectuosamente a las personas del Masnou y Santa Coloma de Gramenet que a causa de las normas de confinamiento no se han podido desplazar a Barcelona para participar físicamente en esta celebración, pero que, afortunadamente, pueden seguirnos gracias a los medios de comunicación,
- Con ellos saludo también a todas las personas que siguen esta celebración por 8tv, o por Ràdio Estel y Radio María,
- Hermanos y hermanas en el Señor,
Hace más de un año, concretamente el día 3 de octubre de 2019, el papa Francisco nos sorprendió gratamente con la aprobación del Decreto de Beatificación de un joven de nuestra archidiócesis: Joan Roig Diggle.
La providencia ha querido que dicha noticia y la celebración de esta Beatificación tengan lugar durante el año litúrgico en el cual el objetivo de nuestro Plan Pastoral Diocesano es, precisamente, el trabajo con los jóvenes. Joan es para todos, pero especialmente para los más jóvenes, un testimonio de amor a Cristo y a los hermanos.
Además, se ha producido otro hecho providencial y es el hecho de que la fecha escogida por la Congregación de los Santos para la celebración de esta beatificación coincide precisamente con el día en que celebramos el décimo aniversario de la dedicación de esta basílica por el papa Benedicto XVI.
¿Quién fue Joan Roig Diggle?
Joan Roig Diggle era un joven normal que tenía los gustos y aficiones propios de su edad. Ramón, su padre, era un hombre emprendedor y tenaz, que trabajaba como agente comercial en una empresa textil. Su madre, Maud, de origen inglés, era hija de un ingeniero industrial que había fijado su residencia en Barcelona.
La familia de Joan era profundamente creyente. El matrimonio tuvo cuatro hijos a los que supieron dar una sólida educación cristiana. Nuestro joven mártir fue bautizado en la parroquia de la Purísima Concepción de Barcelona en 1917 y recibió el sacramento de la confirmación nueve años más tarde.
Desde pequeño, el joven beato tuvo la ilusión de llegar a ser un día un sacerdote enamorado de la eucaristía y un apóstol de los obreros. Quería estar con ellos, para conocerlos, amarlos y llevarles la Buena Noticia de Cristo. Joan era, según Mn. Pere Llumà, su director espiritual, un «revolucionario cristiano». En palabras del papa Francisco podemos decir que Joan aceptó la invitación de Cristo para unirse a la «revolución de la ternura» (EG 88).
Sin embargo, pronto tuvo que abandonar el proyecto de ser ordenado sacerdote. Su padre se arruinó y Joan se tuvo que poner a trabajar a los catorce años como dependiente en una tienda de ropa del barrio del Poble Sec. La experiencia laboral le ayudará aún más a solidarizarse con los más pobres. Hará suyas las palabras de Cristo en el Evangelio: «Al ver a las multitudes, se compadeció de ellas porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9,36).
Debido a su delicada situación económica, la familia se instaló en el pueblo del Masnou para reducir gastos. Fue allí donde se convirtió en miembro de la Federació de Joves Cristians de Catalunya y colaboró activamente en la comunidad parroquial de Sant Pere del Masnou. Pese a su nueva vida, Joan no abandonó jamás sus estudios ni su profunda vida espiritual y apostólica.
Es también en el Masnou cuando, la noche del 11 al 12 de septiembre de 1936, fue apresado por un grupo de milicianos y conducido al cementerio de Santa Coloma de Gramenet. Fue allí donde recibió la palma del martirio. Sin embargo, respondió con amor y perdón a la violencia recibida. Cuenta uno de los testimonios de su muerte que cuando Joan supo que lo iban a matar dijo a los milicianos: «Que Dios os perdone como yo os perdono».
¿Qué podemos aprender del testimonio de Joan?
Queridos hermanos y hermanas: ¿qué podemos aprender del testimonio de Joan? ¿Qué nos puede enseñar a todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo? Joan Roig puede ser un modelo de vida cristiana para los jóvenes y adultos de nuestra sociedad. Su testimonio puede suscitar en nosotros el deseo de seguir a Cristo con alegría y generosidad. La profunda amistad con Dios, la oración, la vida eucarística y el ardor apostólico de nuestro joven beato nos unirán más a Cristo y a su Evangelio.
2.1 Joan y su profunda amistad con Cristo
Joan fue un joven cristiano de corazón y de hechos. Vivía una profunda amistad con Jesús. Cristo era la fuente que alimentaba todas sus palabras, todas sus relaciones, todos sus proyectos. Ojalá su testimonio nos ayude siempre a albergar a Cristo en nuestros corazones y a que el amor sea la raíz y el fundamento de nuestra vida (cf. Ef 3,17).
2.2 La importancia de la oración
Joan impresionaba a todos desde muy joven por su profunda vida espiritual. Vivía unido al Padre, se sentía cercano a Jesús y se dejaba moldear por el Espíritu Santo. Amaba la oración y buscaba siempre un momento del día para encontrarse a solas con Dios. Su ejemplo nos puede ayudar a hacer que nuestra oración sea, como nos dice Santa Teresa de Lisieux, un impulso del corazón, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio de la alegría como en medio del sufrimiento. La oración es algo grande y sobrenatural que nos une a Jesús.
2.3 La vida eucarística de nuestro joven beato
Todos los que conocieron a Joan destacan su profundo amor por la eucaristía. La eucaristía era para él el alimento que fortalecía su fe y su esperanza. Como los primeros cristianos, Joan no podía vivir sin participar en la eucaristía ni sin recibir la sagrada comunión. Por eso antes de ser apresado, comulgó y pudo tranquilizar a su madre con estas palabras: «Dios está conmigo». Y su madre, como todas las madres, tal como hemos escuchado en el libro de los Macabeos, pudo soportar ese terrible momento porque tenía la esperanza puesta en el Señor.
Además, Joan, como el apóstol san Pablo, gracias a la eucaristía, podía decir: «Todo lo puedo en aquel que me conforta» (Flp 4,13). La vida eucarística llevó a Joan a querer ser pan partido y compartido con los hombres y mujeres de su tiempo. Ojalá vivamos nuestras celebraciones eucarísticas con la misma pasión y gozo con que lo hizo el beato Joan Roig Diggle.
2.4 Una fe vivida en comunidad
Joan nos enseña que todos los cristianos estamos llamados a vivir nuestra fe en comunidad. Nadie construye solo su propia fe. La fe cristiana es esencialmente comunitaria. Nuestro joven mártir fue miembro del grupo «Mar Blava» de la Federació de Joves Cristians de Catalunya. Además colaboró activamente como catequista en la comunidad parroquial de Sant Pere del Masnou.
2.5 Su fe le hizo sensible ante las injusticias de su tiempo
Su hermana Lourdes recordaba a Joan como un chico sensible ante las injusticias y que amaba especialmente a las personas más vulnerables. A menudo, afirmaba su hermana, Joan comentaba en casa con tristeza cómo su corazón sufría cuando viajaba en tren y veía cómo los fogoneros trabajaban duramente para ganar un mísero jornal, mientras los ricos se divertían en la playa sin tener en cuenta el sufrimiento de las clases más humildes.
La Federació ayudó a nuestro joven mártir a conocer más a Jesús y a convertirse en un ardiente defensor de la Doctrina Social de la Iglesia. Joan estuvo comprometido en cuerpo y alma en la construcción de la civilización del amor y en la lucha por la justicia, por la paz y por la solidaridad.
Nuestro joven mártir supo reconocer «la existencia de un anhelo de justicia social» en el seno de la sociedad. Joan, consciente de esta situación, similar a la que actualmente nos toca vivir, quería transformar la sociedad, pero no desde la violencia, sino desde el Evangelio que se concreta en la Doctrina Social de la Iglesia.
2.6 Joan, testimonio de amor y perdón
Joan fue un hombre de acción y de oración, un verdadero testimonio del amor a Dios y a los hermanos. Su unión a Dios le llevó a entregar la propia vida tal como lo hizo Cristo. Incluso en el momento más duro de su vida, Joan dio testimonio del Evangelio. Habló de Cristo a aquellos que lo iban a matar. Los mismos que le dieron muerte quedaron impresionados por la serenidad y por el coraje de su testimonio: «aquel joven rubio era un valiente».
Este hermano nuestro tenía puesta la confianza en el Señor. Él acogió con fe la promesa de vida eterna y creyó que el perdón y la ternura del Padre eran más fuertes que la muerte. Su testimonio, tal como hemos escuchado en la Carta a los romanos nos enseña que nada podrá separarnos jamás del amor Dios que se ha manifestado en Jesucristo (cf. Rom 8.39).
Todos estamos llamados a ser santos, como lo fue Joan
Todos, como Joan, estamos llamados a ser santos, cada uno por el camino y vocación que Dios le propone. El Señor nos invita a ser testigos de nuestra fe en la vida cotidiana. Esta llamada a la santidad en nuestra vida ordinaria nos la recuerda el papa Francisco: «Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde uno se encuentra» (Gaudete et exsultate, 14).
Atrevámonos, como Joan, a estar bien fundamentados en Cristo para ofrecer el amor de Dios Trinidad a nuestros hermanos. Seamos, como proclama el Evangelio de hoy, buena semilla que dé fruto abundante. Jesús no nos dejará nunca. Él estará siempre a nuestro lado para compartir con nosotros su vida resucitada.
Queridos hermanos y hermanas, deseo de corazón que nuestro nuevo beato interceda por nosotros y nos acompañe desde el cielo. Que María, madre de la Iglesia, nos ayude a denunciar las injusticias y a ser revolucionarios de la ternura, del perdón y de la alegría de Dios.
Card. Juan José Omella Omella
Arzobispo de Barcelona