Una fiesta muy entrañable

(Domingo, 10/08/2014)

María es un nombre muy frecuente en nuestro país. A mediados de agosto los cristianos celebramos la fiesta de María Asunta. Es una fiesta muy entrañable, en la que muchas poblaciones celebran su fiesta mayor.

La Asunción de María al cielo es un dogma que proclamó el papa Pío XII en 1950. La verdad de la Asunción ha sido reafirmada por el Concilio Vaticano II, que expresa así la fe de la Iglesia: «La Virgen Inmaculada, que había sido preservada de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo y exaltada por Dios en calidad de Reina del universo para que tuviera una semejanza más plena con su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte.»

La fiesta de la Asunción de María proporciona a los cristianos una ocasión muy propicia para reflexionar sobre el futuro de su existencia en el más allá, en el cielo nuevo y la tierra nueva de que habla la revelación. Allí, después de la muerte y purificado de toda culpa, el hombre encontrará su glorificación definitiva en Dios. Nos precede María, la Madre de Jesús, asunta en cuerpo y alma al cielo.  

El Concilio Vaticano II afirma que María, asunta al cielo, «no se ha desentendido de su dedicación salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa procurando los dones de la salvación eterna». La mediación de María continúa en la historia de la Iglesia y del mundo. María Asunta, con su amor materno, cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y se hallan en peligros y angustias hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada.

La Madre de Jesús, glorificada en cuerpo y alma en el cielo, es una imagen y un comienzo de la Iglesia que ha de llegar a la plenitud en la gloria futura. Por eso María es un signo de esperanza firme y de consuelo para el Pueblo de Dios en marcha hasta que llegue el día del Señor.

El Catecismo de la Iglesia Católica expone todo esto bellamente con estas palabras: «La Santísima Virgen María, terminado el curso de su vida terrena, fue llevada a la gloria del cielo en cuerpo y alma. Allí ya participa en la gloria de la Resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su cuerpo.»

Felicito a todas las mujeres que llevan el nombre de María y a todas las localidades y comunidades cristianas que en este día, en medio del verano, celebran su fiesta mayor. Que esta fiesta de María haga que también en nuestros tiempos sean muchos los que se acerquen a Jesús y, como nos dice a menudo el papa Francisco, experimenten la misericordia de Dios Padre, que siempre sale al encuentro de todos aquellos que se acercan a él. ¡Que la Virgen María nos bendiga a todos en esta fiesta de su Asunción! 

  Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona