El padre Federico Lombardi, director de la Oficina de Prensa del Vaticano, confirmó, hace unos meses, que el papa Francisco viajará a Cuba en septiembre, antes de la visita que hará a Estados Unidos entre el 22 y el 27 del próximo mes. Es lógico que esta etapa cubana haya despertado un interés especial por las circunstancias que están en la mente de todos.
Según el padre Lombardi, el Papa ha decidido aceptar la invitación de los obispos cubanos y de las autoridades civiles del país, una invitación que le hicieron hace unos meses. En este sentido, en la isla se cumple lo que es habitual en los viajes pontificios, que no se hacen nunca sin una invitación previa presentada tanto por los obispos del lugar como por las autoridades políticas. La importante mediación realizada por el Papa y por sus colaboradores del Vaticano en la regularización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos está también, sin duda, en el trasfondo de este viaje.
En realidad, este viaje de Francisco a la isla hay que situarlo en continuidad con la actitud del Vaticano en relación con el régimen cubano, un largo y delicado tira y afloja que ha pasado por horas muy bajas y por horas mejores, como es el caso de la situación presente.
De hecho, esta será la tercera visita de un sucesor de Pedro a la isla caribeña. La primera visita la hizo Juan Pablo II en 1998; fue una visita histórica que marcó el fin de las disputas entre el gobierno comunista cubano y la Iglesia católica. Es cierto que no se cumplieron los pronósticos de determinados sectores que veían en la presencia del Papa polaco el signo -o el pronóstico, ciertamente audaz- del final del régimen castrista, pero algo se movió en las relaciones entre la Iglesia católica y el régimen cubano. De aquella visita ha quedado, en la memoria popular, la frase pronunciada por Juan Pablo II: que Cuba se abra al mundo y el mundo a Cuba. Este deseo no fue de realización inmediata, pero los tiempos han traído cambios -algunos muy recientes- que han hecho realidad el deseo del papa Karol Wojtyla.
Como gesto de buena voluntad hacia el Papa polaco, el entonces presidente Fidel Castro restituyó en el calendario de la isla la fiesta de Navidad, que había sido eliminada a finales de los años setenta.
La segunda visita pontificia a la isla tuvo lugar en 2012, cuando Benedicto XVI llegó a la capital cubana y se entrevistó con Fidel y Raúl Castro. También entonces se dio un nuevo paso -un pequeño paso, tal vez. En respuesta a la petición del Pontífice, el presidente Raúl Castro anunció que el Viernes Santo volvía a ser declarado festivo.
Habrá que ver el tono y los posibles resultados de esta nueva visita papal. Tanto el régimen como la Iglesia miden muy bien sus pasos. En la isla se ha mantenido una fuerte religiosidad de raíz popular, centrada sobre todo en la devoción a la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de la isla. El proceso ha sido largo y delicado, y la próxima visita papal quizás pueda recoger unos nuevos frutos que se han ido preparando en un proceso lento pero irreversible.