Un mar de paz y de vida
Artículo de opinión del obispo Sebastià Taltavull del domingo 16 de julio publicado en Catalunya Cristiana

Este fin de semana de julio se celebra la Virgen del Carmen en muchos lugares del mundo y de nuestro Mar Mediterráneo, en muchos puertos y mar adentro de nuestras islas y costas. ¡Fiesta, mucha fiesta! Así honra nuestro pueblo a la madre de Jesús desde tiempo inmemorial, acompañando a los hombres y mujeres del mar que viven de su trabajo, a menudo arriesgado y lleno de sorpresas. Vaya nuestra admiración para ellos y el reconocimiento del esfuerzo que supone llevar el pan de cada día a la mesa y mantener viva una profesión no siempre del todo reconocida. Situarnos junto a tantas familias nos lleva a valorar —como en tantas otras profesiones— su dignidad y su esfuerzo.
El mar Mediterráneo baña en oriente la montaña del Carmelo, allí donde los profetas del Antiguo Testamento vivieron una profunda experiencia de Dios desde la oración contemplativa y la austeridad de vida. Es el mismo mar que baña nuestras islas y costas y es fuente de riqueza. Queremos nuestro mar lleno de vida, no un cementerio que entierra a miles de personas que huyen del hambre, de la injusticia, de la guerra, esclavos de las mafias organizadas que se aprovechan de ellos, de su desesperación. Lo queremos lugar de trabajo decente, oportunidad de intercambio cultural, espacio de ocio digno y de sana oferta turística, más humanitario y no pensado solo desde la ganancia material. ¡Cuánto bien podemos hacer ofreciendo lo que somos y tenemos, aquellos valores y costumbres ciudadanas que nos abren a una mejor convivencia!
La fiesta del Carmen, fiesta de la gente del mar por excelencia, es una maravillosa ocasión para acercar a familias y pueblos, para abrirnos a la inmensidad de un hermoso y grandioso mar, que es digno de ver y transitar por él, hasta llegar a descubrir el don de un Dios que lo ha creado todo por amor y nos lo ha regalado poniéndole vida. La procesión, tan tradicional y vivida en muchos de nuestros puertos, es una especie de peregrinación de confianza, que une la mesa de la Eucaristía con las otras mesas que esperan que les llegue el pan de cada día, el del amor compartido, verdadera causa de la fiesta.
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona y
Administrador apostólico de Mallorca