Empiezan las Escuelas de Verano de la comunidad de Sant’Egidio
Los centros veraniegos para los niños de las Escuelas de la Pau acogerán además de 200 niños en Barcelona con más de 100 voluntarios

Los niños tienen muchas ganas de escuela: lo vemos estos días en el entusiasmo de los niños de las Escuelas de la Pau, felices por volver a estudiar y aprender con los jóvenes voluntarios de las Escuelas de Verano, los centros de Sant’Egidio que estos días ya están en marcha en muchas ciudades.
En Barcelona más de 200 niños y niñas disfrutarán de la Escuela de Verano en Ciutat Vella (Raval y Barceloneta) y en el barrio de la Mina. Son ya más de 100 los jóvenes de institutos y universitarios que se han apuntado para ayudar de manera voluntaria.
La respuesta a las necesidades educativas de los niños va acompañada del apoyo a las familias en el centro de acogida de la Comunidad de Sant’Egidio así como de la Escuela de Cultura e Idioma para aprender catalán y castellano. Se trata de construir en cada barrio una red de amistad y solidaridad para construir una ciudad más fraterna y sostenible.
La Escuela de Verano es una escuela para conocer el mundo
En la Escuela de Verano estudian con los libros de las vacaciones y con kits personalizados que han preparado los jóvenes. Se ponen al día en las materias básicas, pero también dejan espacio a la ecología, la educación alimentaria, y especialmente a la educación sanitaria. A través de juegos, los niños aprenden las reglas para prevenir el contagio del coronavirus, para poder llevar a cabo las actividades de manera segura.
Escuela de manera segura
Las aulas tienen pocos niños que estudian con uno o dos jóvenes. Los ambientes están bien ventilados y se da prioridad a las actividades al aire libre. Se desinfectan las manos a menudo, la mascarilla es obligatoria y cada uno tiene una bolsa con el material que utiliza.
La belleza de la escuela
Muchos niños tienen miedo de la Covid-19 y hablan con nostalgia de la escuela y de poder estar con los otros niños. En el centro de verano demuestran su deseo de aprender cosas nuevas. El cierre de la escuela les había dejado un gran vacío. Este ha sido otro motivo por el que muchos estudiantes de secundaria y de universidad han respondido a la invitación de la Comunidad de dar clases a los más pequeños para que pudieran recuperar el tiempo perdido.
Muchos niños, hijos de inmigrantes, casi habían olvidado la lengua y al principio les costaba comunicarse. Otros, que viven situaciones familiares muy frágiles, estaban nerviosos y reflejaban el clima de tensión que se ha vivido estos meses de confinamiento.
La «rutina» de salir de nuevo cada día parece un sueño, y también el retorno a un mundo de relaciones y novedades que no pueden faltar para crecer con serenidad.