Cinco nuevos sacerdotes de la archidiócesis de Barcelona
Jordi Avilés Zapater, Jordi Domènech Llauradó, Vicenç Martí Fraga, Joan Mundet Tarragó y Diego Pino son los nuevos sacerdotes ordenados de la Iglesia en Barcelona
Fotografías: Ramon Ripoll
Jordi Avilés Zapater, Jordi Domènech Llauradó, Vicenç Martí Fraga, Joan Mundet Tarragó y Diego Pino son los nuevos sacerdotes de la archidiócesis de Barcelona. Cinco perfiles muy diferentes que tras siete años de discernimiento han llegado al final de una etapa que es el punto de salida de su camino como sacerdotes. Una Sagrada Familia con los pocos asientos disponibles, por las medidas de seguridad, llenos ha disfrutado de una larga misa solemne presidida por el arzobispo de Barcelona, el cardenal Juan José Omella que, con toda la prevención, dio a los ritos de ordenación.
Los ritos de ordenación
Después de acabar la lectura del Evangelio, se ha dado paso al rito de llamamiento. Los futuros padres han sido llamados por su nombre, seguidamente se han puesto de pie ante el arzobispo diciendo «estoy aquí». El rector del seminario Mn. Felip-Juli Rodríguez ha pedido, en nombre la Iglesia de Barcelona, al cardenal Omella por la ordenación de los candidatos. A continuación, el arzobispo ha preguntado al rector si los futuros presbíteros son dignos a lo que este ha respondido: «Hemos consultado en el pueblo cristiano, hemos escuchado a aquellos a quien corresponde y puedo decir que los han encontrado dignos». Finalmente el Sr. Cardenal ha dicho: «Con la ayuda del señor Jesucristo, Dios y salvador nuestro, escogemos a estos hermanos nuestros para la orden del presbiterado». Así mismo, ha finalizado el primer rito introductorio de la ordenación escogiendo a los cinco candidatos para la Orden de los Presbíteros.
«El presbítero es Cristo Pastor en medio de la comunidad que sirve»
«Dios nos lleva por caminos inusitados, pero siempre nos conduce con mucha delicadeza e inmenso amor. Y nos va trabajando por dentro, nos va transformando para que lleguemos a ser santos». El cardenal Omella ha empezado la homilía hablando de la incertidumbre que ha provocado la pandemia ante estas ordenaciones presbiterales. Unas ordenaciones que coinciden con la vigilia de la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo.
Para el arzobispo de Barcelona «la clave está en amar como Cristo, el Buen Pastor, nos ama a todos. El presbítero es Cristo Pastor en medio de la comunidad que sirve». Por eso ha puesto el ejemplo de los dos patrones del clero: San Juan de Ávila y San Joan María Vianney. «Ellos no concebían el ministerio presbiteral en la mediocridad, al ir pasando y ejerciendo la pastoral con más o menos entusiasmo y profundidad. Ellos se sentían llamados a la santidad y nos invitan a ser santos. Pero tenían claro que no se podía ser santo al margen del ministerio».
La oración, la Eucaristía y el amor a los pobres
Omella ha mostrado tres hitos que proponían los dos santos para llegar a servir en la Iglesia. El primero es la oración. «El sacerdote debe ser siempre un experto de Dios, no tanto por lo que ha estudiado cuanto por lo que ha experimentado del Verbo de la Vida». Seguidamente viene la Eucaristía. «El verdadero presbítero de la Iglesia sabe hacerse pan, Eucaristía, alimento y don para los demás. La Eucaristía le empuja a desapropiarse de sí mismo, a descentrarse, a abajarse para servir, a donarse sin medida». Finalmente, el amor a los pobres. «Los dos santos patrones del clero sabían que el Señor Jesús tiene una predilección especial por los pobres, por cuantos sufren. Y los dos hicieron lo posible por atenderlos y servirles desde una entrega generosa y desde una total austeridad y pobreza de vida».
«En medio de estos tiempos de indiferencia espiritual, de autocentramiento en el yo y de confusión de la alegría con el placer material y de los sentidos, es cuando nuestra sociedad tiene más necesidad de verdaderos hombres de Dios» ha asegurado el cardenal Omella. «Pidámosle que nos conceda el don de la santidad, que sepamos acompañar todas las personas que Dios Padre nos ha confiado al encuentro con Cristo nuestro Salvador. Que nada ni nadie nos impida ser verdaderos apóstoles que hagan de su vida una ofrenda permanente de amor al Padre por la salvación del mundo» ha finalizado.
Los pasos hacia la ordenación
Una vez acabada la homilía, los diáconos admitidos a la orden de presbíteros han manifestado, en presencia del cardenal Omella, la voluntad de cumplir su ministerio según los deseos de Cristo y de la Iglesia. En concreto, el arzobispo ha preguntado a los futuros presbíteros si están dispuestos a ser fieles colaboradores del ministerio episcopal; así mismo les ha preguntado también sobre si están dispuestos a ejercer el misterio de la Palabra, presidir celebraciones litúrgicas, rezar por el pueblo que le sea encomendado y por eso, unir su vida a Cristo. Los futuros sacerdotes han respondido afirmativamente a todas las peticiones del Sr. Cardenal y así mismo han manifestado obediencia y la voluntad de cumplir su ministerio según los deseos de cristo y de la Iglesia.
Seguidamente, los cinco futuros sacerdotes se han postrado al suelo con señal de humildad y de plegaria ante Dios. Con la letanía de los santos, todos han implorado la gracia de Dios a favor de los candidatos.
A continuación, el cardenal Omella ha impuesto las manos a los futuros previste haciendo la plegaria de ordenación. Junto con el arzobispo, todos los presbíteros presentes al acto, con la mascarilla puesta, también han hecho el gesto para significar su recepción en el presbiterio. Finalizada la imposición de las manos, estos se han revestido con la estola en la forma presbiteral y con la casulla. Una muestra que manifiesta visiblemente el ministerio que desde este momento empezarán a ejercer en las celebraciones litúrgicas.
Manos ungidas
Llegados a este punto, el arzobispo de Barcelona les ha ungido las manos para manifestar la participación particular de los presbíteros en el sacerdocio de Cristo. También se les ha otorgado el cáliz y la patena con el pan y el vino, un indicativo del deber de presidir la celebración eucarística y de seguir Cristo crucificado. Después, el cardenal Omella ha sellado la acogida que otorga a sus nuevos colaboradores en el ministerio presbiteral con un abrazo de paz. Un gesto que acostumbra a ser un beso pero que a causa de la pandemia ha sido cambiado por un fraternal abrazo. Finalmente, los nuevos presbíteros han celebrado su primera eucaristía como padres de la archidiócesis de Barcelona.
«Adelante, aferraros al Señor y confiad en él»
«Hoy damos gracias a Dios por el don que acabamos de recibir y que ponemos a vuestro servicio». Mn. Diego Pino y Mn. Jordi Domènech han sido los encargados de agradecer a todas las personas la ayuda y el acompañamiento, no solo los años de seminario, sino durante el recorrido de su vida. «Estos años de seminario nos han permitido discernir nuestra vocación, en él nos hemos ido uniendo más al Señor» ha asegurado Pino.
«Gracias formadores y directores espirituales que importantes habéis estado por nosotros». El agradecimiento también ha ido dirigido a los compañeros de seminario. «Qué hubiera sido de nosotros sin nuestros compañeros de paz y de guerra, más que compañeros, hermanos. Adelante, aferraros al Señor y confiad en él».
Por su parte, Domènech ha mostrado su agradecimiento a Dios. «Nos has creado, llamado y formato. Gracias Señor por este don inmerecido y por confiar en nosotros». Los nuevos ordenados han finalizado su discurso de ordenación diciendo: «Vale verdaderamente la pena entregar la vida a Dios del todo en el camino que cada cual es llamado. No tengáis miedo a entregaros plenamente al Señor, poneros en sus manos».