Card. Omella: «Los santos óleos nos harán fuertes para estos tiempos dolorosos que vivimos»
Los presbíteros de la archidiócesis renuevan los votos sacerdotales un año más en la tradicional Misa Crismal a la catedral siguiendo las medidas de seguridad por la pandemia
Fotografías: Ramon Ripoll / Agustí Codinach
Después de que el año pasado los sacerdotes no pudieran asistir por la situación de confinamiento total, esta Semana Santa sí, sus hábitos han vuelto a teñir de blanco la catedral de Barcelona en la tradicional celebración de la Misa Crismal. Una celebración en la cual se ha seguido en todo momento, las medidas de seguridad requeridas, y en la cual los sacerdotes han podido volver y renovar las promesas sacerdotales ante el arzobispo de la sede barcelonesa.
El cardenal Juan José Omella ha celebrado acompañado de los obispos auxiliares Mons. Sergi Gordo, Mons. Antoni Vadell y Mons. Javier Vilanova, que por primera vez ha asistido a la celebración en la archidiócesis de Barcelona. Alrededor de ciento cincuenta presbíteros han estado presentes, también los seminaristas, diáconos y parte del pueblo fiel. Siempre respetando el aforo máximo y la distancia de seguridad permitidos por la autoridad civil.
Luto y agradecimiento en pandemia
En el momento de la homilía el arzobispo de Barcelona, Card. Joan Josep Omella ha recordado los hermanos presbíteros, diáconos, religiosas y religiosos difuntos en este tiempo marcado por el Covid- 19. También, ha dado las gracias a todos aquellos que en este tiempo se han dedicado a ayudar y servir los más vulnerables.
«Quiero felicitar los que han dedicado esfuerzos, dinero, tiempo y energías a ayudar los contagiados por la Covid-19 y a ayudar muchas personas afectadas por las consecuencias económicas y sociales de esta pandemia».«Ha habido molida solidaridad y se ha hecho realidad el que tantas veces decimos: solo la belleza del amor salvará la humanidad», ha dicho.
El significado de los santos óleos
El cardenal ha expuesto que la Misa Crismal nos recuerda que hemos sido ungidos por Dios, como «signo de predilección y bendición de Dios». Así mismo, ha asegurado como los santos óleos, «nos harán más fuertes y honorables, sanos, felices y bellos, especialmente en estos tiempos tan duros y dolorosos en que vivimos».
Óleos, que tal como ha dicho, dan «vida, alegría, salud y fuerza y son un gesto de hospitalidad». Vida, porque es precisamente con el Santo Crisma que «nos conformamos con Cristo y acontecemos miembros de la Iglesia y de una humanidad nueva en la cual todos somos hermanos»; Alegría, puesto que el óleo perfumado es símbolo de esta alegría y su privación es signo de luto; Salud, por su propiedad a curar heridas recordada por el Buen Samaritano; Fuerza, porque con él Dios nos reviste de «fe, la verdad y la justicia para llevar a los otros el evangelio de la paz». Fortalece los catecúmenos para «cambiar la vida es difícil y requiere la bastante que nos da el Señor»; Hospitalidad, puesto que recuerda también la tradición judía en que el anfitrión ungía el invitado y es a la vez clave para anunciar el Evangelio.
Parándose en el último punto, ha invitado a ser «hospitalarios especialmente con los que están más solo o más alejados. Sepamos acoger los otros con alegría como el Señor nos acoge en su coro. La hospitalidad del Señor no tiene límites».
Ha instado la comunidad cristiana ha cuidar con cuidado y devoción los óleos que recibimos en los momentos importantes de la vida como el nacimiento, el crecimiento, la enfermedad, el sacerdocio, etc.
«Vivir unidos a Él y entre nosotros»
Dirigiéndose a los presbíteros, los ha expuesto como hoy «renuevan el compromiso de continuar siendo fieles en el llamamiento del Señor para colaborar con el obispo en la misión de guiar y santificar la comunidad cristiana por los caminos que llevan al Señor». Ha advertido que para hacer bien la misión confiada por el Señor hay que «vivir unidos en Él, unidos entre nosotros». Así mismo ha expuesto que «el servicio y la caridad pastoral brotan del encuentro profundo con el Señor», ha dicho.
Después de la renovación de las promesas sacerdotales, los diáconos han trasladado los ánforas con los óleos sobre el altar, donde el cardenal ha bendecido el óleo de los enfermos, catecúmenos y ha consagrado el Santo Crisma.