Homilía del Cardenal en el bicentenari de Santa María Rosa Molas

Homilía del Sr. Cardenal y Administrador Apostólico de Barcelona, Dr. Lluís Martínez Sistach, en la misa de clausura del bicentenario del nacimiento de Santa María Rosa Molas. Jesús, 12 de diciembre de 2015

Nos hemos reunido en la Casa Madre de la Congregación de las Hermanas de la Consolación para celebrar solemnemente la clausura del bicentenario del nacimiento de Santa María Rosa Molas y Vallvé, fundadora de esta querida Congregación.

Nuestra celebración participa ya de la palabra de Dios que escucharemos mañana, tercer domingo de Adviento, con las palabras de San Pablo: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres” (Fil 4,4). La alegría que llevamos en nuestros corazones obedece hoy al gran don que Dios nos ha hecho, dándonos a Santa María Rosa Molas.

El acto central de esta conmemoración consiste en la celebración de la eucaristía porque queremos dar gracias a Dios de la mejor manera posible por la persona y la obra de esta mujer que nació en Reus y que vivió, fundó y murió en Tortosa.

Su entrega al Señor fue total, radical, amándole hasta el extremo y no separando nunca el amor a Dios del amor a los hermanos, especialmente a los enfermos y necesitados. Lo realizó con su vida continúa de muchas maneras y fundando una congregación religiosa dedicada a la enseñanza y al cuidado de los enfermos y ancianos, tareas éstas que eran muy necesarias en los años de la vida de la Santa y que lo son todavía en nuestro tiempo.

Las virtudes heroicas de Santa María Rosa Molas son para todos nosotros un ejemplo que hemos de imitar para vivir nuestra vida ya sea religiosa, sacerdotal o laical. Ella vivió intensamente las palabras del profeta Isaías que hemos escuchado: “Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios”. La consolación era, es y será siempre absolutamente necesaria para cada persona de la humanidad. Todos necesitamos del consuelo de Dios y de los hermanos. María Rosa Molas consolaba a los enfermos especialmente, manifestándoles así el consuelo de Dios.

El Papa San Juan Pablo II, en la homilía de la beatificación de nuestra querida fundadora, dijo que “la existencia de esta mujer, impregnada de caridad, totalmente entregada al prójimo, es un anuncio profético de la misericordia y de la consolación de Dios”. La Santa contemplaba las tristezas y las angustias de su pueblo y hacía propias sus esperanzas, anunciando con el testimonio de su vida que Dios es Padre, “el Padre de las misericordias y el Dios de toda consolación” (2 Cor 1,3).

Santa María Rosa Molas es un testimonio muy cualificado en esta Año Santo extraordinario sobre la divina misericordia que hace unos días hemos iniciado abriendo el Papa Francisco la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro del Vaticano. Un año que hemos de vivir intensamente y que los santos pueden ayudarnos con su ejemplo. Francisco nos dice en la Bula El rostro de la misericordia, de 11 de abril de 2015, que todas las Iglesias diocesanas han de participar activamente acogiendo los dones de este Año Santo. Así, el próximo domingo se abrirá en todas estas Iglesias del mundo una Puerta Santa o de la Misericordia en su catedral. Y el Papa, en su exhortación apostólica Evangelii gaudium nos dice que “la Iglesia vive un deseo inagotable de ofrecer misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva” (N. 24).

Jesús nos pide en el Evangelio que seamos misericordiosos, como nuestro Padre celestial es misericordioso (Lc 6, 36). Así reza el lema del Año Santo: “Misericordiosos como el Padre”. En la Bula pontificia antes mencionada se dice que este es un programa de vida tan comprometedor como rico en alegría y en paz. Y es interesante preguntarnos: ¿por qué hoy un Jubileo de la Misericordia? Simplemente porque la Iglesia, en este momento de grandes cambios históricos, está llamada a ofrecer con mayor intensidad los signos de la presencia  y del acercamiento de Dios. Es el tiempo oportuno para que la Iglesia redescubra el sentido de la misión que el Señor le confió el día de Pascua: ser signo e instrumento de la misericordia del Padre.

Ciertamente, María Rosa vivió y practicó la misericordia del Padre manifestada en Jesucristo. Ella vivió “un amor – como nos decía San Juan Pablo II – que se hacía solicitud materna para un hombre, el anciano, el huérfano, el joven, el enfermo, para todo hombre: encarcelado o moribundo en un lazareto, marginado o desorientado, necesitado siempre de conocer y de experimentar la misericordia del Padre”.

Pienso que María Rosa Molas hizo mucho en su vida y continúa haciendo muchísimo bien al dejar a las queridas Hermanas de la Consolación su carisma, porque vivió la perfección de la caridad, es decir, la santidad. Y esta es la primera y fundamental vocación de toda persona bautizada. Cuando amamos a Dios y a los hermanos ofrecemos a los demás la misericordia tierna, compasiva y consoladora del Padre del cielo, manifestamos su rostro más genuino a los hombres y mujeres de hoy.

Queridas Hermanas de la Consolación, este bicentenario del nacimiento de nuestra Santa Fundadora que hoy clausuramos es un nuevo motivo para vivir intensamente el carisma que ella os ha dejado, para imitarla en el amor consolador hacia los niños, adolescentes, jóvenes, enfermos y ancianos que el Señor os ha confiado en vuestras escuelas y residencias y hospitales.

Cuando se practica lo que nos ha dicho hoy el Apóstol Pablo, “sea vuestro uniforme la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión”, entonces es cuando vivimos las bienaventuranzas del Evangelio. No las buscamos, vienen solas cuando amamos de verdad. Y así, vamos experimentando y saboreando la felicidad que llegará a su plenitud en la Jerusalén celestial.

Con esta eucaristía damos gracias a Dios por esta mujer que nació hace doscientos años y damos gracias a Dios por todas las Hermanas de la Consolación que han seguido y vivido el carisma que Dios concedió a nuestra Santa. Gracias por vuestra generosidad al escuchar la llamada de Dios por entregaros totalmente a manifestar a los hermanos la misericordia del Padre por haberlo experimentado en vuestras vidas. Hoy pedimos la intercesión de Santa María Rosa Molas para que hayan chicas y mujeres que sean generosas y se ofrezcan a Dios para entregar su vida viviendo el carisma de la Santa. Animo a las jóvenes que piensen en el bien que pueden hacer como Hermanas de la Consolación, en las escuelas, en las que residencias de ancianos y en los hospitales. Que el Señor enriquezca a nuestra querida Congregación con vocaciones santas y suficientes.

María Rosa Molas, en Reus y en Tortosa, vivió la devoción a María nuestra querida Madre bajo las advocaciones de Misericordia y de la Cinta. Pedimos la intercesión de María para la Congregación de las Hermanas de la Consolación.